Yo creo que leo mucho. Leer es la primera cosa que hago en las mañanas, incluso antes de salir de la cama. Leo novelas, artículos, noticias, anuncios divertidos y las etiquetas de algunos alimentos. Leer para mí es puro hedonismo, al igual que escuchar música, tomar un té o ver todas las películas habidas y por haber cada vez que tengo un poco de tiempo libre.
Escribir, en cambio, parece una tortura.
¿Se acabaron las vacaciones? Después de cinco años de no parar con la universidad y el trabajo parecía que tomarme un tiempo para no hacer nada, literalmente nada, era más que merecido y necesario. Ya han pasado un par de años desde que terminé la universidad. Hoy tengo un trabajo que me hace feliz y he emprendido nuevos proyectos. Hoy me siento con energía para empezar a crear. Hoy tengo también la oportunidad de volver a escribir, y estoy agradecida por ello. Masoquismo le dicen…
Escribir no es fácil, al menos para mí. Al contrario de leer, escribir requiere de un gran esfuerzo. Hay días en los que te sientas frente a una hoja en blanco por horas, y no logras escribir una sola frase. En otros días, tus pensamientos parecen un avispero zumbante, luchando por plasmarse en el mundo físico, y terminas escribiendo decenas de frases que tienen poco o ningún sentido.
Cuando empiezas a escribir se vuelve una necesidad. Es saludable y necesario para la mente, como el ejercicio para el cuerpo. (El ejercicio tampoco es fácil, al menos para mí).
De vez en cuando nos encontramos en el mundo a personas con complejo de creadores; es que no nos paran las manos ni la mente. Pintar un cuadro un día, organizar un viaje, hacer un blog, tejer un bikini (mi proyecto hace unos meses), escribir un ensayo, querer cambiar el mundo de a poquito… y no puedo evitar sonreír. Querida lectora o lector, quiero que podamos reír y llorar juntos, compartir y sentir. ¿Por dónde empezar? Hay tanto dentro que se muere por salir.
Empecemos por aquí.