El modo en el que me topé con La nieta del señor Linh podría ser la historia del propio destino haciéndome una recomendación. La novela de Philippe Claudel, un autor que hasta el momento desconocía, me atropelló de repente casi sin ninguna expectativa. Entre sus páginas, la historia de migración de un anciano que, al ver devastado su país por la guerra, se ve obligado a emigrar. Vertebrada por la sencillez entre sus líneas y por la metáfora sosegada de la escritura, nos sitúa desde el primer instante en escena. Bajo una descripción muy cuidada de los detalles, a veces incluso parece que se puede atisbar el olor a tierra mojada.
“La pequeña ha sobrevivido a una masacre, en la que sus padres fueron asesinados”
Sin conocer nada más que su aldea y las ciudades colindantes donde iba al mercado, el protagonista se ve emergido en un viaje cuya única balsa de rescate es su nieta, a quien cuida con delicadeza y soberana dedicación. El hilo argumental baila entre el amor a la familia y el dolor del pasado arrebatado. La pequeña ha sobrevivido a una masacre, en la que sus padres fueron asesinados. Por ella se ha decidido a abandonar su país calcinado ante el conflicto. La suavidad y el cuidado con el que se coloca cada línea encoje el corazón y hace saltar alguna lágrima al lector. Esta narración parece ser
atemporal, pues, tras trece años de su publicación (en 2006) es, aún hoy, el reflejo de una realidad diaria vivida por cientos de miles migrantes en el planeta.
De primeras, se caracteriza por la superación, hace recordar a los relatos de refugiados alrededor de la Tierra. Víctimas de los desplazamientos forzoso derivados de guerras, grandes recesiones o hambrunas. No conocemos jamás de donde procede el señor Linh, aunque por sus costumbres y alimentación se trata de un país asiático. Quizá la esencia de sus líneas parta de la procedencia desde un valor secundario, casi irrelevante. Pero que fortalece el sentido del hogar, el origen y las costumbres desde una visión romántica. El origen como un punto de retorno, de familia, pero nunca un valor fronterizo y abanderado. La humanidad y la empatía hacen campaña en toda la obra. Hasta tal punto que, incluso el lector más reacio puede empatizar y palpar en su propio ser ese sabor agridulce que provoca el exilio.
“La nieta del señor Linh es el resultado del híbrido más punzante entre la sencillez, la buena prosa y la humanidad como premisa”
En un país desconocido hace un amigo con el que ni siquiera comparte idioma. La ficción abre de par en par el pecho del protagonista y nos permite surcar entre las arrugas de su rostro. El desarrollo detallista y metafórico se ve interrumpido en el desenlace. El final no yace a la altura del resto de la novela. A pesar de añadir un acontecimiento disruptivo, la apuesta que hace el francés Claudel resulta insuficiente, algo brusca e impertinente. Un final que roza lo típico en su globalidad y que peca de haber tirado de velocidad cuando toda la novela había gozado de una pausa intrínseca en sus letras. A pesar de ello, La nieta del señor Linh es el resultado del híbrido más punzante entre la sencillez, la buena prosa y la humanidad como premisa.