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¡Basta ya de Mr. Wonderful con mascarilla!

Fuente: Annie Spratt/ Unsplash

Hasta en Estado de Alarma tenemos que aguantar esta mierda. Este “todo lo malo tiene algo positivo”. Que sí, que está genial que nos apoyemos colectivamente. Pero basta ya de esta versión de Mr. Wonderful con mascarilla. Yo estoy en la mierda. No siempre, es verdad. Pero por lo general esto no es bonito. Mi padre lleva trece días con fiebre alta, tos seca y otros síntomas del COVID-19. Está solo en su casa, a 400 km de mí, sin atención médica ni prueba que valga. Porque tiene la “suerte” de no necesitar ingreso médico. De momento. 

Mi madre también está sola en su casa. Lejos. Trabajando 16 horas al día. Es informática y junto a sus compañeros tiene que hacer un esfuerzo titánico para que la administración pública pueda seguir trabajando telemáticamente. Mi compañera de piso se tuvo que volver a su pueblo hace dos días para cuidar de su abuelo dependiente. Su madre, enfermera, ha sido aislada junto a sus compañeros en un hotel y ya no puede hacerlo ella. 

“Mi perro está cada día más triste. Sale poco, no se mueve lo que necesita y, cuando lo hace, no socializa. Y a él no podemos explicarle lo que es una cuarentena”

Y también estoy yo. Que vivo en una montaña rusa emocional. A veces estoy animada y hago cosas. Pero otras me quiero arrancar la piel a tiras. A veces sólo quiero comer hasta empacharme. Y otras no quiero salir de la cama porque se me vienen la casa y el mundo encima. Porque estoy preocupada. Porque no puedo salir de casa. Porque hemos perdido de golpe una larga lista de libertades. Es por un bien común y mayor, eso es cierto. Pero las hemos perdido, eso es una realidad. No me quitéis tampoco la libertad de hundirme en el hoyo. No es que quiera estar mal deliberadamente. Sólo quiero tener la libertad de estarlo sin sentirme culpable. 

Es cierto, nadie me está castigando directamente ni señalando con el dedo. Pero vuestra sobreactividad me abruma. Vivo en un piso interior, no veo la calle. Mi única ventana al mundo son las pantallas. Y la costumbre de compartir sólo lo bueno, lo positivo, la purpurina, me hace sentir sola. Como si fuera la única que se siente mal. La única que no tiene ganas de aprovechar esta pandemia y sacarle un lado productivo. Y, sinceramente, no creo que lo sea. 

“Que todo este positivismo no nazca desde la imposición sino desde la posibilidad”

Me gustaría que todos esos aplausos, esos retos, los directos de Instagram, las actividades de balcón a balcón… Que todo eso no nos haga pasar por encima de nuestra tristeza. Porque cuando obviamos nuestros sentimientos, cuando anulamos las señales que nos manda nuestro cuerpo, nos estamos colocando a nosotras mismas en un segundo lugar. 

Que todo este positivismo no nazca desde la imposición sino desde la posibilidad. Que no sea un “Tienes que estar bien”, sino un “Si quieres, te doy la mano y lo intentamos juntas con esta clase online de zumba. Y, si no lo consigues, es normal, no pasa nada”. 

La tristeza es una herramienta del cuerpo para acompañarnos a nosotras mismas en momentos difíciles. Si estás triste no eres ni débil ni peor. De hecho, estás demostrando una buena inteligencia emocional. Por eso, amiga, si estás leyendo esto y estás triste, enfadada, desganada, paralizada… Quiero que sepas que no estás sola. Que no eres la única. Que está bien. Y que no pasa nada. 

Rocío Esperilla

Productora, feminista, vegetariana y bisexual. Ideal para una cena familiar.

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