Detente un momento. Fíjate en dónde estás, en qué estás haciendo y en cuántas personas tienes a tu alrededor. Intenta ver sus ojos, ¿cuántos sueños rotos logras apreciar?, ¿cuántas alegrías escondidas?, ¿cuántos miedos infundados?
Si respondes que ninguno, es normal. Pasamos toda la vida caminando hombro a hombro con tantas personas de las que sabemos tan poco, pues nos enfrascamos solo en nosotros. Pero de vez en cuando, en momentos mágicos, tenemos la suerte de encontrarnos con personas que con solo una mirada nos cambian la vida, personas que con sus palabras nos asombran, con lecciones que sin ser habladas nos marcan y nos hacen crecer como persona.
Me considero dichosa porque he logrado encontrar en mi camino a esas personas, esos héroes, que sin esperar nada, sin pedir nada y sin decir nada, logran hacer la vida de quienes las necesitan mucho mejor, dejando por fuera su propio beneficio, cumpliendo sueños, aunque sus realidades carezcan de ellos.
Hoy quiero hablarles sobre una de ellas. Cualquiera podría decir que la conocí por casualidad, pero ahora estoy convencida de que era lo que debía ser. El momento del encuentro no es tan relevante, como el que les cuente qué hace y cómo la conocí.
Wendy es una mujer fuerte, decidida, nacida para servir y con la terquedad suficiente para luchar por quien ya perdió la fe, dando esperanza a quienes viven en el infierno.
Wendy trabaja con mujeres que han sido olvidadas por el mundo, por nosotros y, tristemente podríamos decir, que por la vida misma.
Mujeres cuya existencia se marca día a día por el maltrato y por el dolor. Mujeres que crecen en desesperación y para quienes ni el sol parece brillar.
¿Imaginan el carácter que se necesita para ser la fortaleza del que esta caído en el piso, y no quebrarse en el proceso? Tener el coraje de enfrentar lo que sea necesario para no soltar la mano de quien confía en que contigo puede salir del hueco. Yo solo puedo suponerlo, la vida no me ha puesto en esa posición y no se qué haría si me tocara, pero sí sé lo que hace Wendy: ella se levanta, se sacude el polvo, las malas ideas y sigue un día más, un paso más, y siempre hacia al frente sin vacilar.
¿Recuerdan que les comentaba que estas guerreras pelean por los sueños de otros aunque su vida no los tenga? Seguramente estoy siendo muy atrevida al decirlo o insinuarlo, pero por lo que sé y me motivó a compartirles su historia, puedo arriesgarme a creer que la vida de Wendy ha tenido su ración de carencia de sueños o de ver algunos de ellos rotos; de eso sí estoy segura.
Después de nuestra primera oportunidad de conocernos, y a raíz de este blog del que ahora me he hecho adicta, decidí acercarme a ella para pedirle acceso a las historias de las mujeres con las que trabaja, y de quienes quedé prendida desde la primera vez que supe de ellas, todas, todas son el ejemplo que deberíamos seguir, pero esas son historias de otro momento.
En esa ocasión, Wendy, de una manera que creo podría comenzar a decir que es típica de una persona como ella, sin entrar en detalles me explica que no me puede ayudar, yo como carezco de paciencia y en tantas ocasiones hasta de prudencia. Decidí insistir y descubrí entonces el valor de esta mujer, y si antes la admiraba ahora simplemente me ha dejado sin palabras.
Ella, con tanta paciencia y normalidad, me explica que está enferma, que la deben operar pero que debe esperar. Lastimosamente, el sistema de salud local hereda todas y cada una de las pestes de un gobierno corrupto, pero que ella intentará ayudarme como pueda, es más, hasta disculpas me pidió por no poder responder antes. Ella en cama sufriendo, me pide perdón a mí, sinceramente no sé de qué otra manera expresar la grandeza de ese sentimiento de servir.
Obviamente, al escuchar lo que me comenta, mis facciones cambiaron y me di cuenta de que mi interés personal se había dado con una piedra. Asombrada le pregunté cómo estaba y le deseé todo lo mejor en su futura operación. A lo que ella, para sorprenderme más, me dice “estoy segura de que me iré bien, tengo un ángel en el cielo que me cuida, mi esposo murió hace dos meses”, y justo en ese momento sentí que el cuarto en el que me encontraba se me hacía más y más pequeño, y me puse por unos momentos en sus zapatos y no lograba, bueno aún me cuesta entender, cómo tenía paz, cómo no estaba desesperada, cómo es posible que aún tuviera tiempo e interés en ayudarme a mí.
De ahí en adelante, me he preocupado por saber de su evolución. Ya la operaron, mantiene la misma sonrisa y está incrédula de que su historia sea una que valga la pena compartir.
Wendy es ahora mi amiga, es mi recobrada fe en la bondad de las personas.
Ella pertenece a esa rara y casi extinta raza de ser humanos, que reconocen que el amor va mas allá de uno, de los que sienten alegría al ver la sonrisa en el que antes estaba llorando, de los que entienden que la verdadera realización está en trabajar por el otro, porque en la medida que enriqueces, salvas, creas vida para otros; en esa medida, tu existencia en este mundo cobra sentido y ganas la inmortalidad en la mente de cada uno de ellos, y así te alejas del olvido.