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Memorias de la vida post-depresión

Dicen los eruditos en Psicología, que aprender a perdonarnos a nosotras mismas, puede ser la gran diferencia entre resiliencia y culpa. Dependiendo de nuestra fortaleza y salud mental, tomaremos un camino u otro, y de alguna forma creando un estigma positivo, aumentando nuestra autoestima, o enterrándonos cada vez en el martirio provocado por la condena auto impuesta, hasta terminar completamente socialmente recluidos.

Este fue el triste y duro camino que desafortunadamente, como muchas otras mujeres, elegí por mucho tiempo y me llevó a la depresión. 

Hoy, después de varios años de trabajo, puedo mirar hacia atrás y escribirle esta carta a mi mejor amiga: YO.

Perdón amiga, 

Por no haber madurado las emociones. Por no haberme dado cuenta de que sí podría manejarlas, y no dejar que ellas me manejen a mí.

Por haberme querido tan poco, hasta llegar a estar convencida de que yo no era suficiente.

Por no haber sido vulnerable y tener tantos rollos que me impidieron amarme más y ver cuanto valía.

Por dejar, una vez más, que la vergüenza, el miedo, la inseguridad, y la ansiedad modelen mis palabras y acciones.

Por no haber visto lo más simple, esas pequeñas cosas que, al final del día, son las más grandes.

Por haber proyectado mis emociones negativas en mis seres queridos, traduciéndolas en comportamiento ajeno y convenciéndome de que eran reales. 

Por dejar que las historias que me repetí mil veces hasta el agotamiento me mientan una vez más, y accionar en su respeto.

Por no confiar en el destino y el tiempo. Que todo lo resuelven, eventualmente.

Por haber apurado cosas que toman tiempo, llevándome a tomar decisiones equivocadas.

Por no haber respirado más profundo, y dejar que aire me ayude a pensar y hablarte mejor.

Por haberme mirado al espejo y creerle a esa mujer cuando me dijo “ you are NOT enough”.

Perdón significa ‘arrepentimiento consciente de haber cometido un error’. 

Pedir perdón significa firmar un contrato conmigo misma de que lo intentaré todo, y que voy a cambiar.

Perdón significa que, a pesar de haberme equivocado, puedo descansar por la noche, porque estoy segura de que no volverá a pasar. 

No quiero volver a sentir lo que sentí. No quiero que sientas lo que sentiste. 

No quiero dejar de vivir juntando esas fantásticas experiencias que me regalan calidad de vida, lindas emociones y recuerdos felices.

Pedir perdón significa ser fuerte y tener el coraje de aceptar las equivocaciones y sus consecuencias. 

Perdón es el primer paso a la gratitud.
Agradecer estar viva y sana, y tener la oportunidad de escribir estas palabras.

Gratitud de tener la oportunidad de cambiar y ser mejor cada mañana, cada día, cada semana, cada mes de cada año del resto de mi vida.

Gratitud por la epifanía que me llevó a este momento, aunque haya sido la consecuencia de un sinfín de errores graves y de pérdidas aún mayores.

Gratitud de darme cuenta de que no hay necesidad de estar a la defensiva. 

Gratitud de tener el coraje de decirte que te amo, y que, a pesar del silencio entre nosotras, siempre quiero lo mejor para vos.

Gratitud cura.

Gratitud diaria ayuda a aumentar la vulnerabilidad, y ésta es la mejor arma contra mis peores enemigos: la vergüenza, la ansiedad, la inseguridad, el miedo. 

Gratitud diaria aumenta los lazos conmigo misma y la gente que amo y me ama.

Gratitud y vulnerabilidad me abren para dejarme vivir plenamente, muy a pesar de la incertidumbre de la vida. 

Vulnerabilidad me ayuda a confiar en mis instintos, sentimientos y deseos, y confiar abiertamente en los demás.

Gratitud es el camino a la verdadera felicidad. 

Mañana puede ser tarde. Por eso te escribo hoy.

Pilar Miralles

Argentina viviendo en Canadá. Amante de la cultura nacional y porteña de alma.

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