El diccionario describe a una tribu como a un grupo social informal que comparte una cultura, tradiciones y otras similitudes que los acercan. Al ser el hombre “un ser social por naturaleza” según el filósofo griego Aristóteles, siempre estamos en la búsqueda de esa tribu, de ese grupo al que podremos pertenecer y a través del cual seremos capaces de alcanzar un desarrollo óptimo y sano como individuos.
Si bien siempre he estado consciente de la importancia de estos grupos para mi propio crecimiento, jamás había sido testigo del bienestar que representa el sentirse parte de una tribu. En esta ocasión, fue mi hijo quien vivió la experiencia de integración familiar. Ser partícipe de este momento de integración, me trajo una satisfacción inmensa al ver como mi niño, por primera vez y con consciencia, disfrutó del poder entregarse con confianza a su tribu, a su familia.
Al vivir en un país del que ni mi esposo ni yo somos nacionales, mi hijo tiene pocos y cortos momentos para disfrutar con las familias de ambos lados. Y aunque suene repetitivo, la crisis causada por la Covid, hizo aún más difícil esos momentos de convivio, pues durante largos años, no nos fue posible viajar para reunirnos de nuevo. A causa de eso, para él la palabra familia se quedó mas bien en un simple concepto, en un sustantivo vacío.
Por supuesto, que desde siempre, mi pequeño ha sabido que tiene una familia numerosa, especialmente en México. Desde sus primeros años de vida ha estado en contacto con muchos de los miembros de mi familia. Sin embargo, dada su corta edad y los escasos momentos en que puede reunirse con ellos, tengo la impresión de que jamás había comprendido lo qué es una familia y lo que significa pertenecer a ella. Cierto, algunas personas, después de un viaje a mi país, le quedaban bien marcadas en el espíritu, pero a otras las olvidaba tan pronto decíamos adiós.
En nuestras últimas vacaciones la experiencia fue diferente. A sus ocho años de edad, y después de tres largos años sin regresar a México, el viaje para mi hijo fue muy especial; no solo porque disfrutó de unas vacaciones lejos de la rutina y con temperaturas cálidas en pleno invierno, sino porque fue recibido por un grupo de personas (familiares) que lo esperaba con los brazos abiertos y el corazón lleno de amor para ese niño que han visto crecer solo por fotografías. La sonrisa tan sincera, el brillo de sus ojos, su expresión corporal con cada abrazo que recibía, me dijeron que por primera vez, mi pequeño, quien no es habitualmente muy expresivo ni cariñoso, había comprendido que él formaba parte de esa tribu. Durante nuestra estancia lo escuché, y aún después de varias semanas de haber vuelto, lo sigo escuchando declarar con orgullo “es mi familia”.
Esta experiencia, no solo fue enriquecedora para él, sino que yo misma comprendí muchas cosas; por ejemplo que crecer alejado de la tribu a veces te puede llevar a creer que estás solo, pero basta un reencuentro para comprender que eres parte de ellos y que ellos son parte de ti.
Como siempre, un gusto leerte!
Es gratificante encontar una tribu de escritoras con un fin común: hacer un mundo mejor a tarvés de las ideas, los sentimentos y las experiencias.
Una se siente menos sola en estas tuerbulencias.
¡Gracias por tus palabras!