Desde el siglo XVIII se viene produciendo un debate sobre lo que se debe entender como “desarrollo” y pese a ello, su significado en la actualidad, todavía es confuso. Si se realiza una mirada histórica, Adam Smith (1723-1790) en su obra “La riqueza de las naciones” escribe que la clave del bienestar social está en el crecimiento económico.
Esa idea de prosperidad sin limites luego fue sustituida por otras, como la de Thomas Robert Malthus (1766-1834), quien describe el principio de la catástrofe maltusiana en “Ensayo sobre el principio de la población”. Ese pensador ya alertaba sobre el crecimiento de la población en progresión geométrica, mientras que los recursos aumentaban en progresión aritmética, es decir, que no serían suficientes para abastecer a la población. Muchos otros pensadores introducen, asimismo, dudas sobre el progreso sin fin de Smith. Sin embargo, todos ellos estaban influenciados por la Revolución Industrial y emplearon criterios fundamentalmente económicos.
A lo largo del siglo XIX, finalmente se fueron introduciendo correcciones a este modelo de desarrollo y debido a las preocupaciones por la cuestión social (Fourier, Marx, Bakunin, etc), aparece el concepto de desarrollo económico y social. Pero no es hasta el siglo XX cuando, de una forma clara y precisa, se alienta sobre la necesidad de investigar y desarrollar un estudio científico sobre la sociedad antes de plantearnos un modelo de desarrollo.
Es importante destacar a la pionera en ecología, Raquel Carson, que con su publicación “La Primavera Silenciosa” (1962), advirtió de los peligros de la llamada Revolución Verde, basada en la utilización masiva de fertilizantes, pesticidas y herbicidas. El trabajo de Carson impactó fuertemente la opinión pública e hizo que políticos y científicos ampliaran la investigación sobre el efecto de los contaminantes químicos sobre la salud humana y animal y su impacto ambiental.
“En 1995 los gobiernos se reúnen para la primera conferencia del convenio de participantes Convention’s First Conference of Parties (COP1) en Berlín”
No obstante, el primer informe riguroso que alarmo sobre los retos ante los que se enfrentaba la humanidad fue “Los límites del crecimiento” producido por una organización internacional conocida como el “club de Roma”. “En 100 años el planeta sobrepasará sus límites y habrá una declinación súbita e incontrolable de la población y la capacidad industrial”, decía ese informe de 1972.
Esa voz de alarma fomentó que la urgencia ambiental fuera afrontada por diferentes foros y conferencias de índole internacional. Por su capital importancia, hay que destacar la Comisión de Medioambiente y Desarrollo de Naciones Unidas, que elaboró el llamado Informe Brundtland (1987). En dicho informe se utilizaba por primera vez el término internacionalmente conocido como “desarrollo sostenible” y se definió como: “Aquel desarrollo que satisface las necesidades de las generaciones presentes sin comprometer las posibilidades de las del futuro, para entender sus propias necesidades”.
“Solamente en la COP21 (París, 2015) se consiguió, con mucha dificultad, la realización de un nuevo protocolo, el Tratado de París”
Finalmente, en 1995 los gobiernos se reúnen para la primera conferencia del convenio de participantes Convention’s First Conference of Parties (COP1) en Berlín. Dos años después, se realiza la COP3 y se adoptan el texto del Protocolo de Kioto. Posteriores conferencias han seguido trabajando en la corrección del protocolo y en la elaboración de uno nuevo.
Solamente en la COP21 (París, 2015) se consiguió, con mucha dificultad, la realización de un nuevo protocolo, el Tratado de París, en el cual se propusieron actuaciones para limitar el calentamiento de 1,5 a 2 grados centígrados por encima de los niveles preindustriales. Dicho Tratado fue rápidamente firmado y ratificado por parte de 195 Gobiernos. Si lo comparamos con la adopción del Protocolo de Kioto, este tardó dos décadas para llegar al mismo punto y, al final, su ratificación no fue posible debido a sus puntos débiles, pero aun así vale destacar su crucial importancia para la construcción de varios artículos del actual Acuerdo de París.
