19 de julio de un año más. Me he marchado. Aprovechando los últimos suspiros de fuerza que me quedaban, he cogido el primer avión a USA que me era económicamente viable.
A todo esto, me presento: soy Margaret De La Fuente, licenciada en periodismo.
Desde bien niña siempre me refugié en la lectura y en la escritura mientras los otros niñ@s se dedicaban a jugar a canicas o a saltar a la comba. Gracias a estos hobbies, conseguí que mi gobierno me diera la oportunidad de formarme en lo que realmente quería: comunicar. Pero, lamentablemente, la situación de precariedad con la que crecí no me permitió ejercer mi profesión de forma lícita, y por años me dediqué a vender arroz a granel, dejando de lado el sueño de ser la periodista que informa al mundo sobre la realidad que la televisión “pinchada” de la habitación de turistas me había mostrado.
Tal y como comentaba, he volado a USA, a Miami concretamente. Después de mucho tiempo intentándolo, hoy por fin, gracias a un familiar que allí reside, lo he conseguido. Dispuesta a vivir el sueño americano y mi ilusión por mi profesión he dejado todo atrás, y toda una vida de superación por delante.
Lo primero que hago al llegar es analizar la televisión, en concreto, todos los canales de noticias. Me fascino al observar que hay más de 200 canales de televisión con programas de todo tipo, pero a la vez me desmotivo viendo el perfil de periodistas, todas eran bellezas con esculpidos cuerpos y brillantes cabelleras, yo no estaba a la altura o, al menos, así lo sentía.
Los primeros meses fueron duros, el contraste entre el lugar donde crecí y lo que realmente era el mundo era demasiado fuerte.
A pesar de estar graduada en periodismo no dejaba de ser una latina inmigrante más en Miami, y esto me hizo desmotivarme totalmente a la hora de luchar por mi objetivo. Aún así me llene de ganas y creé mi primer CV, mi folleto de venta oficial al mundo capitalista. Lo presenté en unas 150 empresas y dejé pasar una semana.
Las primeras respuestas no fueron fáciles de gestionar. Me agradecían el interés mostrado por su compañía, pero al parecer no estaba ni en el momento ni en el lugar adecuados.
Mi tía que me ayudo a salir de mi zona de confort y a enfrentarme al mundo real. Ella se dedicaba a transportar turistas a través de Uber, como muchos otros latinos en esta ciudad. Ante la negativa de conseguir mi trabajo de ensueño, me ofreció a ayudarle con el carro en jornadas de 6 horas diarias. No me quedó más remedio que aceptar. Durante el primer año me dediqué a escuchar las historias de los viajeros, viendo cómo sus ilusiones y sueños se hacían realidad, y como los míos cada vez estaban más lejos.
Pero de repente un día alguien, que se dirigía al aeropuerto, se interesó más por mi pasado y mi presente que yo misma. En ese breve trayecto de tan solo 40 minutos, le conté mi vida a Jana. Sin saber cómo consiguió empatizar de una forma extraordinaria conmigo y le hablé a corazón abierto. Sentía que nunca nadie había mostrado tanto interés en mí. Que nadie me había escuchado realmente como ella lo había hecho, tenía algo especial. Cuando estaba a punto de bajar del carro, me dejó su tarjeta y me rogó que le enviara un escrito con todo lo que le había trasmitido en esos 40 minutos.
Al cerrarse la puerta del carro solo pude visualizar una venta llena de oportunidades. Por fin estaba ilusionada de nuevo. Mi primera reacción fue conducir hacía casa cancelando todos los viajes de otros turistas a la gran ciudad y dando fuerza a mi sueño, por una vez, priorizándome a mí. Al llegar a casa busqué información sobre Jana, resultó ser manager de un empresa de comunicación en España. Esto me dio una dosis de energía tremenda y al instante me vi escribiendo mi relato, dando vida a mis sueños, dándome vida a mí.
¿Y que pasó después?
Jana quedó nuevamente fascinada con mi relato y fue publicado en la revista que gestionaba su empresa de comunicación. Yo, por fin conseguí lo que siempre había querido, comunicar al mundo. Mi relato tuvo bastante revuelo y poco tiempo después Jana me ofreció un puesto de trabajo en la compañía como redactora.
Y la vida me enseñó que con esfuerzo y pasión todo puede ser posible, que cuando creas que todo está perdido, solo basta con poner más empeño y todo llegará cuando menos lo esperes.