La vitalidad ha brotado en la sociedad tras las últimas medidas de desescalada decretadas en España en las últimas dos semanas. Hemos cumplido dos meses de confinamiento (¡felicidades, campeonas!) y situaciones tan triviales como ver a niños jugar en la calle o poder salir a hacer algo de ejercicio han llenado de esperanza los feed de nuestras redes sociales, videollamadas y chats. En breve, #SaldremosAdelante.
“Se trata de un trastorno cognitivo-conductual durante el cual al individuo le invade una sensación de aprensión hacia el espacio abierto”
Sin embargo, muchos otros miran desde sus casas, recelosos, al exterior. No sentirse preparado para la transición de tu entorno personal a la esfera pública no es un sentimiento aislado: no estás sólo en este pesar. Se le denomina Síndrome de la Cabaña, y aunque aún no está reconocido en los manuales, la psicología moderna lo describe como una variante leve de la agorafobia. Se trata de un trastorno cognitivo-conductual durante el cual al individuo le invade una sensación de aprensión hacia el espacio abierto tras haber estado recluido o en un periodo de aislamiento social. Entre los efectos producidos por este síndrome encontramos estados alterados como puede ser los picos de estrés, ansiedad, desconfianza o incertidumbre.
Las crisis nerviosas o los episodios depresivos leves son, desafortunadamente, más comunes en nuestra sociedad de lo que desearíamos, y ya ocurría antes del periodo de cuarentena [1] [2]. En las últimas semanas profesionales de la psicología han venido alertando de los efectos que el confinamiento podría desatar en todos, pero especialmente en aquéllos que ya contaban con un cuadro anímico proclive a los desajustes. Si has experimentado durante los últimos días alguno de estos sentimientos, quizás estés lidiando con el síndrome de la soledad inquieta, otro nombre que recibe la misma dolencia.
“Esa “nueva normalidad” de la que tanto escuchamos hablar estos días aumenta el estrés, sumándose con el que ya convivíamos”
¿Qué nos espera en la calle? Para aquéllos atravesando pequeñas crisis de ansiedad o depresión durante el confinamiento, el mundo exterior es un terreno hostil en el que no confían. La incertidumbre de la escasa información concreta sobre qué ocurrirá y cómo volveremos a esa “nueva normalidad” de la que tanto escuchamos hablar estos días aumenta el estrés, sumándose con el que ya convivíamos. Mientras, a tu alrededor, observas como muchas personas ya han traspasado el umbral y, como si tal cosa, comienzan a reubicarse en el nuevo medio. Esta capacidad de adaptación a los cambios también nos produce estrés y preocupación, llegando además a afectar nuestro sistema de autocontrol: por momentos deseas ver a tu familia y amigos, en otros tantos disfrazas de lógica tu temor a sucumbir al deseo de salir, tocarles, abrazarles.
Ciertamente, es complicado llegar a expresar esa sensación de desazón ante la oportunidad que nos han brindado esta última semana de salir a la calle en medio de un clima de excitación permanente por lo que hay ahí fuera. Sin embargo, no estar aún preparado para la desescalada no debe preocuparte de más: deberíamos separar las fases regidas para el correcto funcionamiento del Estado de aquéllas que auto-regulen tu bienestar.
“Habla con los tuyos, sé sincera y di en voz alta en qué términos quieres tú readaptarte al medio”
La vida continúa no sólo en las calles, sino en tu interior. La presión generada por la desescalada puedes aligerarla: habla con los tuyos, sé sincera y di en voz alta en qué términos quieres tú readaptarte al medio. Recuerda que cada individuo habrá experimentado diferentes sensaciones y cambios en su estado anímico estas semanas. La Nueva Normalidad tomará su tiempo en instalarse en nuestras vidas, ¿por qué no te lo das tú también? Reubiquémonos nosotras en las nuestras.