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Reflexiones de una pandemia

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Fuente: Euronews

Cuando amanece un nuevo día, al abrir los ojos, por unos segundos, crees que tu vida es la de siempre, pero… de repente te viene a la mente la maldita pandemia en la que nos encontramos. Eso que hace meses parecía una bobada porque “nosotros” nos creíamos intocables, hoy nos limita la vida

Creíamos que era cuestión de resistir un tiempo, pero ya cansados y sintiendo en ocasiones que se agota la esperanza, aún no vemos su final. Todo se ha vuelto gris. Quieres creer en tu fortaleza, pero sabes que existe una posibilidad de que puedas ser uno más de esas cifras terribles que cada día salen en las noticias. 

“No lo piensas mucho y antes de salir de casa, te colocas ese trozo de tela a modo de bozal y coges el botecito de hidroalcohol”

Eso que llevas puesto en la cara, protege tu vida y la de los demás. Tienes que llevarlo, debes hacer ese esfuerzo. Es un mínimo gesto si lo comparas con lo que están haciendo otras personas que agotadas, luchan cada día para que este virus no siegue la vida de las personas que tienen entre sus manos. 

De repente, reflexionas y piensas, ¿cuándo fue la última vez que te reíste a carcajadas? Al recordarlo, revives a la perfección esa sensación agobiante que te invade cuando después de tu risa hilarante intentas llenar tus pulmones de aire y lo que entra en tu boca, es ese trozo de tela que continuamente toca tus labios. Finalmente, terminas siendo consciente de que ya no te ríes tan a menudo.

Una de las más desagradables sensaciones que he vivido con el COVID me ocurrió durante el confinamiento: En uno de esas escapadas casi furtivas al supermercado, me encontré con una gran amiga. Ansiosa por reanudar encuentros sociales, aquella situación fue una tortura. En situación normal, nos habríamos fundido en besos y abrazos. Allí fui consciente de la crueldad de este virus. Nos llegamos a plantear la transgresión de las normas para poder abrazarnos, pero fuimos fieles a la petición sanitaria y nos contuvimos por el bien de todos

Cuando acabó el confinamiento, tras reanudar la vida social, han sido muchas las veces en las que he vivido esta cruel experiencia. Es una situación ideal para las personas a las que no les gusta el contacto físico o les incomodan los abrazos y las muestras de cariño… pero para los que no somos así es una tortura. 

Gracias a esta pandemia, me he dado cuenta de la importancia del sentido del tacto en la vida cotidiana. Creo que la ausencia de abrazos y besos puede hacer que sientas con menor intensidad ese cariño que te unía a tus seres queridos. Muchas teorías confirman la importancia del contacto para el desarrollo emocional y por desgracia, lo estamos experimentando. 

“Puedes incluso llegar a sentirte mal por tocar la mano de alguien al que quieres. Toda una indecencia social”

Ante la ausencia de contacto físico y de interpretaciones faciales tanto conscientes como inconscientes, hemos mirado más al alma de las personas, pues sólo nos quedan las miradas. Es curioso la cantidad de personas que no son capaces de aguantar tu mirada en una simple conversación. A saber el motivo… Afortunadamente, también te puedes dar cuenta de la cantidad de miradas nuevas y deslumbrantes que has llegado a descubrir. 

A esta y otras muchas reflexiones, nos ha llevado la pandemia. Mientras luchamos por mantener la economía y sobrevivir, ponemos la esperanza en una vacuna en la que no te queda otra opción que confiar, para recuperar algún día la vida que antes creíamos nuestra. 

Conchi Manso

Admiradora incondicional de las acciones humanitarias y las causas justas.

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