Junio de 2019. Estoy paseando por Chueca en pleno Orgullo LGTBI en Madrid cuando veo un stand de una conocida marca de preservativos realizando una actividad. Me animo y me acerco pensando “qué bien, aquí por fin voy a ver
productos de prevención para lesbianas”. Error. Tuvieras los genitales que tuvieras, en el stand sólo repartían condones para penes. Como siempre.
“Las principales marcas de preservativos no fabrican el condón vaginal y es difícil de encontrar”
Gobiernos, marcas y asociaciones se esfuerzan cada año en concienciar a los jóvenes a través de campañas de salud sexual, lo cual está estupendo. Pero cuando llega la hora de hablar de sexo entre vaginas, la información que recibimos no es tan estupenda. Para las personas que nunca os hayáis encontrado con este tema, os ilustro: estás en una charla de prevención, impartida por una trabajadora social o una sexóloga, y te hablan de todas las posibilidades de evitar embarazo, ya sea mediante hormonas o preservativos. Entonces levantas la mano y preguntas “¿Y para las mujeres?” La sexóloga sonríe y, como si fuera obvio, te habla del condón vaginal con una normalidad que hace parecer que sea opción más. Pero no lo es: las principales marcas de preservativos no lo fabrican y es difícil de encontrar. De todas formas, a ti esa respuesta no te vale. Porque tú no estabas pensando en sexo con penetración. Estabas pensando en… otra cosa. Así que vuelves al ataque “¿Perdona, y entre dos vaginas?”
Aquí es cuando empieza el surrealismo. La sexóloga se transforma en Jordi Cruz, de “Art Attack”, y te dice que cojas un preservativo, lo desenrolles, le cortes la gomita y el capuchón, le hagas otro corte vertical, lo conviertas en una “sabanita”, se lo coloques a tu novia y te tragues todo el espermicida que lleva dentro mientras le comes el coño. La otra opción, te dice con una sonrisa, es cortar un trozo de film transparente.
Film transparente. Esto es real. No me lo estoy inventando. Hasta los organismos más oficiales esta recomendación. Realmente, estas personas te están diciendo que, cuando estés a tono y vayas a acostarte con tu chica, le digas “un momento”. Vayas a la cocina. Vuelvas con el papel de envolverte los bocadillos y las tijeras del Ikea. Desenrolles el film. Lo empieces a cortar mientras luchas porque el plástico deje de pegarse sobre sí mismo. Tras pelearte con el film, obtengas un pequeño trozo servible y se lo coloques a la otra persona en los genitales ¿Parece sexy? No, higiénico tampoco.
“Entre los roles de la etiqueta “mujer” nunca ha estado la búsqueda del deseo y el placer”
Para quienes buscan una alternativa a estas manualidades, que sea segura y haya pasado un mínimo de controles de calidad, existen las barreras de látex. Pero éstas son aún más difíciles de encontrar… A no ser que te fíes de comprar un producto desconocido en Amazon. Algunas webs especializadas como Platanomelón tienen a veces, pero es fácil encontrarte con que están fuera de stock.
Esta absurda situación es una de las consecuencias de esta sociedad profundamente cis y machista. Entre los roles de la etiqueta “mujer” nunca ha estado la búsqueda del deseo y el placer. Por lo tanto, dos mujeres dándoselo, menos aún. Eso ha provocado una invisibilización histórica de las relaciones lésbicas. Y el desconocimiento ha dado lugar a una falta de interés por los problemas que puede haber entre vaginas, tanto por parte de los gobiernos como de las empresas. Pero, ¿tiene sentido ese desinterés social y económicamente hablando? Veamos los datos. Según el INE, en España hay aproximadamente 20,5 millones de mujeres mayores de 16 años. De esas mujeres, se calcula (e insisto en lo de “calcula”, porque es bastante difícil calcular esto) que aproximadamente el 7% de ellas son homosexuales o bisexuales. Es decir, estaríamos hablando de más de 1,4 millones de mujeres que potencialmente tendrán relaciones sexuales con otras mujeres. Si hablamos de vaginas, a éstas habría que sumarles los hombres trans, cifra mucho más difícil de calcular.
Estamos hablando de más de 1,4 millones de personas que están practicando sexo, o bien sin protección, o bien con el papel de los bocatas. ¿Es esto un problema de salud? Por supuesto. Las infecciones y enfermedades de transmisión sexual se contagian por intercambio de fluidos. Creer que en el sexo lésbico esto no sucede es no saber en qué consiste el sexo.
“Y seguirán enviando su famoso mensaje de “Póntelo, pónselo”, mientras más de 1,4 millones no tienen nada a mano que poner”
Por otro lado, estamos hablando de más de 1,4 millones de potenciales clientas… Además de las parejas heterosexuales que deberían usar esto para el sexo oral ¿No os parece un mercado suficientemente amplio como para fabricar un producto para ellas? ¿En serio? Entonces, ¿por qué todas las marcas tienen preservativos sin látex cuando el porcentaje de alérgicos es menor al 1% de la población?
Efectivamente, nada de esto tiene una justificación económica o médica. Se trata de una hipocresía social. Una hipocresía que hace que marcas y sociedad sigan mirando hacia otro lado mientras millones de mujeres tienen sexo sin protección a diario. Y seguirán enviando su famoso mensaje de “Póntelo, pónselo”, mientras más de 1,4 millones no tienen nada a mano que poner.
Que pasa solo una mujer le come el coño a otra mujer?, y las parejas hererosexuales no crees que también necesitan barreras para evitar contagios de papiloma o así?.
No hay nada de machismo en que no se vendan barreras bucales o sean difíciles de encontrar, el problema es que la gente no ve en eso ningún riesgo de embarazo y no se venden, no es machismo es falta de percepción riesgo.
Una mujer come el coño a una mujer, y los hombres no necesitamos protección si comemos el como a una mujer?, no hay nada de machismo en qué no se fabriquen más barreras bucales, es solo la falta percepción de riesgo, como no la voy a dejar embarazada comiendole el coño no hay más problemas, y no es así, las mujeres muy limpias también tienen ETS y los hombres.
GRACIAS, GRACIAS Y GRACIAS. Gracias por poner por escrito y dar visibilidad a ésto que lleva rondándome la cabeza desde que me dieron un diagnóstico de VPH y el ginecólogo me dijo “ésto te lo tiene que haber contagiado un hombre”. Cuando le dije que era lesbiana vino el interrogatorio sobre todo mi historial sexual desde la adolescencia. La sexualidad de las mujeres no existe, ni siquiera para los ginecólogos, y si eres lesbiana menos aún