Qué interesante puede llegar a parecer
la inmediatez,
la virtualidad y sus trampas,
las referencias de la insensatez,
la complacencia compartida,
la exigencia canónica.
Mientras me dispongo a compartirme,
convivo en un mundo estimulante,
poblado de caspa patriarcal
de machismo asfixiante,
de pezones censurados,
y torsos exaltados.
Qué bien dar voz a lo que pasa en el mundo,
mientras tu feed se llena de hipocresía y exclusión,
qué innovador es apropiarse de lo queer
para enmascarar tu misoginia,
qué jugoso es apoderarse de un conflicto ajeno
sin tomar conciencia de los privilegios.
Mientras me dispongo a compartirme,
una y otra vez,
un ratito más,
un día más,
un día más en el que todo se llena de fondos negros,
de fondos rojos,
de arcoíris,
un día más poniéndole color a un panorama desolador,
un día más de personas racializadas inferiorizadas,
un día más de cultura castigada,
un día más de homofobia enmascarada.
Qué peligroso confundir el empoderamiento,
mucha estampa rancia,
mucha chica de yate,
mucho feminismo de pega,
poca conciencia colectiva,
aullidos de clasismo excluyente
y adoración a un capitalismo sangriento.
Qué rabia me da formar parte de esto,
qué impotencia la de no poner remedios.
Instagram, me caes mal.
Pero aquí sigo, partícipe de la toxicidad que escondes
y adicta a sentirme aceptada por esta sociedad.
Una y otra vez.
Un ratito más.
Un día más.
Brutal