Hace dos meses recibí la peor de las noticias: “A papá le quedan 2 años de vida”, justo en ese momento sabes que nada volverá a ser lo mismo. Allí es cuando conoces el significado de la frase “el mundo se tambalea”. Sé que no soy la primera que ha pasado por esto, pero cuando te toca a ti ser parte de una película llamada “cáncer” sólo piensas en los créditos y que el guion tenga un buen final.
“Hice lo que no debía hacer y me obsesione con el tema buscándolo en Google“
Era un 12 de septiembre, recuerdo estar tumbada en la cama, sin haber comido y viendo de esos programas para pasar el día, cuando justo recibí la llamada de mi hermana llorando. En ese momento, tu sistema inmunológico crea una capa de emociones para lo que te viene encima.
A veces creemos que estamos exentos de las cosas que les pasan a los demás. En mi caso, vivo sola en España y mi familia en otro país. No sé si agradecía no estar allí o me culpaba por estar a cientos de kilómetros de distancia.
Al segundo, hice lo que no debía hacer y me obsesione con el tema buscándolo en Google hasta que ya mis ojos se cerraban entre lágrimas y la luz del móvil. Confieso de que me autoflajelo con la información de internet.
“Parece que las tormentas tienen ese poder de enganchar las partes separadas de una familia y poner a prueba la voluntad y la fe”
Pase por la parte de la negación, el desespero, la aceptación, pero fue en la etapa de retrospección es que entendí en que no podía volverme una carga para quien sufre, sino la mejor de las compañías. Luego hice lo que me gusta hacer, “entrevisté” a mis amigos que han pasado por esto y descubrí historias de bondad, dolor y sacrificio, paradójicamente la palabra que más se repetía fue “unión”. Parece que las tormentas tienen ese poder de enganchar las partes separadas de una familia y poner a prueba la voluntad y la fe.
Ahora voy dirección a Argentina, voy a ver mi padre. No sé cómo me sentiré, cómo lo afrontaré, que diré, porque lo bueno de las videollamadas es que puedes colgar y tratar de disimular y pensar que no ha pasado nada.
Debo confesar, tengo miedo. Miedo de perder a mi gente, pero parece que se nos olvida que este viaje es pasajero y que estamos hechos de polvo que poco a poco se va diluyendo. Llevo una maleta llena de sonrisas y chorizo (mi padre ama el chorizo español).
Ya les contaré mi travesía. Esta historia continuará…