Fibromialgia, síndrome de fatiga crónica, sensibilidad química múltiple, electrosensibilidad. A todas ellas se las denomina genéricamente enfermedades de sensibilización central. Casi nadie había oído hablar de estas patologías hasta los años 90, hace unos treinta años. Desde entonces aproximadamente 1.500.000 personas, el 90% mujeres, hemos recibido uno o varios de estos diagnósticos en España. Habéis leído bien. Esa es la cifra de personas afectadas que maneja el Instituto de la Seguridad Social (INSS) en un informe de 2019: 1.500.000 personas las padecen, el 90% mujeres: Muy llamativo, ¿verdad? Para darnos cuenta de la envergadura del problema, apuntaremos un solo dato comparativo: aproximadamente 150.000 personas padecen párkinson en nuestro país.
“Es un problema de salud crónico para el que no existe solución”
¿Qué está pasando? ¿Cuál es la causa de que en poco más de treinta años un número tan elevado de mujeres hayan contraído una enfermedad de la que hace cuarenta años apenas ni se hablaba? ¿Qué es lo que produce esa sensibilización afectando de una forma tan llamativa y tan selectiva a las mujeres?
Cuando recibes uno de estos diagnósticos te suelen explicar que es un problema de salud crónico para el que no existe solución. Generalmente llevas años recorriendo consultas de diversos especialistas que no han sabido realizarte un diagnóstico ni proponerte un tratamiento, excepto recetarte antidepresivos, lo cual agrava severamente los síntomas en muchos casos. Progresivamente has ido perdiendo facultades físicas y cognitivas. Tu calidad de vida se ha ido deteriorando vertiginosamente. Tienes problemas de sueño, dolores crónicos e incapacitantes, una profunda extenuación tras realizar los más mínimos esfuerzos o ejercicios. Dificultades cognitivas a veces muy severas. Con cuarenta años tienes la calidad de vida de una persona de ochenta. Tratas de seguir viviendo como si no pasara nada, tirando de tu casa, tus hijos y tu trabajo como siempre lo has hecho, pero cada día es más difícil, y llega un momento en el que pasa a ser literalmente imposible.
Entonces es cuando suelen llegar los diagnósticos. Y algunas personas progresivamente, los acumulamos todos. Los cuatro. No nos resignamos a lo que nos dicen inicialmente, cuando nos diagnostican fibromilagia y síndrome de fatiga crónica, que son enfermedades crónicas para las que no existe solución. Vivir así no es vivir. Seguimos buscando, leyendo, investigando. Y damos con médicos que también lo están haciendo. Con su ayuda descubrimos que al evitar químicos y ondas electromagnéticas y al incorporar determinados tratamientos que compensan el estrés celular que ambos provocan, nuestra salud da un vuelco y recuperamos capacidades que creíamos perdidas y una calidad de vida que pensábamos que jamás volveríamos a tener. Cuando recibimos el diagnóstico de sensibilidad química y electromagnética no es tanto porque hayamos desarrollado nuevos síntomas, sino más bien, porque hemos descubierto la causa de problemas con los que llevábamos años y al descubrir esa causa y evitarla, recuperamos la salud. Pero también comprobamos que, ante exposiciones acumulativas, los síntomas reaparecen y podemos recaer en el horror que ya hemos vivido. Y el problema es que somos libres -hasta cierto punto- para decidir si nos exponemos a químicos, pero es sumamente complicado evitar las ondas, incluso en tu propia casa, pues te llegan desde antenas de telefonía y wifis e inalámbricos de los vecinos.
“Desde los años 90 se han introducido masivamente tecnologías inalámbricas para las que no se ha hecho ninguna comprobación de su peligrosidad”
Cuando descubrimos todo esto leemos, buscamos, y encontramos algo que jamás habríamos concebido. Yo siempre pensé que cualquier sustancia que se introdujera en el mercado previamente había pasado unas pruebas que garantizan su inocuidad para la salud y el medio ambiente. En absoluto es así. Hasta 1981 estas pruebas no se requerían para comercializar un nuevo químico. Y para entonces ya había en circulación unos 100.000 químicos que no se habían estudiado. Muchos de ellos son disruptores endocrinos que imitan las hormonas femeninas actuando como si fueran estrógenos y que rompen todos nuestros equilibrios hormonales. Todos tenemos en sangre una media de 40 de estos químicos no estudiados.
