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También me gusta más el sexo sin condón

Charles Deluvio/ Unsplash

No queremos comer carne hormonada, no queremos vegetales manipulados, pero….  “tómate la píldora” que “a mí no me gusta follar con condón”. – “A mí tampoco”.

Pero parece ser que es mil veces mejor que nos hormonemos, que pongamos en riesgo nuestra salud, que nos cambie el humor constantemente, que nos baje la libido, que engordemos y que nos hinchemos, a que tú te pongas un plastiquito en el pene.

A mí también me gusta más el sexo sin condón. No es igual. Ni para ti ni para mí. Eso es indiscutible. Pero pregúntame y elegiré condón.

La Agencia Europa de Seguridad Alimentaria (EFSA) determinó en los años 90 que el uso de hormonas en los animales supone un riesgo potencial para la salud de los consumidores por sus posibles efectos cancerígenos y prohibió su uso en la UE. Por eso la directiva 96/22/CE prohíbe “el uso de hormonas en animales para consumo, excepto para propósitos terapéuticos y zootécnicos y bajo estricto control veterinario”. Es decir que, desde la implementación de esta norma, está prohibido en toda la UE administrar hormonas de forma generalizada al ganado y sólo se pueden utilizar cuando haya motivos veterinarios.

“Sin embargo, nosotras sí que podemos hormonarnos, sí que nos podemos poner en peligro”

No queremos hincarle el diente a una hamburguesa hecha con la carne de un animal tratado hormonalmente, pero no nos importa follarnos a un ser humano hormonado para poder sentir un poco más de placer. El motivo: os damos igual.

A lo mejor soy un polvo de una noche -tranquilo, tú para mí también, ninguna queja-, pero a lo mejor soy tu novia, a la que amas con todo tu corazón. O no tanto, por lo visto. Incluso si fuera un polvo de una noche. Tengo derecho a pedirte que te pongas condón sin miedo a que te enfades. Tengo derecho a NO hormonarme.

Voy a hablaros un poco de los efectos secundarios y de lo incómodo que es tomarse la píldora: 

Primero: Tenemos que estar TODOS los días pendientes de la puta pastillita. Parece una tontería, lo admito, y sí, tenemos la alarma del móvil, pero repito, TODOS los días a la misma hora. Incluidos los fines de semana, días festivos, cuando nos acostamos tarde, cuando nos levantamos pronto, de viaje, en casa, en la calle, etc. Tenemos que acordarnos de la pastillita, de llevarla con nosotras, y de tomárnosla. ¿Y qué pasa si un día se me olvida? La hemos liado. Sangramos -y puede ser cosa de semanas-, nos duelen los ovarios, se nos cambia el ciclo menstrual y por supuesto, ya no sirve como método anticonceptivo. Pero claro, igual tampoco nos apetece mucho follar así.

Segundo: dolor en los senos -las tetas, vamos. No sabéis -hombres- lo incómodo que es. Nos duelen al subir y bajar escaleras, al hacer ejercicio, al ir en coche cuando hay guardias tumbados, al enjabonarnos, al sentarnos y levantarnos e incluso al estirar el brazo para coger un poquito de sal. Dormir boca abajo ya es otro nivel. Y el sexo, también. El trote, las posturas, y cuando me las tocas y cuando me las comes. A ti te gusta, pero yo sufro.

Tercero: Náuseas, dolor de cabeza y… lo que suele impresionar más, pero que desde luego es lo menos molesto: sangrados entre periodos menstruales, o lo que es lo mismo, un sangrado perpetuo. Sí, estos tres efectos secundarios se supone que duran “solamente dos o tres meses”. Repito, “solo” dos o tres meses. Es decir, entre 60 y 90 días. Más que un confinamiento total de primera ola de COVID. En este sentido, que el apetito sexual desaparezca es hasta un alivio.

Cuarto: aumento de peso. Sí… y es que provoca la retención de líquidos. Puede que los pechos nos aumenten de tamaño -de ahí el que nos duelan-, pero también se nos hinchan las piernas, retenemos líquidos y nos sentimos pesadas. La verdad es que así una no se siente muy sexy…

Quinto: Falta de apetito sexual. Ahora ya sí que no follamos. Ni con condón ni sin condón.

Y luego también, además de que evidentemente no protege contra las enfermedades de transmisión sexual (ETS), hay diez mil posibles efectos más como la alteración en la visión, o el riesgo de sufrir trombosis, entre otros. Y es que tomarse la píldora no es ninguna tontería.

Pero de todo esto, tú no te vas a enterar. Y si te lo explico, no lo vas a entender. Entonces, me hormono, me siento como un trapo viejo, sangro, no me apetece follar, solo para que tú puedas sentir en tu pene el contacto directo con mi vagina, a la que ahora ya no le apetece sentir nada. Pero es verdad, esto es mucho mejor que sentir el frío e impersonal látex presionando tu miembro, tienes todo la razón. Así que seguiré tomándome la pastillita, dejando que disfrutes de mis pechos grandes, dejándote penetrarme mientras yo gimo y tal vez no de placer. Y después de que te corras dentro y no quieras comerme el coño porque puede que esté sangrando, vayamos a comernos una buena hamburguesa a cualquier lugar de mierda, que la carne -sangre o no sangre- seguro que es buena. 

Algo estamos haciendo mal.

Sofía Squittieri

Comunicadora como actriz, guionista, monologuista o escritura, siempre soñadora.

2 Comentarios
  1. Son este tipo de cosas las que nunca me han explicado y las que sí me hacen ver lo machista de la sociedad porque, una vez las sabes e independientemente de que seas o no así, te hacen ver la de cabrones que hay por ahí y que no son precisamente pocos.
    De igual manera me ha pasado con el mansplaining o las faltas de respeto al hablar tipo interrumpir sin parar. Una vez teníamos una reunión 3 chicos y 1 chica. A los quince minutos ella, innecesariamente pedagógica y más educada que ninguno de nosotros, nos hizo ver cómo entre los tres (en mayor o menor medida) le habíamos cortado cada vez que había intentado hablar. No sé los demás, pero en ese momento yo entendí bastante más cosas. Entendí que es un comportamiento social y que el “yo no soy así” a veces no es cierto por muy comprometido que estés con la causa. Desde entonces intento no interrumpir a nadie cuando hablo y he aprendido que hay cosas que pasan desapercibidas y que muchos de nosotros no vemos porque no somos siquiera conscientes de que existen porque nacimos caucásicos, heteros y con pene.
    De todas maneras, el mundo es un pozo de mierda donde solo hay egoísmo puro y duro y si piensas en los demás antes que en ti mismo este mundo te castiga, te humilla y te destroza hasta que te vuelve igual de egoísta que los demás.
    Aun así, no voy a dejar de ser como soy por más palos que me den, porque siempre va a haber gente que esté peor que yo solo por no tener mis características físicas y/o mi orientación sexual. Mal de muchos consuelo de tontos, dicen…

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