Llegado el mes de diciembre, todos tenemos en la mente un tema: LA NAVIDAD. Esa gran época del año, que algunos adoran y otros odian. A mí, siempre me ha gustado la Navidad. Me volvía loca decorándolo todo. ¡Cuanto más mejor!
Me encantaba pasear por las calles llenas de gente y de luces, deseaba con fuerza que llegaran esos momentos en los que te reúnes con los grandes amigos, disfrutaba al máximo de ese tiempo compartido con familiares de todas las edades y sobre todo, adoraba esos días especiales en los que dormíamos hacinados en la casa de los abuelos, cerrando los ojos solo cuando llegaba el agotamiento, deseando que llegara el día siguiente para volver a vivir momentos locos llenos de felicidad. Eso es la Navidad.
Siempre he tenido en el recuerdo conversaciones, para mí chocantes, con alguna persona que decía algo así como “odio las Navidades” o “a ver si pasan pronto estos días”. No podía ni imaginarme qué podían tener esas personas en la cabeza para decir aquello. Por desgracia, años más tarde, ya en plena madurez, lo entiendo todo.
“Cuando eres adulto, te das cuenta de la hipocresía que se vive en Navidad”
Analicemos las causas:
En Navidad, tienes que presenciar cómo la mayoría de las familias tienen que hacer un esfuerzo económico por presentar comidas copiosas interminables, en las que cuanto más haya en la mesa, mejor es la Navidad. Y no se te ocurra pensar en esos momentos en todas esas familias que no podrán celebrar la Navidad, o en esos padres que sufren cada día porque tienen que mandar a sus hijos al cole sin desayunar, o en esos refugiados que suplican auxilio por el mundo… Mejor no pienses en ello, porque entonces, les fastidias a todos la Fiesta.
En Navidad, se realizan compras estúpidas, tanto para nosotros mismos, como para aquellos con quienes compartimos nuestra vida. Eso, por no hablar de las veces en que te ves obligado a realizar regalos a quien ni siquiera soportas.
“Debes armarte de valor para aguantar al típico amargado, o en el mejor de los casos graciosillo, al que tienes que soportar como puedas para evitar”
Cuando tienes pareja, otro mal trago que hay que pasar, es la distribución de los días que vas a compartir con una u otra familia. Mejor no abrir la boca, lo más adecuado si en algo no estás de acuerdo, es buscarte la forma de quitarte el enfado cuanto antes para poder entrar por la puerta con una sonrisa.
Y por supuesto, hay que hablar de esas sobremesas tan agradables, en las que debes armarte de valor para aguantar al típico amargado, o en el mejor de los casos graciosillo, al que tienes que soportar como puedas para evitar acabar a pedradas. Y si éste es el caso, cruza los dedos para que sea de tu familia, ya que es la única forma de terminar perdonándole sus bobadas.
Si tocamos las cenas de empresa… lo mejor que te puede pasar es que te apetezca ir a divertirte con quien mejor te llevas, y lo peor, es que ni siquiera desees ir. En estas maravillosas cenas, debes ir dispuesto a reír las bromitas de quien disfruta poniéndote la zancadilla cada día en el trabajo. Si no vas preparado para esto, mejor no vayas.
Desgraciadamente, hay mil historias por las que uno puede odiar la Navidad. A veces pienso que hoy en día la Navidad es pura hipocresía, pero me niego a quedarme de brazos cruzados.
“Yo, quiero volver a vivir la Navidad como se merece. Está en la mano de cada uno eliminar el derroche y la falsedad”
¿Quién puede disfrutar realmente la Navidad? Definitivamente, solo alguien con la conciencia tranquila, alguien que esté contento con los valores que le guían en su día a día. Alguien que esté orgulloso de sus acciones y que actúe con coherencia cada día del resto del año. Alguien que tenga en mente que la Navidad no son días de paz, sino vidas de paz.
La fórmula, es sencilla: Si vives con bondad, compasión y respeto por los demás, dejando que el amor te guíe cada día y no solo en los whatsapp de Navidad, te aseguro que estés con quien estés, desprenderás felicidad cada día, ¡también en Navidad!
Tan solo tenemos que transformar nuestra forma de interpretar los acontecimientos. Está claro que no podemos cambiar a nadie, pero sí podemos dejar de sufrir con sus errores, porque no son nuestros, sino suyos.
No merece la pena discutir, no merece la pena llorar de rabia por el daño, a nuestro juicio intencionado, de otras personas. Tengamos compasión por ellos. Creo que bastante tienen con no saber disfrutar de la vida. Enseñémosles cómo se hace. Seamos ejemplo de felicidad, riamos a carcajadas, no dejemos que nadie rompa nuestro estado de bienestar y por supuesto, compadezcámosnos de quienes envidian, mienten y odian. Y seamos para ellos un ejemplo que pone al alcance de su mano el cambio.
“Si aprovechas las ocasiones de felicidad que te ofrece la vida, puedes estar seguro de que te gustará la Navidad”
Y si no lo conseguimos, no nos preocupemos, no es nuestro problema, todo lo que uno hace le vuelve multiplicado, por lo tanto, tendrán otras ocasiones para aprender.
Si tu día a día es digno, si vives con honradez, si ofreces tu ayuda a cualquier persona sin distinción, si disfrutas de su compañía, si aprovechas las ocasiones de felicidad que te ofrece la vida, puedes estar seguro de que te gustará la Navidad.