Hoy voy a escribir de algo que no se cuenta en público, sólo se comparte en espacios cerrados donde podemos sentirnos protegidas y libres.
Me refiero a algo terrible, el maltrato psicológico, que es el mayor de los males que hemos sufrido en nuestras carnes nosotras las mujeres desde que dejamos de ser libres para convertirnos en supuesta causa de pecado para algunas mentes enfermas, en mercancía de cambio y cuidadoras de nuestra progenie y nuestro amo, nuestro tirano. Es algo que ha existido siempre, y que todavía en este mundo moderno, donde se habla de igualdad, existe pese a los muchos intentos fracasados de acabar con este inveterado lastre.
Ya sabemos que desgraciadamente se esconde en muchos hogares, oculto de puertas hacia fuera, donde no podemos proclamarlo por miedo a las amenazas de nuestras parejas, a que nos llamen locas, a que nos señalen con el dedo, al miedo a perder a nuestros hijos, unos seres desvalidos que también son víctimas.
Sólo las valientes podemos romper las cadenas y convertirnos en mujeres con identidad propia, cuando ya la situación en lo que llamábamos nuestra casa se desborda alcanzando la desesperanza. Cuando tocas fondo y no tienes ganas de luchar por continuar.
Es fácil comunicar, que pidas ayuda, pero sé a ciencia cierta que es mucha más difícil pedirla. Estás minada por dentro, acostumbrada a no ser querida, a estar sola, a poder con todo, a no discriminar lo bueno de lo malo, a sentirte culpable de lo que acontece, a ser dependiente emocionalmente, a consultar todo, a no tener identidad ni palabra. Pero eso desde la educación podemos cambiarlo. Debemos luchar por una cultura que haga a las mujeres libres e independientes, mujeres que construyan y no se dejen destruir en sus relaciones de pareja.
Cuando rompes con tu opresor, no es un duelo simple de una ruptura de pareja o la pérdida de un ser querido. Es atrevasar un abismo de emociones. No es pena ni tristeza. Es miedo, angustia, culpabilidad. Emociones a las que estamos sometidas durante muchos años, que era nuestro alimento diario. Por eso en esta etapa de búsqueda interior muchas mujeres vuelven al estado anterior, y yo sólo puedo llorar por mis hermanas y decirlas, aquí me tenéis si me necesitáis. Porque muchas volvemos a recaer y volvemos a darnos cuenta de que no existe el cambio.
Después llega la ira por no abrir los ojos antes. Es fácil decir que no si no te habías dado cuenta, pero dentro no tienes escapatoria, ya que te han aniquilado.
Doy gracias a un spray de pintura que sin saber el porqué llegó a mis manos, pero sí sé el para qué, cómo medio de expresión emocional. Arte como curación y forma de comunicación de algo que no es tan extraño, algo que no se puede verbalizar.
Una forma de poder dejar de callar y dar visibilidad a un proceso de construcción que me ha hecho ser la mujer que soy hoy. Una valiente con ilusión y proyectos. Una mujer libre.