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Palestina-Israel: ¿Tiene solución el conflicto?

Queda lo peor.

La tierra de la Media Luna Fértil vuelve a teñirse de sangre. La que albergara los primeros pasos de la civilización, observa ahora el retroceso de la humanidad. 

La red se ha colmado de textos que intentan resumir, en unos cuantos párrafos, no solo 70 años de tensión, sino milenios de trasiegos. Sin embargo, para comprender con más acierto sus orígenes, habría que remontarse a la mismísima tierra del Canaán, a Jericó, a Abraham. La revisión de las causas del conflicto es fundamental. Pero lo urgente ahora es prepararse para lo que viene.

El suicidio de Hamás está cumpliendo sus tres objetivos principales:

  • La sobrerreacción israelí. 
  • La reverberación de la causa palestina, olvidada por la opinión pública y administrativa.
  • La interrupción de ciertos acuerdos económicos de países vecinos con Occidente.

La respuesta de Israel será acorde a la humillación percibida. Su movilización aplicará una reacción dura, indiscriminada. Llevará a cabo un castigo. Israel no parará hasta aniquilar a Hamás. El primer objetivo ya está en marcha, el mundo entero será espectador del despliegue, quedan muchos días de horror. 

El segundo es evidente. Las pancartas de “Free Palestine” no han tardado en reaparecer por las calles de las ciudades (no solo) europeas.

El tercero, menos ruidoso, tendrá otras consecuencias que quizá advirtamos, aunque ignaros a intervalos, hasta más allá de nuestros propios bolsillos.

Misión cumplida.

El intercambio de cromos occidental, determinante en su día para avivar la llama, será decisivo ahora para apagarla. La comunidad internacional deberá sentarse otra vez, con su habitual y errático manejo del cartabón, para delimitar la Two-State-Solution de Israel y Palestina. Pero esta vez el pulso tendrá que ser más firme: el miedo en los países árabes crece con vértigo ante la más que posible reacción en cadena. Y no se habla únicamente de Hezbolá. Se avecina una importante crisis regional, que solo a través de mesura podrá ser manejada sin que sobrevenga, aún más, la barbarie ya instaurada. 

Hamás, chantaje para unos, esperanza para otros, colapsará. Habrá que ver en qué medida lo hace su espíritu, en función de los acuerdos de paz. 

Los mediadores deberán ser muy persuasivos para contentarlos a todos: quienes no quieren soltar su terreno, y quienes reclaman el que consideran propio. Ambos tenían razón hasta que la fueron perdiendo a cañonazos. El pueblo palestino tiene el derecho a crear su estado, Israel a defenderse y mantenerse. Todo, como siempre, a costa de inocentes.

El mundo árabe tiene clara la condena al terrorismo, pero también tiene clara la solución al conflicto: solo a través de la creación de un estado palestino será viable el fin de la guerra. Y no se vislumbra cerca, porque para que uno gane, el otro parece tener que perder. Si tan dificultoso resulta comprender sus orígenes, más complicado parece trazar su fin. Más allá de las pertinentes discusiones, de cuánto porcentaje más de razón y derecho se tiene, el movimiento se asoma evidente:

Israel tiene que devolver los territorios ocupados.

Las fronteras deben ser reorganizadas.

Palestina necesita tener su estado.

¿Estamos condenados a asumir la irresolución de ciertos conflictos?, ¿estamos preparados para aceptar la prevalencia de la injusticia? Si así fuera, regresaríamos a la oscuridad de la banalidad del mal. La asunción de la irresolución es la antesala del cinismo. Más bien, es su propia expresión. No se debería caer en el determinismo de las causas perdidas. Se terminaría presos del fatalismo. Esclavos de la resignación. Quedan muchos años de horror, pero la esperanza nos hace libres. 

Sin embargo, aún se espera lo peor.

Inshallah. Jojmá. Biná.

Ojalá. Sabiduría. Comprensión.

Carmen Corazzini

Periodista, chica del tiempo, cazadora de terroristas, cinéfila y presentadora.

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