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Ser mujer “duele”

Mi nombre es Brighid por elección de mis amigos y yo misma, o Brígida como mi abuela paterna, nombre que nunca usaron ni usé hasta que cumplí los treinta y pico años, o Mari, como siempre me llamaron mis padres, y después un maltratador; hombre al que erroneamente permití entrar en mi vida, y creí poder salvar (uno de los mayores errores que cometemos las mujeres), y que después conscientemente elegí como padre de mi primer hijo R.D., a pesar de que sabía que tarde o temprano desaparecería y se olvidaría de su hijo, pero no me importaba, yo estaría por los dos, y así lo hice. También soy Bri, como solo muy pocos me acabarían llamando, por no elegir, con toda seguridad entre los nombres que con anterioridad me llamaron. O al menos eso creo. Pero, ¿que más da mi nombre, en esencia soy la misma, aunque a veces me parecen personajes que interpreto.

Nací mujer hace 60 años, ¡he de decir que el tiempo para mí, siempre ha sido, y es relativo, pero en este mundo, parece ser importante! Por eso hago alusión a mi edad. Con toda seguridad, y a pesar de la experiencia, no elegiría Ser otra cosa, al menos en esta vida, que Ser mujer. A pesar de las piedras en el camino, pienso en lo importantes que somos para la supervivencia de la humanidad, y en las muchas cualidades que albergamos; comenzando por el amor y la capacidad de perdón. La vida se abre y se expresa a través del camino, pero muy pocas veces nos paramos a observar con detenimiento lo que nos quiere transmitir a través de sus señales, crisis, y experiencias vitales. Y yo he tenido unas cuantas.

Lo anterior, me parece importante, al menos para que se comprenda lo que a través de este artículo quiero compartir. Y no te confundas, pues no es lástima lo que quiero provocar, sino una reflexión en la que con mi historia, veas la de muchas mujeres, demasiadas lamentablemente.

Dicen que los niños y niñas no tienen memoria, que no se enteran de nada, pero sin dudarlo, no puedo estar más en desacuerdo. De hecho como terapeuta, he comprobado que cuando hay amnesia o ausencia de recuerdos de la niñez, casi siempre encierra un profundo dolor que no queremos recordar. Esto se llama entrar en inconsciencia, para evitar el sufrimiento.

Yo recuerdo la mayoría de las experiencias de mi vida, aunque algunos de esos recuerdos han aflorado mediante un largo proceso de crisis, introspección, y terapias elegidas voluntariamente. Todo ello en un intento consciente, de comprender esta vida y mis circunstancias, y más tarde descubrirme, conocerme, como rebelión a lo que siempre me decían que era, o tenía que ser, y más tarde como un intento de modelarme a mi gusto, empoderarme, y convertirme en un Ser/Mujer independiente, auto dependiente, con el deseo más tarde comprendido de romper con todas las esclavitudes, creencias adquiridas culturalmente, dependencias, y frustraciones, de las mujeres que me precedieron, e incluso de la humanidad.

Recuerdo a mi padre y a mi madre, la violencia en la casa donde crecí, los gritos, los golpes, el miedo, los tu no vales para nada; ninguna, ni mujer ni hijas valíamos para nada comparadas con el. Un padre repitiendo roles tan anclados en nuestra cultura; aquí y donde vayas, una madre resignándose a su suerte; según me decía por nosotras sus hijas. Una abuela preciosa e inteligente sumida bajo el mandato y la mano dura de un abuelo dictador y severo. Otra abuela queriendo ignorar la verdadera naturaleza de su marido, un salido sexual que le daba igual la vecina, que una inocente niña, o su propia nieta. ¡¡Cuantas, cuantas veces he tenido que escuchar, a mi abuelo, e incluso a mi madre, y otras mujeres y hombres del lugar; “si es que esa ya era una calienta braguetas cuando era una cría”!! POR DIOS, ¿Nadie era capaz de ver? A mi no me hizo falta que me educaran sobre sexualidad en el colegio, de eso, ya se encargo mi abuelo. Recuerdo las siestas, las sesiones explicativas de las cosas que se dejaban hacer las mujeres según el. Yo tenía cinco, seis, siete años, siempre enferma y con solo deseos de morir, de escapar de este mundo cruel, y casi lo conseguí. Mis enfermedades; ictiosis (nací con ella), eccemas, dermatitis, alergias; las cuales ahora entiendo que eran un deseo de protegerme creando un escudo defensivo a través de mi piel, ya desde el vientre de mi madre; -Seguramente no era la primera abusada de la familia-. Mi sangrado constante por nariz y boca, esto me postró en cama durante meses, me dejo en lo huesos, me consumía, pero yo me quería ir. Lo que está claro es que sigo aquí. Pero esa es otra historia larga que contar. Con el tiempo descubrí que no fui la única en ser un juguete sexual, ni mi abuelo el único en abusar en nuestro entorno familiar y cercano. 

Si, ser mujer duele, y no solo por ti, o por mi, si no por todas las que nos preceden, y fueron y son victimas de un sistema patriarcal que se resiste a morir. De un sistema que sigue pretendiendo oprimir e ignorar a las mujeres, y que castra a muchos de los hombres amputandoles la sensibilidad, la humanidad, para hacerles creer que su masculinidad tiene que ser una cuestión de poder, aunque para ello tengan que ejercer la violencia y la opresión. Pero por fin cada vez son más los hombres que no quieren nunca más identificarse con ese rol. Y cada vez más las mujeres que no queremos ser más victimas. Mujeres y hombres que somos conscientes de que el problema no somos ni los unos, ni las otras, sino un sistema cultural, una BESTIA que muchos y muchas continúan alimentando consciente, o inconscientemente.

Ser mujer duele, y aun así, sabemos la mayoría de nosotras perdonamos, perdonar. Pero no puedo dejar de gritar que de una vez por todas acaben todo tipo de juicios, violencia, abusos, desprecios, sentencias, discriminación, y muertes, por el solo hecho de Ser MUJER.

Brighid de Fez

Buscadora incansable del sentido del Ser, expresa con palabras su conSciencia.

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