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La trampa del ahorro del tiempo

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La nueva realidad laboral de jornadas partidas interminables, jornadas incompatibles con los horarios escolares o teletrabajo a tiempo completo, todas ellas imposibles de compaginar con la felicidad, ha transformado también la mentalidad colectiva sobre la conceptualización y gestión del ansiado tiempo de ocio.

La naturaleza del ser humano necesita una desconexión de las obligaciones que le suponen un aumento en el nivel de estrés, y los ritmos vitales actuales no se lo permiten. Aunque no tengamos tiempo para pararnos a pensar en esto, somos conscientes, y cómo no, también las empresas. El capitalismo, la gran estrategia que aprieta, también tiene que aflojar de vez en cuando para evitar el colapso y el caos, y de ello se han percatado y aprovechado las grandes empresas, ejemplo impoluto de la globalización más feroz. 

¿Para qué vas a ir al supermercado a hacer la compra, salir de tu trabajo para comer o detenerte a elegir un buen regalo para un ser querido? Todo lo que necesites te lo llevan a casa, a tu trabajo e incluso te recomiendan entre un reducido, pero ideal catálogo de productos, para regalarle a tu primo el del pueblo por su cumpleaños. Pero, ¿no son éstas algunas de las actividades que nos hacen una especie social? ¿No deberían de formar parte de nuestro tiempo libre como derecho? 

La necesidad de adecuarnos a imposiciones laborales de todo tipo, hace que veamos que ir al super a elegir productos, oler los diferentes olores de frutas o verduras, o el champú que vas a usar en tu próxima ducha, y por qué no, pararte a hablar con los vecinos del barrio antes de pagar en caja; sea una pérdida de tiempo. Comer en un restaurante con tus conocidos y escuchar el ruido ambiente, ahora, es una tontería, me lo puedo comer en la silla de la oficina. ¿Y si tengo que contar algo? Mensajería instantánea, no tengo que ir a ningún lado. 

Ésta es la forma más inteligente y desapercibida de atarnos a las duras rutinas, que llamemos tiempo libre a estar en casa sin hacer nada, pensando en que mañana nos espera lo mismo, así no desconectamos del todo y lo laboral impera en nuestras cabezas.

Quizás deberíamos replantearnos para qué necesitamos tiempo y, en ese punto, reclamar lo que es nuestro.

Tiempo para llenar nuestra nevera, tomar un largo baño, acompañar y recoger a nuestros hijos en el colegio, hacer actividades a lo largo de la semana… En pocas palabras: trabajar para vivir, no ser esclavos de nuestro trabajo.

Paula Martín

Pedagoga y estudiante de matemáticas. Su mayor regalo, pasar tiempo con su familia.

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