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Morir para volver a nacer

Fuente: Jeffrie C. Leibovitz, DPM

Os traigo una historia real llena de superación y aventura digna de ser contada:

Periodista, aventurero, escritor y… náufrago, Quico Taronjí, es un santanderino enamorado de Madrid, pero si tiene  que ser de un sitio, es del mar. Su corazón es como una caracola, mantiene su murmullo siempre cerca. El 10 de Noviembre de 2013 estuvo más de doce horas muerto. Sí, muerto para todo el mundo, menos para sí mismo, lo cual es un matiz importante.  

Como navegante ha hecho casi de todo sobre cualquier cosa que flote. El mar es su vida, siempre lo ha sido y siempre lo será, pero diferentes rumbos profesionales lo alejaban de él y de su horizonte. ¡No tengáis miedo a romper filas! Él lo hizo y sufrió una transformación personal vital. El momento justo lo tienes que buscar tú, generalmente el catalizador es una adversidad, en su caso un ERE en Telemadrid con el que se vio en la calle de un día para otro. El programa que presentaba en aquella época era líder de audiencia, tenía una proyección estratosférica…Lo había logrado, había llegado. 

“Y, de repente, estaba sin proyecto. Sufrió una crisis existencial. Se sentía cargado de culpas, dudas y frustraciones”

Decidió que era el momento de hacer una apuesta mayor: tratar de hacer de su pasión su medio de vida. Con esta premisa, ideó un formato que aunaba aventura, mar y periodismo.  Y empezó la peregrinación por las productoras y cadenas de televisión. A todos les fascinaba su idea…pero no se la compraban. Durante unas semanas mantuvo la sensación de arribar a puertos equivocados hasta que decidió dar un golpe de timón, cambiar el rumbo y seguir el anhelo de su alma: echarse al mar con lo puesto llevando cuerpo y mente al límite.

Puede sonar como sacado de un libro de Paulo Coelho, pero él optó por aventurarse en esa zona mágica en la que uno se arriesga para conocerse mejor, crecer y madurar. Fue un auténtico rito de paso, como despertarse de un coma profundo. A veces, hay que dejar atrás nuestra vida usada, nuestra vida de segunda mano y lanzarnos a explorar la «zona mágica», el terreno de los retos personales, donde todo es posible. Asusta, es verdad, y para muchos se trata más bien de una «zona de pánico», aconsejarán prudencia con la mejor de sus intenciones pero en realidad nunca han salido de su invernadero diario. ¡No hagas tuyos sus miedos!

Quico –desoyendo los consejos de su entorno- se lanzó al mar en un pequeño catamarán para recorrer en solitario los 4.000 km que separan Algeciras de Estambul. Durante la aventura, sus preocupaciones diarias de Madrid fueron quedando atrás, y perdieron su importancia a medida que avanzaba. Cuánto más te alejas, más fácil es alejarse…

Cuando uno siente verdadera pasión por algo, se puede entregar sin condiciones y emprender sin límites. La pasión nos impulsa. Con mucho esfuerzo y sacrificio, con fe, con tesón, con alegría, y con fuerza, los resultados llegan: la recompensa llega. El éxito está, en gran parte, en la consecución de aquello que nos hace felices. Y el pasaporte hacia esa felicidad lleva un sello impreso bien clarito en la primera página: pasión.

“La última señal que lanzó fue de SOS”

La primera noche que pasó a bordo de su trimarán le resulta, aún hoy, difícilmente descriptible. La sensación de oscuridad total bajo las estrellas, el susurro de las olas en mitad de la nada… Quico sintió la grandeza de un momento único y universal. Pero, el 10 de Noviembre de 2013 una furiosa tempestad partió su kayak y naufragó frente a las costas de Túnez. La brutalidad de las olas le hizo perder la radiobaliza de su brazo con la que iba dejando “migas de pan” a sus familiares en España. La última señal que lanzó fue de SOS. Después…nada. Silencio. 

