Me desperté empapada esa mañana, las sábanas amanecieron mojadas, pegadas sobre mi piel. Parecía que esa noche algo me había inquietado, había estado toda la noche dormida pero despierta, soñando pero despierta. Desperté exaltada, ruborizada, ansiosa…
“Mi largo cabello sentía como ese agua resbalaba directo a mi sexo”
Aún pude admirar la Luna que asomaba por la ventana de esa habitación donde se sentía el aroma a sexo. Salí de mi cama, resbalé con la almohada, me sentía aturdida, desorientada, abrí el agua caliente, me desnudé lentamente dejando caer suavemente mi ropa interior ,y sintiendo ese húmedo vapor hice caer el agua sobre mi alma desnuda, sobre mi piel erizada. Mi largo cabello sentía como ese agua resbalaba directo a mi sexo, enjaboné con aquella pastilla de esencia amaderada todo rincón de mi piel, se sentía ardiente, ardiente de deseo, deseo por él.
Mis manos golpearon suavemente el cristal de aquella ducha, mi voz provocó un suspiro intenso en aquel momento, mi lengua sintió el agua de aquella mañana cayendo sobre mis jugosos labios, y mi mente no cesaba de pensarle, de olerle, de sentirle, en esa ducha yo le sentía y fue cuando mis ojos en ese momento y mi sexto sentido en ese preciso segundo lo admiraron, fue cuando caí rendida a esa imagen, a ese hombre, esa mañana, en esa ducha, desnudo ante mi.
Sin más explicación que la de aparecer ante mi cuerpo encendido, sin más condición que hacerme suya, sin más obligación que darme el más puro placer. Él me dijo: “esta noche te soñé, y en este despertar te voy a sentir”.
