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Capítulo 02. Cabeza, corazón y tripa: Amar es fácil si sabes cómo, cuándo y con quién

cabeza tripa corazon

Como os conté en el anterior capítulo, EL AMOR, y más concretamente las relaciones de pareja, son un equilibrio entre tres pesos principales que se sienten en nuestro cuerpo, CABEZA, TRIPA y CORAZÓN. 

Cabeza, tripa y corazón son tres cuerdas que tan pronto se hacen un lío y crean un conflicto en nosotros, como son capaces de construir una preciosa trenza.  

Empezamos por la CABEZA

No existe amor sin crecimiento y crecimiento sin amor. No se trata de decir te quiero mil veces y mandar mensajes comprobando que la persona está ahí al otro lado, se trata de acompañar con nuestros actos y demostrar con nuestra presencia. 

  • Dame una razón para seguir
  • Te quiero
  • He dicho dame no dime

Es cierto, nuestra cabeza está hecha a base de logros, fortalezas, habilidades aprendidas y debilidades constatadas, sin olvidar por nada del mundo los valores y las creencias, los cuales suponen en ocasiones un obstáculo para alcanzar la alegría y la apertura del corazón. Cuidado con: la belleza, la popularidad, la búsqueda de reconocimiento, la fama, el éxito, el dinero, el consumismo, la exigencia, la inteligencia lógica y la necesidad de emociones fuertes a cada instante. Si son valores, fortalezas o habilidades que forman parte de tu vida, y están muy presentes, ya tienes la primera pista a la pregunta sobre tus conflictos con el corazón y tu capacidad de amar verdaderamente. 

“La manera en la que me relaciono conmigo es la manera en la que me relaciono contigo”

Te muestro un ejemplo: ¿Por qué la autoexigencia es un obstáculo en mi capacidad de amar?  La manera en la que me relaciono conmigo es la manera en la que me relaciono contigo. El problema de una exigencia excesiva, es que ésta, no sólo se manifiesta en nosotros mismos, sino también en nuestra relación con los demás. Autoexigirse y exigir, juzgarte y juzgar, son dos caras de una misma moneda.  Cuanto más énfasis pongamos en realizar un análisis minucioso a la otra persona, poniéndole pruebas que tiene que ir superando, más probable será que fijemos nuestra atención en los aspectos negativos, especialmente si tenemos una mentalidad muy exigente. En este caso no resultará muy sencillo encontrar todo tipo de fallos e imperfecciones en la otra persona, la razón de que esto ocurra es que todo, absolutamente todo en el mundo es imperfecto. 

Si buscamos a la persona perfecta, esa que nace del amor romántico, de las canciones, de las películas, encontraremos una historia de amor tan maravillosa como efímera, y por efímera puedo contar años, depende de lo que nos emperremos en que se quede en nuestra vida, pero lamentablemente no descubriremos el verdadero amor. 

“Cada vez que comparas una persona con otra, una relación con otra, un enamoramiento con otro, no la estás mirando a ella, te está mirando a ti”

Hay muchas más personas de las que pensamos que íbamos a disfrutar del amor, pero tan solo hay que aprender a mirar y dejarse sorprender, basta con que una persona sea suficientemente necesaria e idónea, no perfecta. Desgraciadamente hemos aprendido a buscar la perfección, no la suficiencia. Por suerte hay personas que han dejado de perseguir parejas ideales o a medida y han puesto el foco en rodearse de parejas aptas con las que pueden ponerse manos a la obra. Porque cada día me encuentro más convencida de que en la gente “suficiente” habitan las personas más extraordinarias. Ya que, buscando a alguien que nos deslumbre, estamos perdiendo las personas que brillan de verdad. La receta parece fácil, ser menos exigentes y más abrazadores, porque cuando descubrimos que la vida no va de buscar perfección y éxito, sino que se basa en el amor y el disfrute, entonces podemos decir que ya estamos madurando en sentido emocional.

Para saber si una persona puede llegar a encajar con nuestro proyecto de vida, no hace falta que el sentimiento de la tripa aparezca, hace falta información, hace falta un poco más de cabeza, y eso sólo lo proporciona el tiempo y la exposición a los diferentes contextos con esa persona. Nadie puede saber a las pocas semanas y mucho menos en un primer encuentro si alguien, hasta entonces extraño, es el amor de su vida. Pero nadie merece ser descartado de su vida, sin que le den la oportunidad demostrar si esto es posible.  

Si queremos evitar futuras decepciones es imprescindible conocer primero con quién estamos saliendo, y sobre todo a dónde se dirige, saber si sus ojos miran al mismo sitio que los nuestros. Es decir, dotar de profundidad a las conversaciones. No es lo mismo, decir, “quiero ser madre y vivir en el campo”, que hablar de cómo lo voy a hacer y cuáles son los valores que guían mis pasos. En definitiva hace falta tiempo de exposición emocional y ambiental con esa persona, el suficiente para recoger información, y pasar del enamora-miento al amor, o mejor dicho al enamora-viendo. Y es que, enamorarte de verdad de alguien empieza por hacer el amor a cada instante en cada parte de su cuerpo, también con su cabeza. Cambiemos el significado de lo que comúnmente se entiende por hacer el amor, saquémoslo de la cama para llevarlo a cualquier ámbito de nuestra vida. El amor es simple y llanamente CONEXIÓN.

“Baja el volumen de tus pensamientos y agudizan el de tus sentidos, al hacerlo se obra el milagro y te enamoras”

Si elegimos a las personas sólo con la cabeza, lo más probable es que nunca lleguemos a enamorarnos, pues el enamoramiento necesita una buena dosis de libertad, de soltar amarras, de dejarse llevar horas, como cuando parece que no pasa el tiempo. Un exceso de razón puede insensibilizar a la persona, hasta el punto de bloquear nuestra capacidad de abrirnos ante la belleza de lo extraño, hasta el punto en el que se afloran todos los miedos posibles, y las amenzas irreales se convierten en reales.

Cuando la cabeza domina, temes demasiado a que alguien descoloque alguno de tus elementos cuidadosamente dispuestos en tu cuadriculada cabeza. Y para que se de un profundo enamoramiento es necesario que le demos rienda suelta al amor, y que respondamos a su llamada, aunque nos sepamos donde nos lleva. En definitiva, saber cuándo usar la cabeza, rebajar sus exigencias, para así dejarse sorprender y encontrar los caminos que llevan al corazón. 

En el próximo capítulo seguimos con con la TRIPA…

Natalia Pedrajas

Deportista, psicóloga y empresaria social, defensora de la mujer y la sostenibilidad.

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