Durante el tiempo que estuvo desaparecido tras el naufragio -más de 12 horas de angustia- todo el mundo le daba ya por muerto. Quico sólo podía pensar: “ahora mi madre estará en la cocina, llorando”. Sentía mucho el sufrimiento que estaba causando a los suyos, pero, sobre todo, lamentó el tiempo perdido, el no haberles dicho que los quería y la cantidad de comidas familiares que había pospuesto porque tenía cosas que hacer…

Quico estuvo varias horas a merced de las olas. Su estrategia, en plena oscuridad de la noche, fue no nadar. Se dejó arrastrar. Cada vez que una ola le levantaba los pies, él llenaba sus pulmones y aguantaba la respiración mientras el agua le cubría y zarandeaba violentamente. Con suerte, la corriente le escupiría a tierra, pero como buen marinero, sabía que si acababa en los arrecifes, era una muerte segura. Un tremendo golpe en la pierna puso fin a la agonía: había llegado a una pequeña playa sin épica de la costa tunecina. El peligro de morir ahogado había pasado, pero ahora tocaba luchar contra la hipotermia. 

Quico se desnudó, los músculos no le respondían, la tensión, el frío y el miedo le atenazaban. Se quitó como pudo el maltrecho traje seco que llevaba y se enterró en la arena. Unas luces le despertaron al alba. Eran las linternas de unos gendarmes…Cuando llegó (arrastrando su cuerpo de penitente, lleno de heridas y golpes) para pedir ayuda, vio que a su lado había parte del kayak que había arribado a la misma playa. Tenía los tambuchos abiertos. Las caras de los hombres estaban desencajadas…algo no iba bien…Salieron corriendo y Quico, en plena confusión, se percató de que le acaban de robar las pocas pertenencias que le quedaban: el portátil, todo el material gráfico, el pasaporte y su dinero. ¿Hay algo peor que robarle a un náufrago? Frustrado, impotente y desesperado, cayó de rodillas sobre la arena. Pensó que lo había perdido todo, pero no era verdad. Lo verdaderamente importante es aquello que no puedes perder en un naufragio. No tardaría en darse cuenta.

Tras una caminata de una hora, encontró la pequeña y cochambrosa cabaña de un pastor. Pertenecía a un hombre muy pobre que, sin embargo, le dio ropa seca, comida, fue corriendo en busca de un vecino -que había estado en España y hablaba algo de castellano- y le dio algo de dinero a Quico. En menos de un par de horas había vivido lo peor y lo mejor del ser humano. Consiguió contactar con su familia y con la embajada. La pesadilla había terminado, el viaje había sido un fracaso pero el éxito aquí estaba en salvar la vida. 

Cuando volvió a casa, todo el mundo se interesó por su historia y pronto firmó con TVE1 para lanzar lo que sería “Capitán Q”, una recreación light de aquella aventura. 

“Quico se salvó no solo del naufragio sino de sí mismo. Pensó que era una aventura y en realidad era la vida”(como dijo Josep Conrad)

En la actualidad, sigue escapándose al mar siempre que puede. Ha sido papá hace unos meses -de una marinerita llamada Jimena- y forma parte del elenco de “Helpers Speakers”, compartiendo su experiencia en la conferencia llamada “Aislado” (como su malogrado kayak y el libro que relata toda la odisea). Hace sólo tres días fue nombrado embajador de Manos Unidas, y ya este domingo viajó a Ecuador con la ilusión y la responsabilidad en la maleta para vivir en primera línea los problemas de la Amazonía.

Todos podemos –y debemos- reconectar con nosotros mismos, volver a ilusionarnos y tomar conciencia de que cada uno elige la actitud con la que navegar por la vida. Como diría nuestro Capitán: que la pasión te lleve más lejos de lo que jamás soñaste. 

Buenos vientos y buena vida.

Raquel Arman

Co-fundadora de una agencia de conferenciantes motivacionales.

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