Propósitos de año nuevo, metas tras el verano, a principios del mismo… acumulamos deseos. Los tenemos en tarros de cristal, en colecciones de nuestro BuJo, en el diario o en la cabeza, pero rara vez salen de ahí. Normalmente tienen dos momentos de gloria: la inspiración de cuando los evocas y la frustración de cuando te reencuentras con ellos, con ese trozo de papel, y te das cuenta que no has siquiera comenzando a hacerlo realidad.
“El placer que provoca tener un itinerario bien trazado nos aporta alivio, seguridad y control”
Para aquéllos con una personalidad organizativa, estructurada y que respiran ante los ítems de una to-do list tachados, pasar a la acción sin programar cada mínimo detalle del plan puede llegar a ser la primera piedra en el camino.
Por supuesto, no encuentro nada más relajante que derramarse en el papel: sea la escritura creativa o tu agenda diaria, verter los pensamientos puede llegar a ser una magnífica terapia. El placer que provoca tener un itinerario bien trazado nos aporta alivio, seguridad y control. No dejar nada adentro, escribirlo todo para que nada pueda escaparse a tu memoria. Esa sensación es inigualable, a menudo tan satisfactoria que no recordamos lo que sucede cuando actuamos espontáneamente.
“Cuando pasamos de pensar a actuar”
Lo que acabas de leer es lo que me ocurre a mí y por lo que decido que éste sea mi primer texto en BikiniBurka. Es quizás la razón primordial por la que me encuentro aquí, sin seudónimo. “A cara perro”. Una nota pública de mi compromiso conmigo misma a dejarme llevar –en este caso por las palabras- e intentar rebajar a ese crítico que a diario me estorba, impidiendo que me lance a por esa lista interminable de objetivos.
Si estás leyendo esto y quisiste escribir: adelante. Ésta es una de tantas puertas abiertas. Sólo debes pasar.