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Capítulo 02. Aprendiendo a amar con Erich Fromm

Erich Fromm
Fuente: Josh Felise/ Unsplash

Libro “El arte de amar” de Erich Fromm, versión reducida, comprometida y vivenciada, realizada por Natalia Pedrajas Sanz.

Comencemos por el principio. Todos hemos sentido que conocíamos a esa persona que te deja sin respiración, que te hace flotar como si de un estado superior se tratase, parece que esa intensidad del apasionamiento, ese estar locos el uno por el otro, es la prueba y la muestra del amor verdadero. Pero también dicha intensidad puede verse como el enorme grado de soledad interior que tienes antes de conocer a esa persona.

Además, cuando nos juntamos con esa persona, en esa unión especial que caracteriza el amor, se resuelve la necesidad más profunda del ser humano: la separatidad o no estar separado. Estar separado significa estar aislado. Con el amor abandonamos la prisión de nuestra soledad. Si el amor cumple esta función en nuestra vida, estaremos viendo el amor como una solución madura al problema de la existencia del ser humano, y al problema de su soledad, pero también existe un amor con forma inmadura que podríamos llamar unión simbiótica. 

“La forma pasiva de la unión simbiótica es la sumisión, o, para usar un término clínico, el masoquismo”

La unión simbiótica tiene su patrón biológico en la relación entre la madre embarazada y el feto. Son dos y, sin embargo, uno solo. El feto es parte de la madre y recibe de ella cuanto necesita; la madre es su mundo, por así decirlo; lo alimenta, lo protege, pero también su propia vida se ve realzada por él. En la unión simbiótica psíquica, los dos cuerpos son independientes, pero psicológicamente existe el mismo tipo de relación. La forma pasiva de la unión simbiótica es la sumisión, o, para usar un término clínico, el masoquismo. La persona masoquista escapa del intolerable sentimiento de aislamiento y separatidad convirtiéndose en una parte de otra persona que la dirige, la guía, la protege, que es su vida y el aire que respira, por así decirlo. La persona masoquista no tiene que tomar decisiones, ni correr riesgos; nunca está sola, pero no es independiente; carece de integridad; no ha nacido aún totalmente. 

“La persona sádica es tan dependiente de la sumisa como ésta de aquélla; ninguna de las dos puede vivir sin la otra”

La forma activa de la fusión simbiótica es la dominación, o, para utilizar el término clínico correspondiente, el sadismo. La persona sádica quiere escapar de su soledad y de su sensación de estar aprisionada haciendo de otro individuo una parte de sí misma. Se siente acrecentada y realzada incorporando a otra persona, que le adora. La persona sádica es tan dependiente de la sumisa como ésta de aquélla; ninguna de las dos puede vivir sin la otra. La diferencia sólo radica en que la persona sádica domina, explota, lastima y humilla, y la masoquista es dominada, explotada, lastimada y humillada. En un sentido realista, la diferencia es considerable; en un sentido emocional profundo ambas tienen en común: la fusión con pérdida de integridad individual.

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Natalia Pedrajas

Deportista, psicóloga y empresaria social, defensora de la mujer y la sostenibilidad.

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