El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez declaró el estado de alarma el pasado 14 de marzo para hacer frente a la pandemia mundial del Covid-19, comúnmente conocida como coronavirus. Desde ese instante, nuestras vidas se han transformado y las consecuencias que conlleva pueden durar meses, incluso años.
La cuarentena ha sido un proceso desagradable, “fuera de lo normal” para los humanos porque implica romper con la rutina, con el trabajo y con las relaciones personales de amigos y familiares, en resumen “pérdida de libertad” y enfrentamiento a una lucha que nunca habíamos vivido y que permanecerá en nuestro recuerdo para siempre.
La salud mental es una de las más afectadas por el virus. Aunque, unas personas hayan llevado mayor carga psicológica que otras, indudablemente todas hemos sufrido durante el pico de la pandemia en el que circulaban bulos constantemente, noticias negativas y el informe de sanidad anunciaba más de 800 muertos diarios. Varios de los signos experimentados son:
-Ansiedad, miedo, apatía.
-Incertidumbre de no saber lo que sucederá.
-Cambios en nuestro estado emocional.
-Agobio y ansiedad en la mayoría de los casos por la falta de ingresos económicos, que puede dar lugar a depresión.
Por ello, durante el confinamiento se habilitaron teléfonos de atención psicológica para ayudar mentalmente a la población que lo necesitase.
Ya en mayo y después de dos meses confinados en casa, la idea de retomar la vuelta a la rutina da esperanza, pero a la vez incertidumbre, ansiedad, tristeza y, sobre todo, miedo. Pánico de pensar que sucederá, si nos podemos infectar, si habrá otro rebrote, si encontraremos trabajo o simplemente, como volveremos a nuestra vida social.
Sin embargo, con responsabilidad y las medidas de seguridad y protección adecuadas, paso a paso podremos volver a la normalidad. Lo más importante es recuperar la ilusión que da lugar a fuerza, energía, alegría, entusiasmo, confianza o perseverancia. Visitar a nuestros mayores que tantos días hemos estado sin verlos, y cambiar la pantalla del móvil por las miradas en persona y los saludos con el pie o los codos.
“Es tiempo de volver y como dice aquella canción, “con pausa, pero sin prisa””
Al fin y al cabo, debemos de vivir con ello y, por tanto, cuidarnos a nosotros mismos y a los que nos rodean. Esta adaptación está mejorando la capacidad de resiliencia, nos volveremos más flexibles y preparados ante las situaciones difíciles del día a día.
“Cuando esta situación pase, habremos superado un gran reto, que para muchos será uno de los más importantes de su vida”