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#MesDelOrgullo: Placeres desconocidos

Fuente: Brian Kyed/ Unsplash

Abrí la puerta y ahí estaba ella; sus ojos depredadores se cruzaron con los míos y unos labios carnosos asaltaron mi boca causando un beso sublime, suave, delicado, como si un cubo de hielo a punto de convertirse en agua estuviera bailando alrededor de mis labios. Entonces, ella se apartó, arrancándose la blusa y volviendo en busca de mi boca. Esta vez de forma más ansiada, impulsiva, mordiendo y arrasando con cada aliento que salía de mí. Me envolvió con sus brazos de tal modo que pude sentir el latido desenfrenado de su corazón y el calor tan intenso que emergía de su piel. 

“Nuestros cuerpos comenzaron a fundirse el uno en el otro”

En pocos instantes me encontraba tendida junto a ella. Su voluminoso cabello enredado en el mío, sus dedos acariciando suavemente mi espalda, provocándome un placentero  escalofrío. Besando cada pedazo de mí y provocando a mis instintos más primarios que comenzaban a manar sin control por cada parte de mi ser. Nuestros cuerpos comenzaron a fundirse el uno en el otro, sumergidos en un cúmulo de sensaciones que me atrapaban y me hacían perder la noción del espacio-tiempo. 

Paramos un momento y nos miramos, irradiaba felicidad por cada uno de sus poros y yo no paraba de pensar en lo afortunada y pletórica que me hacía sentir. Nos abrazamos intensamente, mientras sus labios acariciaban mi cuello y, sin prisas, disfrutaba de cada movimiento y cada paso que sus dedos daban sobre mi desnuda piel. 

“Me sentía libre, viva, inmensamente feliz, grandiosa con ella, tranquila… me sentía amada”

Poderosa por ver en sus ojos el gozo de sentirme suya, me atreví a ser yo la que despertara en ella sus impulsos escondidos y deseos más profundos, disfrutando del regocijo que fluía por ella. Sintiéndonos tan voraces que nuestra respiración se pronunciaba y nuestros cuerpos ardían de placer. Provocando en ese momento una avalancha de fluidos que nos inundaron de forma desenfrenada, mientras exhalaba el último aliento de placer que brotaba entre nuestras bocas. 

Ebrias de éxtasis, despertamos al amanecer, tomando conciencia de haber experimentado algo tan puro y profundo que nos daba miedo volver a otra realidad que no fuera esa. Me sentía libre, viva, inmensamente feliz, grandiosa con ella, tranquila… me sentía amada.

Sofía García Núñez

Concienciada con el bienestar animal y medioambiente.

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