Hay algo en el vino tinto que me vuelve loca . Más que loca ,me transporta a otra dimensión y puedo conectar con la hechicera, la cortesana ,el hombre que he sido en otras vidas. Pero a veces, me siento cansada. Y noto como esa energía acumulada a través de los años, reviven en mi a cada sorbo.
Escribo estas líneas en el más estricto silencio, y el Malbec me adormece y me endulza un poquito esta realidad, tan áspera como incierta. Es entonces cuando la sabiduría, las voces de otros tiempos, emergen como un conjuro.
Necesito un milagro que me saque de aquí, pienso, en el hogar de acogida. Porque no me lo merezco .
He luchado tanto tiempo y tan fuerte que llegué a creer que lo lograría. Hoy la casa está vacía y la voz de mi bebé ya no resuena en las paredes. Se ha terminado el plazo para dejar este lugar y, después de un año entero, no hemos logrado un alquiler, o un sitio digno para vivir.
Observo las cajas y maletas y tomo otro trago de vino que suavice un poco este dolor. He perdido la batalla. Paseo por última vez por los pasillos y escucho las voces de las que ahora, son mis hermanas. Andrea con su amor por Shakira y el pequeño Damián, que adora a Messi. Janira, limpiadora, que ya ha dormido a Abraham, y aprovecha las noches para estudiar su oposición. Esperanza, ciega, con su niño que a veces se pega con el mío y a punto hemos estado de tirarnos de los pelos.
Porque la justicia ha decidido que si no estoy muerta puedo aguantar un poco más. Que el dolor emocional y mental no es dolor. Y que un maltratador puede ser un buen padre.
Me subo en un taxi y lloro. Lloro como nunca lo hice. Pero antes de pagar, le pido que me dé un momento. Saco mi maquillaje y me pinto los labios. Tomo mi bolso, y me pongo los tacones. Respiro profundo y sonrío.
Nadie conoce la fortaleza de una madre que siente que su hijo está en peligro, así que seguiré luchando hasta que se haga justicia. Justicia para que las madres tengamos acceso a una conciliación como es debido, sin renunciar a ascensos o a puestos de más responsabilidad.
Justicia para que dejemos de educar a nuestros hijos en un sistema patriarcal y rancio, en el que sientan que pueden violar en manada y que no habrá consecuencias.
Justicia para dejar de tener que demostrar lo buenas madres que somos ,cuando a ellos se les aplaude por cambiar un triste pañal .
Y ahora sé que no estoy sola. Esta es una carta de amor para todas las mamás que nos leen. Vuestro valor, entrega y sororidad está cambiando el mundo.
Por eso nos temen, y hacen bien.
Muchas gracias por tu artículo, valiente, que pone de manifiesto una realidad demasiado abundante y mal atendida y entendida. Me consta, somos demasiadas que hemos pasado y pasamos por esta situación injusta, y en la que tristemente nuestros hijos se ven inmersos por la falta de sensibilidad de una sociedad que no quiere ver.
Ánimo, la prueba es dura, y forja mujeres fuertes, que cada vez menos, estamos dispuestas a callar.
Una historia vivia por cientos de miles de mujeres. Además me siento hermana tuya porque mi padre nació en León. Abusada de niña por un tío y maltratada por familiares. Pero sigo. He trabajado mucho y he estudiado todo lo que he podido. Un hijo alejado, hermanos alejados. Pero hoy leer tu historia me fortalece. Abrazo de oso.