Cuando estaba escribiendo mi último libro “Lo que revelan los dibujos de tus hijos…y los tuyos”, mi mente se reencontraba con aquel juicio que marcó un antes y un después en mi vida personal y profesional.
Estaba realizando prácticas en un despacho de Derecho Penal. Hasta entonces, mi trabajo se basaba principalmente en hacer escritos de acusación y defensa a personas procesadas por presuntos delitos económicos, hurtos, robos etc.
“Algunos casos eran duros, pero no habían llegado a impactarme tanto como el juicio al que acudí el 15 de marzo de 2014”
Eran las 9 de la mañana y mi jefe tenía que defender a una persona acusada por abusos sexuales. Ese hombre tenía 68 años y era el tío de una niña de 7 años que le había denunciado por delitos de agresión sexual. La niña hablaba detrás del biombo, sus palabras se entrelazaban entrecortadas contando lo que el tío le decía:
-Estate quieta solo te voy a tocar un poco, ábrete de piernas, estas más guapa sin bragas…
Yo al borde de las lágrimas sentí impotencia por pensar que el despacho en el que trabajaba defendía a aquel sinvergüenza (por no llamarle otra cosa) que decidió apoderarse de la vulnerabilidad e inocencia de una niña. Sentí rechazo a todas esas leyes injustas que cuestionaban constantemente a una niña para reducir la pena a un enfermo como su tío.
Aparecieron las pruebas periciales y una perito enseñó la evolución de los dibujos de aquella niña. Dibujos con colores oscuros, figuras completamente desnudas, rasgos faciales omitidos y formas angulosas definían la agresividad del tío. Un juicio donde las palabras de aquella niña no tuvieron una validez absoluta, pero que pudieron demostrarse a través de sus múltiples ilustraciones.
El juicio terminó, y cuando iba de camino a casa con una sensación de dolor, decepción y rabia, solo podía cuestionarme:
¿Quiero esto para mí? ¿Estoy siendo honesta conmigo misma? La respuesta fue clara, abandoné el mundo de la abogacía. Un mundo complejo con el que tienes que lidiar con aquello que no siempre defiendes, donde los valores y el trabajo no van siempre de la mano. Un mundo que no estaba hecho para mí…
Y es a partir de ese preciso momento, cuando quise dar un giro de 360 grados y dedicarme a mis pasiones. La Comunicación, la Grafología y las Técnicas Proyectivas.
“Sé que aquel ímpetu me llevo a tomar la decisión correcta”
Desde entonces mi vida cambió, transmitiendo con el corazón para acabar con aquellas situaciones que marcan la vida de muchas personas, realizando informes periciales que hagan justicia, ya sea escribiendo y comunicando a través de libros o en diferentes medios. Un trabajo que me permite potenciar la creatividad, creando nuevos proyectos que sirvan para ayudar y hacer de este mundo un lugar mejor.
Algunos me dijeron que quizás había sido demasiado impulsiva por tomar aquella decisión. Hoy, sin embargo, sé que aquel ímpetu me llevo a tomar la decisión correcta.
Porque como bien dijo Buda:
“Tu trabajo es descubrir tu trabajo, y luego, con todo tu corazón, entregarte a él”
Buda
Hicisteis lo correcto.. 😘