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La tiranía de la imagen, una losa invisible

Cuando hablamos de cuestiones de género, los posibles temas a debate que nos asaltan la mente son numerosos: La brecha salarial entre hombres y mujeres, la dificultad de conciliación de maternidad y trabajo para nosotras, la dura tarea del acceso a ciertos puestos de responsabilidad que parecen estar destinados únicamente al género masculino o la preocupante situación en materia de violencia de género, entre otros muchos. Sin embargo, hay un tema que planea sobre todos estos y que se diluye y normaliza, como si como si fuera algo que tenemos que aceptar para formar parte del “Club” de las que optan al éxito o a “una vida digna”. Hablo de la tiranía de la imagen. Y es que este leitmotiv, se caracteriza por llevar por bandera la JUVENTUD ETERNA y la DELGADEZ. Meta de la imagen que nos impone la sociedad y que nos asfixia con sus exigentes demandas y estilo de vida.

A principios de agosto de este año, el diario El País, aprovechando el 25 aniversario del estreno de la película La Máscara, debut de la actriz Cameron Díaz en el año 1994, publicaba en su versión online una noticia que recordaba el cambio de vida de la actriz, que vive ya retirada desde hace algún tiempo de la que ha sido su profesión.

Lo cierto es que no hemos vuelto a ver a Díaz en la pantalla desde 2014. Ella misma confesaba no haber recibido papeles interesantes en los últimos 4 años, pues la que fuera sex symbol durante las últimas dos décadas, ha sufrido la tiranía de la imagen en sus propias carnes por parte de la industria que en su día la catapultó al estrellato y para la que ahora no parece ser suficientemente bella o válida. Dato curioso y preocupante, pues hablamos de una mujer joven, capaz y seguramente con un mundo interior mucho más interesante que en la época en la que gozaba de 20 años.

Son muchas las actrices que confiesan que, pasados los 40 años, encuentran mucha dificultad para encontrar papeles, e incluso las que superada la barrera de los 30 afirman sentir que entran en una edad que ya no cumple los exigentes standares de la industria cinematográfica. Yo misma, como actriz y periodista, carreras en las que la imagen es un factor importante, siento como esa presión está presente. Y no sólo en mi profesión, sino también en mi vida personal. Y es que a veces me cuesta no dejarme llevar por ese pensamiento autodestructivo que nos pesa como una losa a muchas mujeres y nos mina la autoestima de manera discreta y lenta, pero insistente, conforme avanza el tiempo.  

Pero ¿tenemos que creer que a partir de los 40 las mujeres dejan de ser atractivas? Y aún peor, ¿tras los 30 años se entra en una “carrera contrareloj” cuyo fin es no aparentar el paso del tiempo? Por inverosímil que parezca, parece ser que sí. Mientras ellos alcanzan una “madurez muy atractiva”, ellas ante la sociedad como hoy en día esta establecida, entran en zona de peligro y deben empezar a prepararse para lo que se avecina de ahora en adelante. 

A decir verdad, las actrices de Hollywood llevan reivindicando la escasez de papeles para ellas pasados los 40 años, cuando sus compañeros de profesión no gozan de este problema. Actrices como Meryl Streep o Patricia Arquette, entre otras, han reivindicado en los últimos años esta discriminación, así como otras, como Eva Llorach lo hacían en la pasada edición de nuestra fiesta del cine: Los Premios Goya.  

Algunos de los casos más sonados, o por lo menos así me lo parecieron a mí, por lo inverosímil del asunto, son sucesos como el que vivió Maggie Gyllenhaal. La actriz expresaba, así como hace algunos años, cuando gozaba de la edad de 37, fue rechazada por los productores para interpretar un papel como amante de un hombre de 55 años por ser considerada “demasiado mayor”. Otro caso llamativo es la actriz Olivia Wilde, que fue descartada para su papel en la película El Lobo de Wall Street, que recayó en Margot Robbie, por el mismo motivo. Y es que a partir de los 40 años es difícil sobrevivir a la discriminación de la edad y la imagen en líneas generales y en algunas profesiones en particular.

Pero la presión por lucir más joven y más delgada o alcanzar lo que los cánones de belleza definen como “perfección”, trasciende las profesiones mediáticamente más expuestas y no deja títere con cabeza. La escritora y activista Jean Kilbourne, resalta en su documental Killing us softly, la imagen que los medios y la publicidad presentan sobre las mujeres y el ideal de belleza a alcanzar:

“Nos muestran que debemos invertir grandes cantidades de tiempo, energía y dinero para alcanzar el ideal de belleza que nos marca la sociedad y, por tanto, sentirnos avegonzadas y culpables sino lo conseguimos”, afirma Kilbourne. 

Otras, que parecen salir victoriosas de la ardua batalla como la actriz, Jane Fonda, no siempre lo hacen por las razones deseadas y tienen una historia detrás de la figura idílica que nos llega, mucho menos glamourosa. La actriz afirma en el documental Jane Fonda in Five Acts, que se puede ver en España desde la plataforma HBO, haber vivido con trastornos alimentarios y sucumbir a la cirugía estética, muchas veces sin desearlo, para seguir manteniéndose “perfecta”. Un duro peaje a pagar para seguir trabajando, que, en la mayoría de los casos, aún cediendo, no es suficiente.

Lo preocupante es que las matemáticas juegan en nuestra contra. Pues no solo la mujer tiene que lucir joven eternamente, ante cuya imposibilidad, en muchos ámbitos, se la retira a partir de una edad temprana, sino que también tiene que ajustarse a un determinado peso y altura y, por si fuera poco, conseguir objetivos antes de la “edad maldita”. En muchos casos, esto significa retrasar las elecciones de vida que le gustaría llevar a cabo para conseguirlo antes de llegar a la madurez, a pesar de que paradójicamente les quedaría media vida de trayectoria profesional. 

Porque ¿Si a partir de los 30 la sociedad nos manda mensajes de que el tiempo apremia, cómo no retrasar la edad de ser madres? La carrera por conseguir los altos objetivos, conduce a la inevitable decisión de retrasar conceptos como la maternidad y priorizar la apariencia física y los logros a alcanzar. Ellos, sin embargo, pueden respirar tranquilos, pues como el buen vino, según la mirada de una sociedad que es más tolerante con ellos en estas cuestiones, mejoran con los años. 

Paloma García

Actriz y periodista. Su pasión es viajar, leer libros, el cine y las obras de teatro.

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