Siempre fui una persona bajita, tirando a pequeña. Nunca me sentí menos que nadie por no llegar a la barra alta de los autobuses o por tener que subirme a una estantería para alcanzar los productos altos del súper.
Ahora bien, ser de talla inferior a la media tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Veamos.
Las tallas de la ropa: A veces tienes la suerte de encontrar talla de largo, pero en general, cuando compras un pantalón te sale más caro que al tamaño medio, ¿porque? porque tienes que pagar el inevitable arreglo de los bajos. Si, tiene una ligera ventaja: Si aprovechas bien la tela sobrante puedes hacerte un neceser, un bolso de mano o incluso una minifalda con el material desechado, que oye, eso puede darle un toque original al outfit. Y no digo nada de las mallas del gimnasio, no sé donde arrugar el sobrante, si lo arrugo en la ingle me molesta, si lo arrugo en el tobillo parece que tengo un lindefema. ¿Y los vestidos? los cortos, son midi, los midi son largos y los largos… los largos te convierten en la fregona del salón.
Los espejos de los baños: A cuantas bajitas no nos ha pasado que vamos al servicio de un restaurante a repintarnos los labios, por ejemplo, después de haber comido y el espejo está tan alto que con suerte te ves las raíces que te están saliendo desde la última vez que te pusiste el tinte? Tengo la solución para esto: Usar color de labios de larga duración.
Los coches: Aunque creáis que no, yo afirmo que los coches, igual que las bicis, tienen talla. La medida la da el codo: Si puedes apoyar el codo cómodamente en la ventanilla el coche es probable que sea de tu talla, de lo contrario, lo más probable es que tengas que acercar tanto las piernas al volante para llegar a los pedales que dejes la marca de los dientes en él (¿tenéis la imagen mental?) Otra cosa importante en este apartado son los “conflictos de tráfico”. Cuando un señor se te rebota en el coche, o tienes un leve accidente y sales a discutir de quien era la culpa, y sales con tu tamaño mini; impones poco, la verdad. Menos mal que me salva la labia.
El supermercado: Ay! el súper… ¿por dónde empiezo? Por el carrito, que es lo primero que coges. Tú vas tranquilamente a hacer la compra del mes y coges un carrito, para depositar y coger la mercancía que se ubica al fondo, poco menos que tienes que meterte dentro, te acaban colgando las piernas en el intento de darle a la cajera el último producto que está en el carro antes de que te pase toda la compra por el escáner. Para poder hacer la compra tienes que coger, evidentemente, cosas de las estantería, y por mucho que los gurús del ahorro me digan que no solo me fije en los productos que están a la altura de mi vista (de la vista del español promedio de 1,70, ya que mi vista está de natural en el estante de debajo de ese) yo no puedo fijarme en los productos altos, porque, simplemente, no puedo alcanzarlos. O ci quiero uno de esos, tengo que pedirle a alguien que me lo alcance, o subirme a la estantería más baja para compensar la falta de centímetros con ingenio. A veces uso otro producto para alcanzar el que quiero, cojo un palo de escoba como si lo fuese a comprar para usar de palanca para alcanzar las cosas que están más altas. Pasa lo mismo si tienes que alcanzar algo que, si bien no está en la estantería más alta está al fondo de una estantería simplemente alta. No llegas.
El gimnasio: Aquí solo formulo mi pregunta: ¿Porqué las máquinas del gimnasio no tienen más puntos de adaptación?
El trabajo: Cada una aquí se dedicará a algo diferente, yo trabajo en una oficina. Se supone que soy una persona seria detrás de mi ordenador. Hasta que los clientes se dan cuenta de que me cuelgan los pies en la silla. Ahí pierdo gran parte de mi seriedad. La mayoría no dice nada, pero a algunos se les asoma esa sonrisa burlona que tanto conoces…
Y esta, amigas, es la mejor parte: Los hijos adolescentes: Cuando los niños son pequeños te ven con admiración y devoción, su mamá mola, es genial es MAMA, ahhhh, pero de repente, dan el estirón. El tan ansiado estirón… Tenias un niño dulce y cariñoso en casa y de repente, tienes un señor con bigote que dice que es tu hijo, y lo peor… Ese tiparraco que ya de por sí es irreverente, mide 175 centímetros de cabo a rabo, pero en el fondo es un niño, un niño que necesita una madre, con su autoridad y todo. A ver, ¿Cómo le riñes tú a un chaval que mira tus 150 centímetros de pequeñez desde su atalaya de larguirucho? ¿Cómo eres capaz de mantener la seriedad en el discurso serio cuando te están viendo con cara de risa desde ahí arriba? Yo no soy capaz, porque además en ese momento me imagino que mi voz les debe sonar como si Alvin y las ardillas estuviesen dando un concierto de pop en la cocina de mi casa. Tiene su parte buena, no vamos a decir que no. Los aborrescentes altos son muy útiles cuando quieres hacer el cambio de armario de temporada, ellos suben y bajan cajas del altillo del armario con mucha facilidad, o alcanzan cosas en las estantería superiores de la cocina sin que tengas que mover una silla para ello. Te dan el artilugio, caja o lo que sea con cara de: Toma pequeñaja, qué harías tú sin mi ayuda… Y piensas, pues lo mismo, que hasta que pegaste el estirón, subirme a una silla.
Pero les permito esa mirada condescendiente porque entra en el contrato de madre bajita: Creo recordar que en algún artículo de dicho contrato ponía que cuando creciesen te podía ver con cara de superioridad siempre y cuando cumpliesen la obligación de seguir mimando a su mamá de igual manera que ella los mimó cuando eran ellos los bajitos. Y lo cumplen, al menos los míos.
Hay muchos más inconvenientes de ser bajita que nadie tiene en cuenta. A cambio, tenemos espacio suficiente para las piernas en los aviones y podemos comprar ropa en la sección infantil de algunas tiendas, por ejemplo, pero tenemos que aguantar cosas como:
– Comentarios del estilo “los mejores perfumes…” al o que yo añado: “y los peores venenos tambien”.
– Que te pregunten ¿Como se vive ahí abajo? , en ese caso tienes que contestar: Se vive mejor, porque supongo que ahí no os llega bien el oxígeno al cerebro, por la altitud, ya se nota por las preguntas que haces…
– Que te usen para apoyar el codo, la copa o lo que sea.
– Que te digan: Bajita, pero manejable. Mejor no comento la connotación de esto, ¿Verdad?
– Y todas esas amigas que no te llevan más de cinco centímetros pero te ven desde allá arriba y te dicen: Perdona pero yo mido 1,68. Si y yo tengo dos premios nobel.
Me encanta mi vida aquí abajo. Es divertido ver cómo la gente hace bromas con mi tamaño porque yo soy la primera que las hago. Como bien dice esa frase: TU CUERPO ES UN TEMPLO, EXCEPTO SI MIDES MENOS DE 160 CENTÍMETROS, ENTONCES TU CUERPO ES UNA CAPILLITA…