Instagram, sin darnos cuenta o sin querer darnos cuenta, es un tipo de autodestrucción cada vez más peligrosa y, a la vez, más aceptada al no ser consciente de su poder y sus riesgos hasta que no te paras a observar cualquier perfil de esta red social.
No voy a caer en el error de generalizar porque las excepciones existen, pero, ¿cómo son la mayoría de los perfiles de Instagram?
Aparecen personas sonriendo sin parar, hasta riéndose en muchas de las fotografías, llenándose de abrazos o besos, en mitad de una fiesta o de un viaje, o con un pedazo paisaje de esos que parecen sacados de película; y por supuesto, cada fotografía es perfecta en cuanto a nitidez, filtros o las características físicas de las personas que aparecen.
¿Y los comentarios de esas fotos?
Explosiones de sentimientos y emociones, de “te quiero” y “te amo” que pierden su valor al decirlo sin parar, emoticonos adorables y “¡oh, madre mía… qué bella es la vida y que bello es vivir!”
Y vas de un perfil a otro y el patrón es el mismo; felicidad extrema y personas con dos carreras, tres voluntariados, doce viajes inolvidables, un millón de amigos e infinitas fotos de los pequeños de la familia y de todos los animales que puedan llegar a los suficientes likes como para que la persona tenga la firme seguridad de que su vida es maravillosa.
“Y no creas que tú eres diferente a cualquiera de esas personas, echa una ojeada a tu perfil de Instagram… ¡sorpresa!”
¿Dónde están los días de mierda, las personas agotadas del curro y el selfie que te has hecho por aburrimiento al haber perdido el bus? Nadie sube fotos de la realidad y, es más, hemos llegado al punto de esconder esa realidad al verla “poca cosa” y de escondernos bajo las sábanas por la noche cuando hemos tenido un día de mierda, ¿dónde están todas esas personas que te han dado like y que te han dicho que te aman con locura en los comentarios?
Da miedo ser consciente de todo esto, pero a la larga es necesario hacerlo, comprender que nada de Instagram es real, que lo que ahí tenemos es una fantasía de como nos gustaría ser, pero eso no es la realidad.
“Basta ya de sonreír sin parar, los días buenos no serían tan buenos sin la existencia de días grises”
La realidad es que todas las personas tenemos días de mierda, que si hacemos un viaje especial es, la mayoría, muy de vez en cuando y más ahora, estando como están las cosas creo que un picnic en el Retiro o una excursión por el monte van a ser nuestras mayores aventuras, y está bien, recuperemos la visión llena de ilusión y ganas de ese tipo de planes que, al fin y al cabo son esos momentos y las personas que te estén escuchando comiendo pipas en un banco lo que sí es real.
Basta ya de sonreír sin parar, los días buenos no serían tan buenos sin la existencia de días grises, debemos saber aceptar y aceptarnos en esos momentos también y sentirnos tremendamente orgullosos de tener a dos, tres o cuatro personas que nos escuchen en esos días; y justo son esas personas quienes nunca o casi nunca te dejan un comentario en las fotos que subes a tus redes sociales, ¿casualidad?
Esos comentarios dan igual, porque lo que de verdad importa no es hacer creer que siempre estamos bien y rebosantes de felicidad, es agotador transmitir esa imagen, lo importante es ser conscientes de cómo es en realidad nuestra vida, de todo lo que aún debemos mejorar dentro de nosotros y alrededor y sentir que tenemos una vida maravillosa, porque mientras a última hora del día haya alguien dispuesto a escucharnos por teléfono o comiendo pipas a nuestro lado os aseguro que lo es sin importar si hoy ha sido un día bueno o no.
Maravilloso como siempre mi Lau, toda la razón en tus palabras, transmites realidad y buenas vibraciones. Ojalá tus palabras lleguen a miles de personas!