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Anorexia en primera persona

Fuente: Elartedesabervivir.com

La palabra anorexia viene del griego y significa “no apetecer”, y la verdad es que no encuentro un término que lo defina mejor… ya que no es solo que no te apetezca o no quieras comer, es que vives es un estado de ataraxia emocional constante.

“Hasta que no se supera la anorexia no puedes volver a ser feliz”

Se sabe que la anorexia nerviosa se caracteriza por una pérdida de apetito, con su consecuente pérdida de peso, pero siempre va acompañada de depresión, frustración, tristeza y apatía hacia todo lo que te rodea. No cabe duda que es una enfermedad psicológica que afecta a tu estado de salud, físico y mental, pero para las personas que la hemos padecido más que una enfermedad se convierte en un estado de ánimo permanente.

Muchas veces no se sabe si es la depresión la que te lleva a no querer comer o es al revés, pero realmente no importa mucho, ya que hasta que no se supera la anorexia no puedes volver a ser feliz. En mi caso particular fue un gran cúmulo de cosas lo que me llevaron a esta situación, cosas que hicieron que mi vida tan estable y organizada hasta entonces se tambalease, así que opte por controlar mi cuerpo y la comida, ya que era lo único que en ese momento parecía tener en mis manos. A partir de entonces mi vida se centró en mis estudios y en contar las Kcal de todo lo que comía, que por cierto no superaban las 500 al día. Si tuviera que señalar cuáles eran las dos características que me definían, era precisamente una obsesión compulsiva por tenerlo todo controlado y un grado de perfeccionismo que solo te lleva a destruirte y agotarte mentalmente.

Yo era consciente en todo momento de lo que me pasaba, y nunca negué que fuera anoréxica, pero el problema es que no quería dejar de serlo, ya que tenía pánico a recuperar los kilos que tanto esfuerzo me había costado perder. No solo se trataba como he dicho antes, de un tema físico, no era solo por verme más o menos gorda, sino por saber que si quería pesar 30 kg, lo podía hacer y que estaba en mis manos hacerlo. Me puse un reto y la satisfacción de haberlo conseguido era lo único que me importaba en ese momento, sin importar que mi vida estuviese en juego.

“Simplemente acepte el ingreso como la única opción que me quedaba”

Después de muchísimas peleas con mis padres y amigas, consiguieron llevarme al médico. La primera consulta fue desastrosa, con una endocrina que pesaba menos que yo, y tenía una Coca Cola Light en la mesa, cuando se dispuso a prohibirme comer cosas desnatadas o light, me levanté y me fui. Después de muuuuchos meses de terapia y revisiones sin ningún resultado decidieron ingresarme, un ingreso que debería haber llegado mucho antes, pero gracias a que se traspapelaron los informes no me ingresaron hasta el 22 de abril, con un peso de 32 kilos. Digo gracias porque creo que llego en el momento justo, ya que no tenía ni fuerzas para rebelarme y simplemente acepte el ingreso como la única opción que me quedaba.

En cuanto al ingreso, fueron 3 meses muy largos, alejados de mi familia y amigos, pero creo que en mi caso, fue totalmente necesario. Al entrar te privan de TODO, así que para conseguir cosas tan elementales como poder darte una ducha tenías que hacer todo lo que ellos te dijeran y así ir consiguiendo privilegios, que iban desde poder leer un libro hasta poder dar una vuelta por el Retiro.

“En cuanto a los métodos usados en el ingreso, no voy a entrar a valorarlos, lo único que sé es que a mí me funcionó”

Pero no todo fueron malas experiencias, ya que allí viví uno de los días que considero más felices de mi vida, y fue cuando mis amigas vinieron a verme por sorpresa al hospital, ya que sentí una sensación que llevaba meses y meses sin experimentar… ¡ALEGRÍA!

Se dice que no te das cuenta de lo que tienes hasta que lo pierdes… pues eso, yo no me di cuenta de lo completa que era mi vida hasta que la arrebataron en el hospital, y pude ir recuperándola en pequeñas dosis. Yo creo que fue precisamente ese día, el que supe que no quería seguir así, que quería salir de ese hospital, y recobrar mi vida, por lo que se puede decir que gracias al ingreso, aprendí a volver a disfrutar de las cosas.

Mi recuperación empezó cuando comencé a sentirme mejor, menos apática, más contenta… pero hay que tener en cuenta que es un camino muy difícil y sobre todo muy largo, en el que vas a tener momentos mejores y peores.

Un día mi padre me dijo que no pretendieses que todos los momentos de mi vida fueran únicos e inolvidables, que simplemente disfrutara con poder vivirlos y desde entonces así lo intento hacer.

“Solo me queda dar las gracias a todas esas personas que estuvieron conmigo en esa etapa de mi vida”

Después de que me diesen el alta en julio, tuve que ir a terapia y revisiones periódicas durante 3 años, pero mi experiencia me dice que esto no es una enfermedad crónica, que tiene cura y que no hay que aprender a vivir con ella como yo pensaba.

Para terminar me gustaría añadir, que es una enfermedad que no solo te destruye a ti, sino que también afecta muchísimo a la gente de tu alrededor, así que solo me queda dar las gracias a todas esas personas que estuvieron conmigo en esa etapa de mi vida, en la que estaba siempre triste, apática o enfadada, y que me aguantaron todo eso y más.

Y que SÍ… ¡hay vida después de la anorexia!

Ana Moreno

Nutricionista de formación y viajera de vocación. Madrileña llegada desde la mancha.

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