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Sylvia Iparraguirre: “Cada escritura es una especie de experimento personal”

sylvia ipaguirre

“A través de mis novelas intento transmitir siempre que los viajes son una inspiración para el encuentro con el propio ser”

Sylvia Iparraguirre (72) es una lectora y escritora argentina que descubre, en su infancia, que puede vivir otra vida en los libros. Una vida más apasionante e intensa que los demás ignoran. Amante de Cortázar, de Tolstói, de Sartre, de Bajtín y de Borges. En su vida hay un antes y un después del descubrimiento de la biblioteca de su abuela en Los Toldos y, otra, que compartió con el escritor Abelardo Castillo, a quien recuerda como un hombre formado ideológica y literariamente: Descubrí que quería ser escritora al lado de él. Yo escribía desde Junín, pero desde una manera secreta. Él me dijo, tenés que escribir, arriesgarte y publicar estos cuentos. A partir de ahí comenzó mi carrera”

Es también profesora en Letras Modernas y pertenece, desde 1982, al Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONI-CET). Actualmente trabaja en el Instituto de Lingüística de la Facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires.

  • ¿Cuándo comenzó tu relación con la lectura y la escritura?

Desde que tengo uso de razón escuché historias en la familia de mi padre, ya que los relatos orales eran un hábito. Siempre recuerdo el primer libro que leí: “Marido y mujer” de Tolstói, tomado de la biblioteca de mi abuela. La primera escena de mi vida como lectora se armó ahí, con una total libertad. Nunca me dijeron lo que podía o no leer. Otro hito fue mi llegada, muy joven, a la capital federal, para comenzar mis estudios universitarios: estaba sola en la ciudad y empezaba a leer todo aquello que me interesaba, que me iba a formar como escritora. 

  • ¿Cómo es la experiencia de escribir novelas? ¿Permitís cierta espontaneidad o trabajás a partir de esquemas previamente hechos?

La escritura de una novela es un trabajo muy complejo que me compromete por completo. No sigo un sistema, no tengo método. Voy descubriendo cómo es la novela a medida que la escribo. Cada una de las novelas que escribí me propuso una resolución diferente: tuve que descubrir cómo hacerlo. Cada historia trae su forma implícita  que hay que descubrir y desarrollar. Una particularidad de la novela es que es el único género posterior a la invención de la escritura. Los géneros del teatro, la poesía, el cuento oral, son anteriores. La novela, entonces, como único género subsiguiente tiene cierta maleabilidad y la posibilidad de captar el momento, porque es un espejo del hombre que escribe. Para mí cada escritura es una especie de experimento personal. Por eso no me pongo ningún límite, voy descubriendo lo que voy queriendo decir y es la escritura misma la que me va guiando y llevando cada vez más lejos. 

  • En la mayoría de tus libros haces hincapié en la temática viajes, ¿qué te hizo hacer énfasis en dicho tema? 

El viaje tiene que ver, en principio, con una cuestión que es la transformación. Considero que todo viaje, en una medida mínima, máxima o mediana nos transforma. Nos hace ser otros en algún momento o en todo momento. Hablo de una transformación profunda o superficial, pero siempre hay una. Es una búsqueda de la propia identidad.  Por eso intento, a través de mis cuentos y/o novelas, transmitir siempre que los viajes son una inspiración para el encuentro con el propio ser. El viaje mismo es la constitución del sujeto, que busca la personalidad -muchas veces, a partir del reconocimiento de las diferencias, en lo nuevo, que permite mí identificación-, sus orígenes y su destino. 

  • Ryszard Kapuściński en su libro “Encuentro con el Otro” se pregunta: “¿Cómo acercarse al Otro, cuando no se trata de un ser hipotético, teórico, sino de una persona de carne y hueso que pertenece a otra raza, que tiene una fe y un sistema de valores diferentes, que tiene sus propias costumbres y tradiciones, su propia cultura?”. La pregunta, entonces, a vos, escritora y viajera, ¿cómo logras, por ejemplo en Tierra del Fuego, representar dicho choque cultural? 

En Tierra del Fuego, puntualmente, se representa sólo porque se ponen en contacto mundos alejados en el tiempo y espacio: el de Jemmy Button, indio yámana, con Fitz Roy, navegante londinense. Es un feroz encuentro de dos culturas totalmente diferentes, que toman conciencia por primera vez del “mundo exterior” – es decir, de otro mundo más que el propio-. Al final de la novela, se descubre que ha sido un viaje de aprendizaje, de iniciación, de develamiento de la identidad. Es un viaje arquetípico que concluye con el descubrimiento de sí mismo. 

  • La escritura de tu último libro, “La vida invisible”, se detuvo por un tiempo con la inesperada partida de tu esposo y colega, Abelardo. ¿Cómo transitaste dicho momento?

Fue totalmente abrupto. Abelardo tenía 82 años pero una lucidez admirable. Con su partida, La vida invisible se transformó en un diálogo continuo -con él-. Fue, sin dudas, el libro más difícil de mi vida. Lo que más me costó fue encontrar un espacio entre tanto duelo para poder terminarlo. Fue un esfuerzo que se me hace imposible explicar. Hay un capítulo completo que se lo dedico a él como lector, ya que consideró la lectura como un segundo arte, con los mismos valores que tuvo la escritura. Su biblioteca instruyó mi educación literaria. Él tuvo un papel protagónico en mi formación y en mi vida entera. La vida invisible es un viaje a lo más íntimo de mí, a pasar por mis hábitos de lectura, mis costumbres, y hasta obsesiones. También a recorrer juntos un camino de lecturas que me fueron formando como lectora y como escritora.

  • Cuatro libros de cuentos, seis novelas, además de ensayos, notas y relatos… ¿Te queda algún proyecto pendiente?

Otra novela, en la que estuve trabajando a lo largo de este año, sobre los diarios de Abelardo, que pronto será publicada. Además de un seminario sobre literatura argentina, en conjunto con la Dirección de Cultura, que recorrerá varias provincias.

Carolina Ramos

Periodista, Fundadora de Nómada, Community Manager de una princesa austríaca.

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