También pensaba que antes de introducir una nueva tecnología se hacían pruebas que demostraran su no peligrosidad para las personas y el medio ambiente. Esto tampoco es así. Desde los años 90 se han introducido masivamente tecnologías inalámbricas para las que no se ha hecho ninguna comprobación ni investigación previa de no peligrosidad y para las que inicialmente, ni siquiera existían regulaciones: teléfonos inalámbricos, wifi, bluethoot, telefonía móvil y sus antenas 2G, 3G, 4G y ahora 5G, etc. Recientemente, 15 y 25 años después de su introducción, el Instituto de Toxicología de EEUU ha realizado pruebas en ratas sobre los efectos del 2G y el 3G y ha encontrado que provocaban tumores de corazón y de cerebro, resultados en buena medida coincidentes con estudios epidemiológicos realizados en personas por el uso del móvil. La OMS declaró en 2011 las tecnologías inalámbricas como posible cancerígeno de nivel 2B, lo que está ahora en proceso de revisión, por lo que se podría elevar esta clasificación.
Igualmente, el 89 % de los estudios realizados por pares y publicados en revistas científicas sobre estas tecnologías encuentran que provocan un fuerte estrés oxidativo celular. También producen efectos neurológicos. Hay estudios que han encontrado que abren la barrera hematoencefálica que protege el cerebro, lo cual posibilitaría que los químicos que todos tenemos en sangre accedan a él. Científicos en todo el mundo, están pidiendo a la OMS y a la ONU que no se despliegue la tecnología 5G hasta que no se realicen estudios previos que demuestren su no peligrosidad, pero la mayoría de los gobiernos avanzan en dirección contraria.
“La OMS no ha reconocido todavía la existencia de la sensibilidad química múltiple y de la electrosensibilidad”
Investigadores que estudian separadamente fibromialgia, síndrome de fatiga crónica, sensibilidad química múltiple y electrosensibilidad están encontrando problemas en el funcionamiento de las células de las personas afectadas debido al estrés oxidativo. Lo mismo que encuentran los científicos que estudian los efectos en las células de químicos y ondas electromagnéticas.
Sin embargo, la OMS, que sí ha reconocido la existencia de la fibromialgia y el síndrome de fatiga crónica, no ha reconocido todavía la existencia de la sensibilidad química múltiple y de la electrosensibilidad. Y el documento del INSS que maneja las cifras descritas de mujeres españolas afectadas por estas enfermedades, mezcla en una misma guía estas cuatro patologías con los “trastornos somatomorfos”, que el mismo documento describe cómo un trastorno psiquiátrico “cuyo antecedente se halla en la histeria”. ¿Pretende insinuar el INSS que en 30 años se ha desencadenado una epidemia de “histeria” entre las mujeres españolas? La guía está dirigida a médicos de familia y a las unidades que conceden las incapacidades laborales. El INSS, aun reconociendo que no existe evidencia científica que avale su recomendación, aconseja en ella el tratamiento de estas enfermedades con antidepresivos y con terapia cognitivo conductual y desaconseja la no exposición de los enfermos a químicos y a ondas. También advierte a los jueces de que se lo piensen mucho antes de conceder incapacidades laborales, pues muchas mujeres están consiguiendo vía judicial lo que el INSS les denegaba.
Realmente es un gran problema que 1.500.000 personas, el 90% son mujeres, padecen en España estas enfermedades incapacitantes. Pero la solución no pasa por culpabilizarlas y condenarlas al ostracismo, sino más bien por buscar cuál es la causa y qué es lo que está pasando antes de que el problema afecte a capas mayores de población. Y por formar médicos, unidades especializadas, investigadores y estrategias de prevención.
“¿Se daría el mismo trato a estas enfermedades si el 90% de los afectados fueran hombres?”