Aunque Estados Unidos anunciara en 2017 su retirada del Acuerdo, debido a las promesas de campaña del presidente Donald Trump, los demás países confirmaron su compromiso con el Tratado. Este hecho, ha demostrado que existe una creciente y acentuada preocupación ambiental mundial por parte de varios países. Asimismo, después de la COP21 hubo un incremento de las prácticas ambientales nacionales visando el desarrollo sostenible. Evidentemente hay muchos “peros” con respecto al Acuerdo de París. Por ejemplo, las contribuciones determinadas a nivel nacional (NDC por sus siglas en inglés), es decir, las contribuciones de cada país para reducir las emisiones nacionales y adaptarse a los efectos del cambio climático, son el núcleo del Acuerdo. Pero ese no define las medidas de mitigación y/o controla las contribuciones que cada país debería lograr. Ni se les sancionará en caso de que no cumplan con lo acordado, ya que no obliga al cumplimiento de este. Para la comercialización de emisiones contaminantes no hay reglas que garanticen una rigurosa contabilidad de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI).
“Un Plan de Acción de Género fue promovido para destacar el papel que tienen las mujeres en combatir el cambio climático”
¿Qué paso desde la COP21? En COPs posteriores se intento definir las reglas de juego de la aplicación del Acuerdo de París. China aprovecho la ausencia de Estados Unidos y evidenció un papel más activo a favor del Acuerdo. Un Plan de Acción de Género fue promovido para destacar el papel que tienen las mujeres en combatir el cambio climático. La Plataforma de Personas y Comunidades Indígenas fomentó un intercambio de buenas prácticas y experiencias para mitigar y adaptarse al cambio climático. Más de veinte países han creado una alianza global mediante la cual se comprometen a eliminar el carbón de la generación eléctrica antes de 2030. Entre los países no firmantes, sin embargo, figuran los tres mayores emisores de CO2 y consumidores de carbón, como son China, India y Estados Unidos. También hay que destacar el claro avance de los gobiernos al acordar el Paquete de Katowice, que consiste en un conjunto de directrices para aplicar el Acuerdo de París.
Finalmente, pese a los problemas de orden público en Santiago de Chile, se celebra la COP25 en Madrid desde el ultimo 2 hasta el 13 de diciembre. 196 países negocian las directrices para reducir las emisiones de GEI, definen las reglas de la comercialización de emisiones y establecen mecanismos de ayuda para Estados vulnerables.
“En 20 años, el cambio climático podría empujar a otros 100 millones de personas a la pobreza. En 40 años, tal vez 140 millones se habrán convertido en migrantes climáticos”
Evidentemente, los compromisos actuales para mitigar el cambio climático están muy lejos de lo que se necesita para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París. El aumento de la temperatura global ya está alrededor de 1 °C y todavía nos quedan 80 años hasta el fin del siglo. En 20 años, el cambio climático podría empujar a otros 100 millones de personas a la pobreza. En 40 años, tal vez 140 millones se habrán convertido en migrantes climáticos, es decir, personas obligadas a abandonar sus hogares porque ya no están seguras o no proporcionan medios de subsistencia suficientes. Si seguimos así, la temperatura del planeta aumentará 3 °C o 4 °C más hasta finales de este siglo y estará prácticamente inhabitable. A menos que no hagamos algo, podemos evitar ese oscuro futuro.
¿Qué necesitamos hacer? En primer lugar, reconocer que el cambio climático ya está ocurriendo. Los eventos relacionados con el clima han sido más frecuentes y más severos. Eso está afectando la vida de millones de personas, pero especialmente las de los países vulnerables, donde ven el impacto no solo en términos de pérdida de vidas sino también en términos económicos. Hay casos en que las pérdidas económicas superan el 200% del PIB, como en el caso del huracán María que devastó Dominica en 2017.
Al mismo tiempo, debemos reducir las emisiones contaminantes, compensar lo que no se puede reducir, eliminar los combustibles fósiles, aumentar la eficiencia energética, adoptar fuentes de energía renovables, mejorar el uso de la tierra y las prácticas agrícolas, preservar los bosques existentes y recuperar los degradados, y adaptarnos a las nuevas realidades climáticas.
“Ninguna persona, institución, político o gobierno puede quedar al margen de estas acciones”
Nuestra civilización enfrenta un gran desafío, pero también una oportunidad para promover acciones responsables en los ámbitos económico, social, tecnológico, educativo y ambiental.
Felicitaciones por el texto, excelente discurso y una buena línea de tiempo para comenzar varias discusiones.
Excelente artículo de una bella y talentosa escritora.
Estou chocada com sua análise, desconhecia tais dados! Queremos fazer a nossa parte aqui no Brasil e gostaria de maiores informações acerca deste e outros estudos. Att, Ariceya Albuquerque.
Parabéns, excelente artigo, você é linda e talentosa.