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Capítulo 03. Aprendiendo a amar con Erich Fromm

Fuente: Lenin Estrada/Unsplash

Libro “El arte de amar” de Erich Fromm, versión reducida, comprometida y vivenciada, realizada por Natalia Pedrajas Sanz.

En el sentido más general, puede describirse el carácter activo del amor afirmando que amar es fundamentalmente dar, no recibir. Hay personas que viven el dar como un empobrecimiento, por lo que se niegan generalmente a hacerlo. Algunos hacen del dar una virtud, en el sentido de un sacrificio. Para una persona cuyo carácter es productivo, dar posee un significado totalmente distinto y constituye la más alta expresión de potencia. En el acto mismo de dar, experimentan fuerza, vitalidad, riqueza y poder. Dar produce más felicidad que recibir.

“En lo que atañe al amor dar significa recibir”

Encontramos el ejemplo más elemental en la esfera del sexo. La culminación de la función sexual masculina radica en el acto de dar; el hombre se da a sí mismo, da su órgano sexual, a la mujer. En el momento del orgasmo, le da su semen. También ella se da; permite el acceso al núcleo de su feminidad; en el acto de recibir, ella da. Por eso, en lo que atañe al amor dar significa recibir. 

En la esfera de las cosas materiales, dar significa ser rico. No es rico el que tiene mucho, sino el que mucho da. El avaro que se preocupa angustiosamente por la posible pérdida de algo es un hombre indigente, empobrecido, por mucho que posea. El rico da lo que está vivo, da alegría, interés, comprensión, conocimiento, humor, tristeza, etc… Y no da con el fin de recibir. 

La persona que da ha superado la dependencia, la omnipotencia narcisista, el deseo de explotar a los demás, o de acumular, y ha adquirido fe en sus propios poderes humanos, su coraje y confianza en sí mismo. 

“El que tiene miedo de darse, por tanto, tiene miedo de amar. Dar es más satisfactorio, más dichoso que recibir; amar, más importante que ser amado”

Además del elemento de dar, el carácter activo del amor implica ciertos elementos básicos, comunes a todas las formas del amor. Esos elementos son: cuidado, responsabilidad, respeto y conocimiento.

Cuando hablamos de cuidado el amor es la preocupación activa por la vida y el crecimiento de la otra persona. Cuando falta tal preocupación activa, no hay amor. Se ama aquello por lo que se trabaja, y se trabaja por lo que se ama. El cuidado y la preocupación implican otro aspecto del amor: el de la responsabilidad. Pero la responsabilidad, en su verdadero sentido, es un acto enteramente voluntario, constituye mi respuesta a las necesidades, expresadas o no, de otro ser humano. Ser responsable significa estar listo y dispuesto a responder. La persona que ama, responde. Tal responsabilidad, en el caso de la madre y su hijo, atañe principalmente al cuidado de las necesidades físicas. En el amor entre adultos, a las necesidades psíquicas de la otra persona.

Respeto no significa temor y sumisa reverencia; denota, de acuerdo con la raíz de la palabra (respicere = mirar), la capacidad de ver a una persona tal cual es, tener conciencia de su individualidad única. Respetar significa preocuparse porque la otra persona crezca y se desarrolle tal como es. De ese modo, el respeto implica querer que la persona amada crezca y se desarrolle por sí misma, en la forma que le es propia, y no para servirme. Si amo a la otra persona, me siento uno con ella, pero con ella tal cual es, no como yo necesito que sea. Es obvio que el respeto sólo es posible si yo he alcanzado independencia; si puedo caminar sin muletas, sin tener que dominar ni explotar a nadie. El respeto sólo existe sobre la base de la libertad. Respetar a una persona sin conocerla, no es posible; el cuidado y la responsabilidad serían ciegos si no los guiara el conocimiento.

El conocimiento absoluto de la otra persona amada se adentra hasta el fondo. Puedo saber, por ejemplo, que una persona está encolerizada, aunque no lo demuestre abiertamente; y puedo llegar a conocerla más profundamente aún; y saber que está angustiada, e inquieta; que se siente sola, que se siente culpable. Sé entonces que su cólera no es más que la manifestación de algo más profundo, y la veo angustiada e inquieta, es decir, como una persona que sufre y no como una persona enojada.

“Nos conocemos y, a pesar de todos los esfuerzos que podamos realizar, no nos conocemos. Solo te conoces a ti mismo a través del amor con otra persona”

Una manera desesperada, de conocer al otro es el poder absoluto sobre otra persona; para que haga lo que queremos, sienta lo que queremos, piense lo que queremos; se transforme en otra cosa, en nuestra cosa, y sea de nuestra posesión. Aquí obviamente no hay amor, sí crueldad y destructividad. Cuando hay amor, la manera de conocer al otro, y a la vez conocerme a mí, es penetrando activamente. Es en la unión, en el acto de fusión como experiencia mística, donde te conozco y a la vez me conozco a mí misma. El conocimiento total viene del acto de amar: ese acto trasciende el pensamiento, trasciende las palabras. Es por eso que todo trabajo en desarrollo personal y autoconocimiento, queda incompleto, puesto que le falta lo esencial, la parte clínica, la parte oscura: sólo conocemos realmente quiénes somos en el acto de amar.

“Cuidado, responsabilidad, respeto y conocimiento son mutuamente interdependientes”

Las cuatro características del acto de amar residen en la persona madura, que ha renunciado a su narcisismo (admiración por uno mismo que le impide admirar a los demás sin envidia o frustración), a su omnisapiencia (que lo sabe todo) y a su omnipotencia (que lo puede todo), y que por el contrario ha adquirido humildad.

Si bien el amor nos proporciona la fórmula para superar la separatidad humana (el no estar separado y sólo), y satisface nuestro anhelo de unión, también hay que tener en cuenta que existe un orden más biológico en este acto: el deseo de unión entre los polos masculino y femenino. La unión del esperma y el óvulo constituyen la base para el nacimiento de un niño. Y la situación es la misma en el dominio puramente psíquico; en el amor entre hombre y mujer, cada uno vuelve a nacer. 

Al amar, abandonamos la prisión de soledad y aislamiento que representaba el estado de narcisismo y autocentrismo. Sentimos una nueva sensación de unión, de compartir, de unidad. Más aún, sentimos la potencia de producir amor, antes que la dependencia de recibir siendo amado.

El próximo lunes publicaremos el capítulo 04….

Natalia Pedrajas

Deportista, psicóloga y empresaria social, defensora de la mujer y la sostenibilidad.

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