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Islandia, todo acabará bien

Islandia: todo acabará bien

En abril de 2019, tuve la oportunidad de viajar con mi amiga Marina a Islandia, la tierra del hielo y el fuego. Un país que te enamora por sus contrastes de colores naturales, un deleite para los ojos del alma. Donde ves tanto glaciares como volcanes, playas de arenas negras, cráteres, cascadas, auroras boreales, ballenas y si tienes un poco de suerte hasta elfos.

Los dos primeros días nos alojamos en Reikiavik, en la calle Snorrabraut, muy cerca de lo que es el centro. Y os puedo asegurar que es la ciudad más curiosa que puede tener Islandia. Está llena de vida, ya sea por su variedad de restaurantes/bares como por sus calles llenas de colores (Laugavegur y Skólavörðustígur son las más conocidas). Alquilamos la camper por tan solo 200 euros cada una, en MOTORHOME ICELAND. Y como buenas “catalanas”, pedimos que nos recogieran en el aeropuerto en vez de Reikiavik solo para ahorrarnos 10 euros. Sigo sin entender cómo llegamos a esa situación, ya que ello conllevó comprar los billetes al aeropuerto online, equivocarnos de correo donde teníamos que recibir los billetes, perder el bus por la mañana y llegar casi dos horas tarde al aeropuerto donde nos esperaban para darnos la camper. Conclusión, no seáis como nosotras y pagar para que os vengan a recoger. Iniciamos el viaje (sin saber poner la marcha atrás del vehículo), recorriéndonos todo el círculo dorado, lo que viene a ser la parte más turística Islandia, pero para ser honestos no la más espectacular… Teniendo en cuenta todo el sureste desde las explanadas de boñigos verdes, pasando por el glaciar más grande de Europa (Vatnajokull), la playa de diamantes y los fiordos. Otra cosa que debes de saber es que Islandia solo dispone de una sola carretera que la rodea y, si quieres introducirte por el interior, lo mejor es que vayas con un 4×4 a no ser que quieras pinchar tus ruedas. Y lo más importante: Si tienes pensado realizar todo el recorrido, paga de antemano el peaje ONLINE (7 euros) del túnel Hvalfjudor, a no ser que quieras recibir una multa (como nosotras).

Para organizar el viaje recurrimos al itinerario del blog “Viviendo de viaje” que nos ayudó bastante para ver lo más interesante en el tiempo que teníamos. Dicen en muchos blogs que el supermercado BONUS, es el más barato, y estamos de acuerdo. Pero nosotras somos tan geniales que solo fuimos ahí el penúltimo día, solo para pisarlo como quien visita la Torre Eiffel en París. Como no teníamos grifo, recurríamos a las gasolineras y bares, de modo incógnito, para fregar nuestros preciosos platos, cubiertos y ollas. Y no tener agua también dificultaba nuestro súper olor corporal, que solucionamos picando en puertas islandesas, a ver quién era el valiente en ofrecernos una ducha express. Otra opción fue ir a las piscinas “públicas” para darnos un baño a la islandesa, con toboganes de agua, y de paso asearnos, por el modifico precio de 6 euros.

El arte de que las cosas pasen…

Es algo así como conocer el padre de un cantante que te gusta (Kaleo) mientras te comes la mejor pizza del mundo. Poder ducharte y dormir en el pueblo más bonito situado en un fiordo en el norte de la isla (Seydisfjördur). Y que al día siguiente te quedes sin batería en la camper, en “reservas” de gasolina en medio de la nada, casi pinchar una rueda, chocarte con un coche y hacer un parte islandés con unos austriacos, escrito en inglés. Digamos que todo esto pasó en 24 horas. Þetta reddast: Todo acabará bien, es la filosofia de vida que tienen en Islandia, y es con esa misma filosofía con la que tuve que asumir ese percance de última hora.

Mi amiga Marina, al verme tan preocupada, ya que no contratamos seguro, me dijo lo siguiente: “No te preocupes, no hay nada que no se pueda solucionar, esto es solo un problema del primer mundo”. A eso le llamo arte.

Definir el arte es muy ambiguo, pero dicen algunos que es sinónimo de habilidad, talento y experiencia. Que las cosas pasen y seas capaz de extraerle el lado positivo a las situaciones te convierte en un artista de la vida. Y cuando eres consciente de ello, empiezas a agradecer todo lo ocurrido. Agradeces darte cuenta que no solo tienes una amiga, sino que tienes una amiga de calidad, dispuesta a pagar contigo la reparación del vehículo. Que todo problema requiere de una solución que es existente. Que mientras tengas la fortaleza para aceptarlos y aprender de ellos, igual que llegan, pasan.

En Islandia habitan, nada más y nada menos, que 348.000 personas. Donde, 121.960 de esas personas viven en Rekiavik, la capital islandesa. Según mi padre:

“Chocar con un vehículo en Islandia es como clavarse una aguja en un pajar”. 

La verdad es que tengo un don para atraer estas situaciones a mi vida. Pero tengo otro que aprecio como consecuencia de este, y es el de sacarle el lado positivo a las situaciones. Así que en este viaje aprendí que la próxima vez mejor contrataré un seguro para el vehículo. Que está bien establecerse rutas y querer abarcar todo el recorrido en “x” tiempo, pero que existen contratiempos. Para la próxima me aseguraré de que tengo la suficiente gasolina para llegar a los sitios, antes de poder quedarme tirada. Y que las luces del coche se apagan antes de irse a dormir, porque te puedes quedar sin batería.

Yasmine Delgado

¡Próximamente descubre mucho más de esta redactora!

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