Son varios los hallazgos alarmantes que surgen a partir de un estudio ambiental basado en la industria de la moda. De acuerdo con la Conferencia de la Organización de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, ésta es la segunda más contaminante del mundo.
“La industria de la moda produce más emisiones de carbono que todos los vuelos y envíos marítimos internacionales juntos”
Para tener un pantallazo de la situación, podemos mencionar algunos datos brindados en dicha conferencia que indican que este rubro utiliza cada año 93.000 millones de metros cúbicos de agua (un volumen suficiente para satisfacer las necesidades de cinco millones de personas) y que cada año se tiran al mar medio millón de toneladas de microfibra (lo que equivale a 3 millones de barriles de petróleo). Además, produce más emisiones de carbono que todos los vuelos y envíos marítimos internacionales juntos, con las consecuencias que ello tiene en el cambio climático y el calentamiento global.
Los datos son contundentes y, siguiendo con lo que pasa en los mercados más desarrollados del mundo, cada vez más marcas y diseñadores locales se suben a la ola ecológica. Numerosos emprendimientos de diseño comenzaron a orientar sus producciones en línea con la sustentabilidad. Si bien la búsqueda de una moda sustentable es compartida por grandes marcas, a los grandes impulsores se los encuentra entre pequeños jóvenes emprendedores que están redefiniendo la industria textil.
Estos nuevos proyectos no solo plantean la necesidad de producir buscando generar un menor impacto ambiental, sino que también proponen un modelo de comercio que reivindique las diferentes instancias de valor de la cadena productiva.
“En los últimos 20 años, se haya presentado un aumento del 400% en el consumo de ropa en el planeta”
Uno de los verdaderos problemas radica en que no solo se trata de la oferta de prendas, sino de una forma de consumo que cada vez se acentúa más, en la cual las prendas y tendencias cambian a la misma velocidad con la que cambian los gustos de los consumidores. Esta tendencia consumista hizo que el promedio de uso de una prenda nueva sea de solo siete veces antes de ser desechada y que, en los últimos 20 años, se haya presentado un aumento del 400% en el consumo de ropa en el planeta.
A esto se lo conoce como “fast fashion” , fenómeno por el cual se introducen colecciones de ropa que siguen las últimas tendencias de la moda, y que fueron diseñadas y fabricadas de forma acelerada y a bajo costo. Así, la industria ofrece al consumidor la posibilidad de acceder a prendas novedosas de forma continua. Por más que al “slow fashion” le sea difícil el camino hacia el consumidor, definitivamente será lo próximo a lo que hacer foco.
Es por eso que la sociedad, las grandes empresas y los gobiernos necesitan comprometerse a cambiar el camino de la moda, reduciendo los impactos negativos ambientalmente – y socialmente – hablando. Y de esta forma, convertir a la moda en un impulsor de la implementación de objetivos de desarrollo sostenible en el mundo.
“La diferencia se hace ver al ser un consumidor consciente y responsable”
La sociedad está buscando recuperar el vínculo con el medioambiente, y, para lograrlo, es necesario experimentar un nuevo tipo de relación con el consumo. La diferencia se hace ver al ser un consumidor consciente y responsable.