*Leer “Parte I: Lo que Tinder me enseñó”
A veces pienso que mi vida es una película. Ojalá ser Audrey en “Vacanze a Roma”, delicada , frágil, grácil, digna. En mis eternas ensoñaciones, me imagino en el Hola, ocupando una página entera con una belleza madura y serena, rollo Jolie.
Habría recibido una medalla por mi trabajo humanitario ,mientras termino de escribir mi séptima novela, por la que también sería premiada. ¿Mi secreto para estar así de bella a los 40? Beber mucha agua, y comer sano, dormir ocho horas. Lo normal.
(Lo normal cuando ganas 20.000 millones por posar y tienes un séquito de niñeras y cirujanas pero mira, me callo porque no me quiero enfadar ). Y, a pie de página, rezaría una inscripción : “Aquí, un bello primer plano de la actriz y filántropa “La Bucarey”, tomando posesión de su cargo como presidenta del mundo.”
Pero no, queridas piscis. Hubo un tiempo en el que esta señora recorría aeropuertos y los tíos se empujaban por pagarle un café . Donde los recogemaletas de los aviones paraban de trabajar y aplaudían mis pasos. (Esto fue en Sicilia ,así que no sé si cuenta,porque los italianos,ya tu sabes …)
Donde, sin saber por qué, entrabas en la discoteca más top del momento y te dirigían a una zona VIP donde ya te esperaba una botella y un sofá sólo para ti, por ser tú. El mundo a mis pies. Bella, fuerte, decidida, delgada… Con ese áurea rebelde. Carismática.
Esto sucedía a mis tiernos 26 años . Ahora tengo 36. Y esto es lo que hay: Efectivamente, vivo en una película. En una de terror, quiero decir. Recordáis aquellas comedias románticas en las que una chica más bien del montón, sin ningún tipo de talento o cuya vida era un desastre, conocía a un chico random, y contra todo pronóstico se enamoraban. Cuando las veía, tan sumamente torpes, tan ingenuas, y tan despistadas, decía: “Dios mío, ¿alguien puede creer que exista gente así?” Soy yo. Soy esa chica todo el tiempo. Una mezcla entre Jenifer Aniston y Estela Reynolds.
Despegándome caramelos del pelo, todo el día con sueño, a las carreras cuando mi bendición se pone malito. Preocupaciones, malos humos. Amor propio, soberbia. Tristeza, ganas de algo efímero si alguien quiere amor eterno. Ganas de cucharita cuando la otra persona quiere desaparecer.
No me veréis corriendo por un aeropuerto gritando: “¡no te vayas!”…. No tendré citas eternas y costosas para mentir o para fingir que me preocupa o me interesa la vida de nadie.
Para tener sexo pasajero con alguien que también está mintiendo, tan triste como yo. Porque al final, aquí me pongo seria, le llamamos sexo, pero sólo queremos compañía. Buscar un refugio aunque sólo sea un momento. Donde te besen y te deseen. Donde sientas algo. Porque todos estamos solos, y eso es algo que el ser humano es incapaz de soportar. Y no echo de menos a mí yo de hace diez años. No envidio su belleza ni juventud. Sólo tengo curiosidad en la mujer de 46 que me espera ahí, un poquito más adelante.
Esa señora con los ojos llenos de vida, porque el brillito de los ojos (como dijo la flamenca más sabia de todos los tiempos) no se puede operar. Así que ÁMATE. Y para todo lo demás, tócate tú la guitarra. Tú me entiendes 🙂
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Hola, Gisel.
Acabo de leer tus “historias” y me encantan.
Si son como tú, debes ser una mujer fuerte, trabajadora, divertida, intensa, un poco bruta a la par que cariñosa. Una mujer a la que vale mucho la pena conocer y que cualquiera sería muy afortunado si pasara, aunque fuera de puntillas, por su vida.
Si pasaras de puntillas por su vida, como pasaste por la mía.