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“Bienvenido a casa” sabrá decirte un día tu madre

Bienvenido a casa
Fuente: Pexels

A tu lado hay tanta verdad que rio y sonrío de bonito. Ese fue mi primer indicador. El tuyo, inventa deseo a nuestra química y quiero quemarme de tu alma y tu cuerpo muchas horas eternas. Escribo con la duda del tiempo verbal, pero soy más de los golpes de verdad, sexo al corazón, fuego de piel y cosquillas a la diversión. 

Así empezaría a contarle a su madre lo que sí supimos ser y hacer. Así le daría a ella el abrazo que necesita y le contaría sobre el corazón que sabe tener su hijo. Sabría que le conocí en el momento en que cogió un tren por primera vez a mi lado, que en esa despedida de amor extasiado y llena de alas volando el porvenir, solo había un principio. Que cada despedida en un aeropuerto o en una estación de tren no es final, es principio. Que es de valientes ir a despedir a las estaciones y dar la bienvenida en los aeropuertos, que lo aprendí de mi familia y que el amor está en esos gestos. Le daría la mano, mi instinto sabe que esa mujer llena de vida y golpes, necesita que le den la mano, que no la juzguen y que la hagan sentir querida. 

Le diría que tiene suerte. Que tuvo un hijo con el corazón inocente de un niño y la inteligencia de la tecnología por descubrir. Que gracias a sus ojos le conozco un poco más a él. Que tiene la oportunidad de abrazarle en sus desastres y perdonarle por aquello que no le gustó de la historia. 

“Que el perdón es lo divino y que por eso, yo sabía perdonarme a mí misma por amarle sin elegirlo”

Cierra los ojos e imagina que te acaricio la cara. Todo está bien cuando te acaricio la cara, ¿recuerdas? Cuando me abrazas las entrañas y los pulmones, y nos dejamos caer. Nos dejamos sentir. Nos erizamos los pelos creando largometrajes por rodar. 

Seguiría agarrándole la mano, viajando en esa conexión entre mujeres que a la vez se miran con complicidad porque tienen algo en común: él. Le diría que yo había aprendido a perdonarle. A perdonar que su corazón bombeara tan rápido, sus gestos tan antónimos a amar, sus desvíos de la carretera y que la paz no la buscara en su interior. Que el perdón es lo divino y que por eso, yo sabía perdonarme a mí misma por amarle sin elegirlo, por estar a ratos sin merecerlo, por creer en su mirada y por sentir todo lo que siente antes que él sepa comprenderlo. 

Me gusta ser la única que te prepara el café, los desayunos y te muerde las sábanas. La única que boxea contigo y conduce tu moto. Me gusta ser bonita en tus ojos y llorar de felicidad porque me abruma el éxito.

“Que a veces, en el amor solo hay que rendirse y permitirse ensanchar el corazón”

Le diría: “Ríndete en su abrazo. Dale las gracias por existir, por desearte como madre, por sus ganas de tu cuidado. Por todo lo bueno que sabe ver en ti. Dile que le quieres. Un te quiero a tiempo salva corazones heridos y mundos que creímos destruidos.”

Que cada vez que va a casa aprenda a decirle “bienvenido a casa”. Que a veces, en el amor solo hay que rendirse y permitirse ensanchar el corazón. Que hubo un tiempo en que abandonarme en sus abrazos era estar en casa, sentir algo parecido a hogar. Que él sabía darme las mejores bienvenidas a casa y que eso ya se queda en la historia. Que se permita abrazarle así, estando en casa, en el lugar más seguro del mundo. Que no tenga miedo a sentirlo. 

“Bienvenida a casa” y aprendimos lo que era que el corazón bombeara sin parar estando cerca del amor, y de aquellas horas que te atrapan al navegar.

Mer Calduch

Actriz de cine, teatro y televisión. Mi pasión es generar transformación en el mundo.

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