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Salud mental: ¿Hasta qué punto empatizamos con los demás?

Un abrumador porcentaje despliega sus alas con un falso plumaje de mérito a la condescendencia, al apoyo y a una dudosa generosidad desinteresada. Nada más lejos de la realidad. Se trata de una confusión con la que algunos pretenden parecer cercanos, pero no deja de ser un calificativo fantasmagórico porque la palaba empatía no figura en el encabezado de sus diccionarios.

Son tiempos contradictorios donde el objetivo principal es pasarlo bien. Para problemas, los propios. El resto de la humanidad que se busque la vida porque la diversión ha de estar por encima de todo. Así de marchita está la caridad.

Puestos a rozar el narcisismo social, resta importancia que algún conocido lo esté pasándolo mal. No obstante, lo más grave es que también es casi irrelevante que un amigo cercano se encuentre haciendo malabares al borde de un precipicio para salvarse a sí mismo. Actualmente ni siquiera ese extremo es motivo de fuerza mayor para dejar la copa en el bareto de turno, abandonar el Frenadol en la mesilla de noche, ponerle pausa a Netflix y acudir al rescate de forma innata. Lamentablemente ese egoísmo de idolatrar el ombligo propio es más fuerte. 

Existen personas que viven el 50% de sus días desgarrándose en situaciones límite. Y sin embargo la huida hacia delante de la supuesta red de apoyo del enfermo, se excusa en una repetición casi adoctrinada que repite automáticamente: “Cuando una persona está inmersa en esa situación es insalvable” Sentencia que es absolutamente falsa. La víctima llama por teléfono tímidamente evitando incordiar a sus amigos que en ese momento están cenando, bebiendo o riendo. Por consideración decide pedir auxilio entre líneas para no incordiar. Envía Whatsapps encriptados en nudos de vergüenza mientras grita ahogándose de dolor en el pozo de su sufrimiento. Pero nadie acude al rescate porque están inmersos en su mundo “instagramístico”.

Mi intención no es hacer referencia a una mayoría. Simplemente considero que vivimos en el surrealismo del calamar coreano, en la era del egocentrismo enfermizo y en el momento del selfie con 50 filtros de complejos. Lo único que queremos de nuestros iguales son risas, buen sexo, poca proximidad, superficialidad al máximo y una vez cumplida esa misión, si te he visto no me acuerdo. Pero por encima de todo, risas. Por favor, no me cuentes tus inquietudes, ni las buenas ni las malas. Gracias.

Probablemente este es el post más realista que he escrito para Bikiniburka. Y está bien. Ya es hora de crear un poco de debate.

Esta introducción tiene un propósito que no es otro que dejar plasmado mi punto de vista con respecto al suicidio, porque soy fiel creyente de que algunos, dependiendo de las circunstancias, son evitables. Quizás el quid de la cuestión está en aligerar el equipaje de tanto S. XXI, tanto Tic-Toc, tantas extensiones de falsedad y tantos morros.

¿En qué lugar recóndito abandonamos la época donde crecimos mirando hacia las necesidades del otro con el oído afinado y la percepción a flor de piel? ¿Dónde quedó la intuición basada en el afecto?

Nos vamos convirtiendo en entes solitarios sin el menor resquicio de solidaridad.

Por favor, que vaya por delante que bajo ningún concepto mi línea de pensamiento está dirigida a los familiares de las víctimas. La familia suele darlo todo. No obstante, es una pena que al cabo de un tiempo se olviden de dar apoyo cuando la tragedia se repite en terceras personas que podrían ser salvadas mediante sus propias experiencias.

Ese “No te muevas, voy a verte 10 minutos” salva más vidas de las podamos llegar a imaginar. Solo hay que dejar la superficialidad a un lado y leer entre líneas. Hubo un momento en mi vida en el que por torpeza no supe hacerlo porque la letra era demasiado pequeña, lo cual no me justifica. Ese día juré que jamás volvería a dejar a nadie en la deriva.

Recientemente comentaba una amiga, que mujeres, hombres, parejas puntuales, a largo plazo, amigos con derecho, amigas del alma y confidentes, da igual el título que aplique, lo único que quieren es pasárselo bien. No están interesados en escuchar cualquier dolencia por mínima que sea. Sólo les va la juerga, las copas, el Madrid insomne que nunca duerme. Y yo lo veo desde una distancia considerable mientras mi rostro esboza media sonrisa rota, cargada de pena por el legado que estamos dejando.

Para concluir, comparto una interrogante de cara a reflexionar:

¿Por qué ha de estar reñido pasarlo en grande dándolo todo en momentos puntuales, conviviendo con un mínimo de empatía, caridad y disposición en echar una mano a los menos favorecidos, ya sea en términos de salud mental, física, económica y profesional?

Me temo que continúo perdida en este laberinto y quizás por eso sigo sin encontrar mi sitio en este mundo.  Mi esencia (ni mejor ni peor) me impulsa a salvar a otros antes que a mí misma.

Este post está especialmente dedicado a personas cuya generosidad no les cabe en el cuerpo. Se trata de ciudadanos del  mundo que viven en Madrid, así como otros locales, Gatos auténticos de pura cepa. 

Para guardar su anonimato, he pedido autorización a mi preciosa redacción de Bikiniburka, para nombrarlos sólo con sus iniciales. Ellas y ellos saben perfectamente quiénes son:

* MLDLDB

* MLMF

* AHBV

* ACM

* RC

* AGC

* GH

* JGP

* SC

* AC

* MS

* MEAV

* Las M

Así como muchos otros fuera de estas latitudes que siempre están dispuestos a ayudar a los más necesitados. 

Marie-Claire

CEO de su empresa y de su vida. Apasionada de la lectura y la escritura.

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