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Cada vez que me acerco a la muerte

muerte
Fuente: David Taffet/ Unsplash

Cada vez que me acerco a la muerte hay una parte de mí que fallece, una parte de niña que se va lejos; y una parte que nace, una parte de adulta consciente que florece en mi interior.

Sentimientos encontrados, un adiós a esa niña sensible e ingenua que jugaba con una muerte irreal e inexistente y un “hola” a esa adulta consciente de que es ella lo único seguro en la vida.

Cada vez que me acerco a la muerte lloro, cada vez lo hago de una manera más serena, sin rabia, dejando salir el dolor de manera silenciosa, pero constante y fluido.

“Cada vez que me acerco a la muerte crezco, aprendo, me instruyo, profundizo, me preparo”

Cada vez que me acerco a la muerte pienso en ti, que te fuiste solo y sin hacer ruido, y también pienso en ti que te fuiste mirándome a los ojos, pienso en cada una de las muertes que me han marcado y no solo las pienso, las siento dentro, en las entrañas, las siento VIVAS cada vez más vivas y fuertes.

Cada vez que pienso en la muerte sonrío al saber que tu energía forma parte de mi persona, tú formas parte de mi ser, de cada una de las células que forman mi cuerpo, de mis conexiones neuronales y sus recuerdos y no existe estado que pueda cambiar eso.

“Ahora entiendo que cuando nací estaba firmando mi sentencia de muerte”

Cada vez que me acerco a la muerte vivo y entiendo el significado de VIVIR, hacerlo de manera intensa, de manera consciente, abrazándote vida, valorándote, amándote.

Cada vez que me acerco a la muerte recuerdo a esa niña asustada que no la entendía, aquella a la que le costaba dormir pensando en la existencia y en no saber porqué existimos hoy si mañana ya no lo vamos a hacer.

Ahora entiendo que cuando nací estaba firmando mi sentencia de muerte, la firmé de una manera dulce y con coraje cogiéndome a la vida, aún teniendo dos vueltas de cordón umbilical alrededor de mi cuello, pero eso no pudo conmigo, tuve  la posibilidad y las ganas de experimentar la vida y ese ha sido el mayor regalo que he recibido.

Muerte, te abrazo, ya no te tengo miedo, viviré cada día sintiendo todo lo que mi cuerpo me deje sentir, viviré pensando que cada respiración es un regalo y cuando ya no quede más aire para este cuerpo dejaré que mi energía se funda con el resto de energías del mundo que nos sostiene, y aportaré ese granito de arena al gran ciclo de la vida.

Andrea Salvador

Psicóloga, instructora mindfulness, practicante de yoga y viajera empedernida.

1 Comentario
  1. Me gusto mucho tu artículo. La muerte y yo somos amigas desde mi infancia, me ha enseñado a ser consiente del momento presente, que sin ella la vida no existe y que la mejor manera de tener conmigo a los que se a llevado, es poniendo en práctica lo que cada uno de ellos me aportó, me enseñó.
    No me hace falta conocerte para desearte, que a tu vida llegue todo lo positivo como resultado de aquello que sepas y logres gestionar (en la vida tenemos lo que gestionamos no lo que merecemos, aunque existen regalos que nos brinda el universo).
    Buena vida🍀

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