Angustias que acompañan mis idas y venidas.
Transformando el viento en un canto, un silbido que se percibe a lo lejos.
El observar es una virtud, el mantenerse al margen, yo diría que un defecto.
La sombra de alguien me sigue los pasos como un visitante silencioso que no quiere ser captado.
Pisadas suaves tocan el suelo, y el crujir de la madera hace eco en la estancia.
Suspiro.
De lejos, todo parece más pequeño. Ya no me gusta palpar las cosas cuando las siento respirar en mi nuca con un aire frío.
Se congela el tiempo, ya nadie se preocupa por darle cuerda al reloj viejo que hace tictac en una esquina del cuarto.
Ya nadie reza.
Ahora el polvo se respira con frecuencia y se asienta por costumbre.
Tonos rojizos. Luces que parpadean, y un ambiente muerto.
Escribo frases sueltas en las hojas de una libreta agujereada.
En los espacios redondos, dejo que alguien más decida qué decir.
Yo ya me he quedado sin palabras.
Excelente…