Despojada. Liberada del yugo de creencias impuestas y conductas aprendidas en el pasado. Libre de conceptos retrógrados inculcados sin ninguna conjetura lógica. Finalmente, dueña absoluta de mis ideas, producto de profundas reflexiones y experiencias, algunas más dolorosas que otras.
La única forma de alcanzar la verdadera libertad es a través de la independencia espiritual y económica. De esa manera nadie puede imponer su bloque sentenciador heredado de épocas que nada tienen que ver con nuestra era, con nuestro presente, con nuestra verdad.
“No he conocido sensación más gratificante que la libertad de expresión y pensamiento”
¿Por qué seguir acatando patrones ideológicos que se han tornado rancios? ¿Por qué cuesta tanto renunciar a una línea de pensamiento arcaica que se desvía totalmente de la persona que algunos queremos ser? Incógnitas que solo se resuelven con la capacidad de retirar la mirada de las pantallas, los postureos, los likes y los filtros, venciendo el miedo a confinarnos en nuestro fuero más interno para escucharnos con atención y posteriormente actuar en consecuencia.
No he conocido sensación más gratificante que la libertad de expresión y pensamiento. Se trata de una mezcla balsámica de tranquilidad, paz y sosiego, al escoger los momentos para estar a solas con nuestras reflexiones o para disfrutar en compañía de personas afines a ideologías determinadas.
El privilegio de vivir bajo nuestras propias normas y condiciones es una especie de lujo al que solo tienen acceso las personas introspectivas, humildes, que saben reconocer y renunciar a sus impulsos visceralmente egoístas. La soberbia no tiene espacio en la libertad, al igual que la envidia, que opaca cualquier atisbo de independencia. Siempre se es esclavo de lo que se cela. Para ser libre debe hacerse un pacto con el difícil propósito de ser honesto con nuestra esencia.
“Adictos a lo políticamente correcto, yonquis de la infelicidad”
En todo momento me estoy refiriendo a una libertad sana, honesta y coherente, donde se respetan las opiniones ajenas aunque no se compartan. Evitando hacer daño sentando cátedra con alardes de superioridad mal entendida. Se trata de la aceptación de uno mismo con excepción de lo convencional, de lo impuesto por una media tristemente subyugada a sus limitaciones de pensamiento, adictos a lo políticamente correcto, yonquis de la infelicidad.
Libre. Para priorizarme de vez en cuando, para aportar a otros lo mejor de mí, para romper cadenas de conceptos impuestos que nos encarcelan en celdas de frustración y amargura. Libre, al fin.
