Desde pequeña, mi viejo dedicó buena parte de su tiempo a moldearme para no depender de nadie, se esforzó para regalarme el gusto por la lectura, la crítica forzada a todo lo que me rodeaba, el entendimiento a que las cosas se logran cuando uno lucha por ellas y la capacidad de cumplir mis sueños. En esa ecuación todo parecía perfecto y a medida que crecía se fortalecían en mí todas esas palabras, es obvio que la ecuación fue adoptando algunas variables, modificándolas, enriqueciéndolas, pero lo que nunca pasó por mi cabeza fue sumarle un aprendizaje relacionado con mi género: ser mujer. Nunca sentí el peso de ser mujer, siempre me vi como humana y creí en la igualdad porque era lo más natural, ser mujer no ha sido un valor determinante para defender la balanza de la igualdad.
“Todavía se sigue oyendo el acoso callejero que hace que opte por pantalones o faldas largas si voy por la calle”
Actualmente, mi ecuación está mucho más sensibilizada y le agradezco infinitamente a mi viejo por haberla construido conmigo. Actualmente, él debe pensar que pudo haberla reducido tan solo un poquito y soñar que su hija fuera un poco más “normal”, pero creo, décadas después, que ha optado por la resignación, porque dejó a un lado discursos de un dictador sobre “cómo le gustaría que fuera”, a un simple consejo cansado que se resume en el concepto de una palabra: “sabiduría hija, sabiduría”.
“Cada vez tengo más claro que ser mujer en Honduras no es fácil, más bien es una amenaza”
Otro concepto que se me ha sensibilizado es mi consciencia sobre lo que para otras mujeres significa su género. Y no es que anteriormente haya vivido en una burbuja, es que todavía se sigue oyendo el acoso callejero que hace que opte por pantalones o faldas largas si voy por la calle. Todavía tengo amigos que por exceso de confianza – seguramente – hacen comentarios poco agradables sobre las virtudes físicas de una mujer, o el que se abruma cuando conozco de mecánica mejor que alguno de ellos, el que espera que por ser madre debo actuar y vestir de manera concreta, el que se asombra por dejar que mi hijo haga algunas tareas del hogar. Y aunque son temas que puedo manejar sin que se modifique mi paz interior o que la conciencia sobre mi género llegue a otros niveles, cada vez tengo más claro que ser mujer en Honduras no es fácil, más bien es una amenaza.
Honduras posee una tasa de feminicidios alarmante, una mujer es asesinada cada 18 horas. En el 2018 murieron 380 mujeres, sobretodo en las principales ciudades que están consideradas las “urbes” del país: San Pedro Sula (27%), capital industrial, y Tegucigalpa (24%), capital de Honduras.
” La respuesta no está fuera de nosotros, está en la mente de cada individuo“
¿Debería alarmarme con tres hijas en proceso de crecimiento? ¿O me quedo pensando que en ese entorno nunca formarán parte de esa estadística? La verdad es que me gustaría creer que la segunda opción es la correcta, pero sería irresponsable por mi parte, y siento que estaría contribuyendo a las causas que provocan esos números.
Culpar al Estado, a las autoridades y dejar en manos de activistas, feminazis, como les llaman algunas, la solución del problema de las corrientes defensoras de los Derechos de la Mujer es cobardía. La respuesta no está fuera de nosotros, está en la mente de cada individuo. De la de nuestras madres y la de nuestros padres. Yo tuve la suerte de tener un viejo que no diferenció entre sus hijos y su hija, de esa no diferencia salí yo: he intentado realizar transfusiones de sangre de esa coherencia de pensamiento a mis princesas – mis hijas -, no solo en el área de la creencia de sus capacidades, sino también en la de seguir sus sueños sin depender de nadie y con la creencia de que ser mujer nunca será una limitación.
“Si ellas pudieran abrir los ojos todos los días sin miedo a que su pareja les agreda”
Qué bonito sería si todas mis compañeras de género, mujeres, sintieran, hicieran lo mismo y tuvieran paz mental. Qué bonito sería si salir a la calle no supusiera una pesadilla, si no hubiera el temor de ser reclamadas como parejas, mujeres e hijas – que además viven donde predominan las maras y hay más temor aún -. Si ellas pudieran abrir los ojos todos los días sin miedo a que su pareja les agreda porque se les olvidó calentarle el café o si se despertaran a media noche empapadas de sudor frío recordando que no plancharon la camisa.
Ya me cansé del chiste machista, del comentario con el que muchos hombres cercanos a mí critican este movimiento de conciencia. En lo personal, no he dejado ni dejaré que mi género determine el destino de mis pasos, pero qué bonito sería soñar que esto puede pasarle a todas.
Hija, género no es lo mismo que sexo. Consulta el diccionario de la RAE. Se ha abusado de este término que me imagino viene de una mala traducción de “gender” que se traduce como sexo, no género. Si te vas del español al inglés, género se traduce como human kind. Entiendo que nuestra género, tanto mujeres como hombres es homo sapiens.