Somos cuestión de oportunidades.
Somos polvo de estrellas a la espera de morir o estallar.
Somos galaxias en eterna contradicción, soñando con un Big bang mientras seguimos en expansión.
Entonces seguimos agarrándonos a la gravedad, sujetando nuestros cuerpos a la tierra como un clavo ardiente para huir de la levedad, de la terrible inevitabilidad de la que estamos hechos.
Y a veces nos funciona.
A veces tenemos la ilusión de aguantarle el pulso al tiempo,
de vivir a pesar de los astros.
Y nos lo creemos.
Según la teoría de las cuerdas, la materia no es más que un estado vibracional, y a mí me encanta pensar que por ende la naturaleza humana no sería más que eso, estados vibracionales del ser.
Como una antigua radio que se va sintonizando a medida que encuentra las frecuencias exactas en su entorno,
O un instrumento en las manos torpes de un amateur buscando afinar su primera nota.
Somos cuestión de probabilidades,
universos paralelos,
serendipias en potencia jugando al escondite.
Somos la palabra oportuna, el fuego exacto.
Las células que me nacen y se me mueren con los años…
El cuerpo que me toca, la piel que habito.
Somos tantos y tanto…
que afirmar lo contrario es quedarse sin las mieles porque te conformas con las flores.
Cambio, luego existo.