Hombres mayores buscan compañía y te pagan el hotel

Estaba tomando unas cañas con mi amiga Elena en un acogedor bar madrileño que se encuentra en pleno corazón de Madrid. Al fin habíamos encontrado un hueco para reírnos y contarnos nuestras historias después de estar un tiempo sin vernos.  

Al rato, se acercó el camarero para traernos la cuenta con un par de chupitos, nosotras pensábamos que era regalo de la casa, hasta que de repente nos dice que ha sido una invitación de dos hombres que están sentados al fondo. Las dos miramos y eran unos señores de aproximadamente unos 70 años de edad… 

Ignoramos dicha invitación hasta que se nos acercó uno de ellos. Era un hombre anciano, de aspecto clásico y con dificultad para desplazarse, de esos señores que ves y piensas podría ser perfectamente mi abuelo. El hombre se acercó y  dijo: 

-Os he visto muy alegres y por eso he querido invitaros a estos chupitos.

Nosotras agradecimos su invitación y continuamos conversando, pero no había manera, el hombre seguía preguntando e INTERRUMPIENDO. 

-¿Cuántos años tenéis? 

-28 -Respondió mi amiga Elena, pensando que si le decía la edad se iría asustado, pero para nuestra sorpresa dijo: 

-¡Anda 28! Pero si pensaba que teníais 22.

Nosotras seguíamos ignorándole. Y el señor volvió a interrumpir: 

-Soy de Chile y estoy con un compañero de trabajo, aquí en Madrid. Estamos hospedados en el hotel de al lado. ¿Queréis pasar la noche con nosotros? 

Nosotras al borde de vomitar le dijimos un NOOOOOOO rotundo. 

Su respuesta fue: 

-¡Qué bordes sois las españolas! Pero en serio…¿no queréis? Os pagamos todo. 

Nos fuimos del bar escopetadas y lo peor, con miedo e impacto por vivir dicha situación. Es indignante que a día de hoy cualquier mujer pueda sentirse molesta tomando algo con una amiga porque unos “viejos verdes” se crean con derecho a tratarnos como si fuéramos objetos a su disposición. Que el simple hecho de reírse les haga pensar que queremos pasar una noche con ellos, que a pesar de sacarnos unos 50 años  de edad  se crean superiores para comprarnos o pagarnos una noche de hotel después de decirles que NO. Y lo peor, que si negamos su invitación seamos unas bordes. 

Y es en ese preciso momento cuando por desgracia una vez más te cuestionas: 

¿Somos realmente libres?