No soy escritora, ni se escribir, nunca nadie me enseñó. Tampoco pensé que podría hacerlo. La inspiración nace en cada paso, cada gesto, cada movimiento que se da en mis idas y venidas de mi día a día.
Cualquier cosa resulta inspiradora para mí. Digna de ser escrita, leída o fotografiada. Cosas ocultas en sí mismas con algún atisbo de belleza, por pequeñas que parezcan, valerosas de poder ser admiradas. A veces son las cosas más sencillas las que guardan celosas su mayor interés, y ocultan sus misterios a los ojos ajenos codiciosos por resolverlo. Como en la pintura del Costumbrismo holandés, cuando Johannes Vermeer miraba las nubes y se preguntaba de qué color amanecían ese día.
“Un toque de misterio y de nocturnidad que avive mi deseo y mi curiosidad”
Ricardo Montaner
Me levanto por la mañana, lo primero que hago es abrir Instagram, mirar la agenda del día y desayunar antes de hacer nada más. Pues como todos sabemos, y los floristas todavía más, con el estomago vacío no se puede pensar.
Y así día tras día, me dejo llevar por esa necesidad, ese ímpetu creador, el misterio de una inspiración que sé que está a punto de llegar, que aparecerá de repente en mí y, tal como viene se va. Como si fuera un poema de Antonio Gala: “Gracias bien mío, por haber venido”. Así es la INSPIRACIÓN. Así llega a mí y tan afortunada me siento de poderla compartir. Así empecé a escribir. Mi primer pensamiento, mi primera emoción, mi primera frase, mi primera intención, mi primer mini escrito, mi escri-siendo.
¡Bendita inspiración! Gracias a ti, por abrazar mis sueños en la noche y mis versos por el día. Darme el oxígeno al levantarme y las estrellas al acostarme.
Me encanta todo lo que escribes Isabel, es profundo y bello. No dejes nunca la escritura (no nada de lo que haces, todo tan bien!)