Hace unas semanas ocurrió un hito.
Salí de fiesta. Aclaro que yo no soy mucho de salir de fiesta, de hecho desde hace un tiempo llevo con orgullo el estandarte que me proclama como seta. Soy una seta y está bien. Estoy bien. Pero también hay momentos en los que a una le apetece un poco de juerga y está bien. Estoy bien. Bien, pues aquella noche me dispuse a preparar mi look, probé con un par de tops que me prestó una amiga.
“Yo creo que este igual es demasiado”-pienso-
“Creo que este mejor, espalda al aire, escote por delante pero no mucho”- me decido-
Allí estaba yo, con mi top negro de espalda al aire y escote por delante pero no mucho y unos pantalones de traje anchos, chulísimos por cierto. Me sentía segura, creo que en gran parte porque me puse aquello con lo que sabía que no llamaría en exceso la atención o mejor dicho, las miradas.
Me subo al coche, escucho a Bad Gyal. Estoy divina -pienso-.
Llego a la puerta del local, me dispongo a entrar y de repente… ¡PAM! Portero Aburrido Machirulo. Me encuentro con PAM -a partir de ahora le llamaremos así durante el transcurso del artículo- , PAM me coge del pantalón, me hace un escáner de arriba abajo, me mira por encima del hombro y en un alarde de superioridad moral me dice con un tono de voz rudo y animal “En chándal no entras”.
Yo me quedé pasmada, y el pasmo me llevó al silencio. Quizá por mis ojos abiertos como los de un furbi le debí de dar lástima y me dejó pasar. Al entrar me encuentro con un grupo de chicas que me manifiestan lo alucinadas que están por lo que me había dicho aquel tipo y me informan de que dentro del local hay hombres, repito: hache, o, eme, bé, erre, e, ese. ¿Ha quedado claro? Bien, pues las chicas me dicen que hay hombres dentro del local que van con chándal. Yo en ese momento me enciendo y quiero pensar que no me encontraré con ninguno, porque sé que si eso pasa mi enfado irá a más.
Al principio, lo único que hice fue contarles a mis amigos lo que me había pasado, sentía que el desahogo me venía bien pero la rabia seguía por dentro. Cuanto más miraba a la gente del local más me daba cuenta de la clara diferencia y de la clara exigencia en cuanto a la vestimenta que había entre los tíos y las tías. Pensé que no sentía que perteneciese a aquel lugar porque a mi me gusta lo diverso. A esta seta a la que no le gusta salir de fiesta le gusta ver diversidad y no una exigencia canónica deleznable e injusta. Mis amigos eran lo único que me hizo agradable el estar en aquel sitio, pero me quería ir.
Decido marcharme decidida a poner una hoja de reclamaciones y a expresarle al encargado lo sucedido con PAM. Me encuentro con el encargado y le explico lo que había pasado, intento ordenar en mi cabeza un discurso feminista convincente para que me entienda y me acompañe a llamarle la atención al rudo de PAM. Pero lo único que recibí fue una sonrisa falsa y la siguiente frase “de acuerdo, lo tendremos en cuenta”. Típica frase que te dice un operador por teléfono cuando se te estropea el wifi y no te lo pueden arreglar.
Por supuesto no salí acompañada a la puerta por el encargado del local, salí sola y sabiendo que en cuanto me diera la vuelta su cara y la del camarero que estaba a su lado iban a ser un cuadro de salón. Así que pienso que lo mejor es que yo hable con PAM, para decirle lo que no le dije al principio de la noche.
PAM está en la puerta con su espalda de 4×4 bien estirada mirando minuciosamente a quien deja pasar y a quien no, se le ve crecido y muy involucrado en su labor. Yo le llamo por detrás y la conversación fue algo parecido a esto:
YO- Oye, la próxima vez que veas entrar a una chica estaría bien que no le dijeras cómo debe ir vestida porque…
PAM me corta.
PAM- Yo a ti no te he dicho nada. Sólo que en chándal aquí no entras.
YO- Primero, no voy en chándal. Segundo, si lo fuera, ¿qué más da?. Tercero, ahí dentro hay chicos en chándal a los que no les has dicho nada.
PAM- Tú di lo que quieras, pero si vienes en chándal no entras.
YO- ¿Y los tíos que hay ahí dentro?
PAM- ¿Tú quién te crees que eres?
YO- Feminista, ¿algún problema?
PAM- No… si ya se te ve ya…
Caminando hacia el coche con temblor en las piernas pensé que aquello que había hecho pese al miedo, era un acto de mi para mí. De mi para el feminismo que defiendo. Y en parte me sentí satisfecha, pero también seguía sintiendo rabia y pena porque a PAM le dio igual lo que le dije, porque al encargado le dio igual lo que le dije y porque finde tras finde va a seguir pasando lo mismo en ese local. Nosotras vamos a tener que ir de punta en blanco y ellos no. Porque a nosotras siempre se nos va a exigir más. De verdad que pensaba que aquello que pasaba en las discotecas cuando tenía 16 años de que si no ibas en tacones no entrabas en un sitio ya no pasaba, aquello de que en chándal no se entra a una discoteca seas quien seas ya no pasaba, pero pasa. Pasa y se deja pasar. Pero yo aquel día decidí no dejarlo pasar. No soy más valiente ni más feminista que nadie por decirlo, porque también entiendo que el silencio muchas veces calla lo que nos da miedo decir. Pero ya está bien.
Ya está bien. Las mujeres no somos un reclamo para que vendáis más cubatas, las mujeres no somos el expositor del ligoteo. Nadie debería ser sujeto de miradas, juicios ni mucho menos suposiciones por como vista.
Y si alguna vez nos da por mirar, que sea para admirar.