Por último, aportaré un dato cuanto menos curioso: la misma persona bajo cuya responsabilidad se establecieron los límites de emisión para las tecnologías inalámbricas en España en el año 2001, ha estado posteriormente vinculada con compañías de telecomunicaciones a través del SATI y forma parte del Comité Interministerial sobre Radiofrecuencias y Salud (dependiente del Colegio Oficial de Ingenieros de Telecomunicaciones. No se conoce declaración de conflicto de intereses de sus miembros). Desde ese comité ha elaborado informes de inocuidad sobre las tecnologías inalámbricas que han salido en todos los medios de comunicación. En ellos, este señor se ha permitido algo tan grave como manipular abstract de estudios científicos sobre electrosensibilidad cambiando el sentido de sus conclusiones, para afirmar que lo que padecen estos enfermos es un trastorno psiquiátrico. Esto mismo ha defendido en medios de comunicación cuando las incapacidades laborales se han llevado a los juzgados. Y esa misma persona, lo que es ya el colmo, ha sido desde 2012 responsable del Ministerio de Sanidad de todas las enfermedades de sensibilización central, incluida la electrosensibilidad. Quien debería defender los intereses de los enfermos es su mayor detractor. Sin embargo, no se ha creado el Comité Interministerial de Radiofrecuencias y Salud a pesar de varios requerimientos del Defensor del Pueblo a los dos últimos gobiernos y a pesar de que la Ley de telecomunicaciones de 2014 así lo establecía. El mismo defensor del Pueblo denuncia en un informe de 17 páginas que el Plan 5G y los Proyectos Piloto 5G no han sido sometidos a estudio ambiental como la ley obliga y que se están llevando a cabo sin garantías sanitarias.
“Como mujeres, no podemos permitir que además de padecerlas, se nos culpabilice por sufrirlas”
Cabe preguntarse: ¿Se daría el mismo trato a estas enfermedades si el 90% de los afectados fueran hombres? El cambio climático fue una verdad incómoda que nos costó aceptar. La existencia de estas patologías que ponen en cuestión todo nuestro sistema económico y productivo afectando a intereses muy poderosos, es una verdad todavía más incómoda. Ahora bien, como mujeres, no podemos permitir que además de padecerlas, se nos culpabilice por sufrirlas. Y cambiar esto es una tarea de todas, no sólo de aquellas a las que ya nos ha tocado soportarlas, porque en el fondo, lo que está en juego es nuestra dignidad como personas y la vida y la salud de todas nosotras. Existen formas muy sutiles de discriminación, opresión, violencia estructural y vejación contra las mujeres. Y esta es una de ellas que habría que incorporar prioritariamente a las reivindicaciones del 8 de marzo.
Muchas gracias Blanca:
Completamente de acuerdo, no se puede ningunear a las mujeres que padecemos cualquiera de estas enfermedades y mucho menos culpabilizarnos.Todas ellas son enfermedades reales, que se sufren y que cambian la forma y calidad de vida de quienes la padecemos.Deben ser reconocidas por la OMS, pero ya, por justicia. La electrosensibilidad química que sea reconocida ya y por favor, que no se aplique el 5G sólo por intereses económicos sin tener en cuenta los daños para la salud que implica. Sólo un poco de cordura,de realidad, de acercarse a cada mujer que lo padece, ….hay que dar pasos para proteger no para exponer cada día más.Por eso digo también muy claro y muy alto STOP 5G.
Basta de tapar varia enfermedades con ” sensibilización central. Tengo FM,sqm y Em. Llamemos a cada una por su nombre y empiecen a mover el culo los políticos y hagan algo por los enfermos
Muchas gracias por el artículo Blanca. Soy electrosensible, mujer y andaluza. Y te digo ‘andaluza’ por qué en esta comunidad aún es más difícil. Si en el resto de España somos invisibles, aquí se junta la chirigota, la broma, médicos que se ríen cuando les cuentas los síntomas.. Afortunadamente ahora tengo un diagnóstico. Eso no me libra del 5G que me está destrozado, pero algunos se han tenido que tragar sus risas.
Gracias Blanca por la información que ofreces este artículo.