¿Por qué un día me veo estupenda y otro día espantosa? ¿Tengo identidad múltiple? ¿O una hermana melliza y no me he enterado? Podría ser el espejo, como los del callejón del Gato, aunque lo he revisado y no, el mío es de Ikea.
“No os hacéis una idea de la primera vez que me pongo un bikini en la temporada de verano”
¿Os pasa también a vosotras? No es que os desee mi terrible trastorno de la personalidad, ¡dios me libre! (que no soy tan mala persona) solo sería un total alivio saber que, si les ocurre a otras, entonces no estoy tan chiflada como creo. JA, JA, JA.
Si eso me pasa con frecuencia, no os hacéis una idea de la primera vez que me pongo un bikini en la temporada de verano. Ese día sufro una crisis. Puedo entrar en un trance similar a la niña del exorcista o convertirme en la Llorona mejicana. En mi cabeza comienza un desfile de sentimientos y emociones, a cuál más disparatado. Me convierto en cliente vips de los gabinetes psicológicos.
El momento es tremendo, algo así como si el cielo fuera bajando hasta rozar mi cabeza y termina compactándome después con el suelo, cuál dibujo animado. Desearía tener el poder de la invisibilidad.
Ese día mantengo con mi cerebro una conversación, o mejor diría una discusión. El caso es que lo de ponernos de acuerdo ese día, no resulta.
Me pruebo el bikini me planto delante del espejo y automáticamente mi cerebro empieza a replicar:
– ¡Ay, tía estás fatal! Esa nueva estría no la tenías antes, ¿no?
– ¡Pero que dices loca! Si esa lleva conmigo desde aquel campamento de verano a los 16 años donde solo me alimenté de macarrones y a la vuelta me tiré tres meses comiendo pavo a la plancha.
-Pues yo te digo que es nueva y queda fatal.
-Umm a lo mejor tienes razón. Con este bikini se nota mucho, aunque seguro que con el verde estampado no.
-Mira a no ser que te pongas un burkini, se te va a ver igual. ¿Y que me dices de esas agarraderas que recubren tus riñones? ¿Me dirás que son para protegerlos?
– ¡Que exagerada eres! Tampoco es para tanto, un par de kilitos acumulados en el confinamiento. Esto en unos días haciendo abdominales y más liso que una tabla.
-Ya, ya lo que tu digas, de los abdominales que has hecho tú en tu vida. Te crees que con mover la cabeza a modo perrito de coche ya es suficiente. Todos los veranos dices lo mismo y luego no haces nada.
-Habla chucho que no te escucho. Por cierto, la celulitis si que la tengo a ralla este año.
-Espera que ahora si que me voy a reír a carcajadas. ¡Tu te has visto esas posaderas, alma de cántaro! Si se podría jugar al senku y no haría falta tablero.
-Vaaaleee lo pillo, tú ganas. Este año me baño con el pareo.
-Será lo mejor, aunque elige uno que te disimule la tripa, si es que lo encuentras, porque con ese tripón no podrás tirarte todo el verano diciendo que tienes gases.
-Mira ya no te aguanto más, ¡eres una pedorra negativa! Sabes lo que te digo, que yo me veo bien mona. Y a quien no le guste que no mire. La belleza de una mujer es ser ella, con su naturalidad. Sus kilos de más o de menos, sus estrías, celulitis, michelines y demás. Estoy harta ya de los cánones de belleza, de los complejos inducidos por esta sociedad superficial. No podemos ser todas las mujeres iguales, la perfección no existe, si no, menudo aburrimiento. La diversidad es la verdadera belleza. Cada mujer es única, especial y diferente. Además, tiene un mundo interior maravilloso que es lo realmente importante, no solo su fachada exterior. Y detrás de todas esas “imperfecciones” que nos quieren hacer creer, hay una historia, una única historia que cada mujer posee.
“¡Que vivan las lorzas, los michelines y la celulitis si eso significa estar viva!”
Somos lo que pensamos, no dejemos que nuestros pensamientos digan eso de nosotras. Toda mujer con su diferente cuerpo es importante, impresionante e imprescindible.