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Me encanta tener la regla

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Fuente: Conttonbro/ Pexels

Me encanta tener la regla. Lo digo en serio. Pero no me encanta como en los anuncios de compresas donde te venden que puedes hacer cualquier cosa con la regla. No. Soy plenamente consciente de que la regla me deja hecha mierda y es eso lo que me encanta. No porque me guste sufrir. Lo que me gusta es el permiso que ese dolor me da.

Normalmente, en nuestro día a día pasamos muchas cosas por alto. Pasamos por alto nuestros límites. Nos olvidamos de cuáles son y no le damos importancia cuando los demás los sobrepasan. Como ese compañero que hizo una broma a tu costa. Y no mostraste tu enfado porque sólo era humor. O como esa amiga que te llama para soltarte un marrón sin preguntarte cómo estás. Y tú la ayudas, porque lo necesita, aunque en realidad no te encuentres bien y necesites que te ayuden a ti. En todos esos momentos, hay una pequeña voz de enfado en nuestro interior, pero hemos aprendido a hacerla callar.

También pasamos por alto nuestras propias necesidades. Necesitamos comer pero aguantamos hasta las tres porque tenemos que trabajar. Necesitamos dormir pero no nos echamos una siesta porque hay muchas tareas pendientes y no se van a hacer solas. Necesitamos desconectar pero seguimos adelante con la rutina, porque siempre hay algo más importante que hacer que ocuparnos nosotras mismas. En esos momentos también hay una voz interior diciéndonos lo que tenemos que hacer. Y también pasamos de ella.

Hemos normalizado pasar de nosotras mismas. Pasamos de nuestra intuición. Y eso que es nuestra mayor herramienta de supervivencia. Y como a ella no le hacemos caso, nuestro cuerpo busca otras vías de comunicación. Hace un trabajo increíble mandándonos señales. Y tampoco las escuchamos. Bruxismo, contracturas, eccemas, problemas digestivos, insomnio, caspa, migrañas… Chica, a tu cuerpo sólo le falta mandarte un WhatsApp diciéndote que pares un poco, que te va a dar un patatús del estrés.

Sin embargo, hay un momento en el que todo esto cambia. En el que nos damos permiso para enfadarnos, para pasarnos la tarde en la cama o para llorar. Y ese momento es cuando menstruamos. No lo hacemos conscientemente, la verdad. Vamos muy a tope con lo de no escucharnos. Pero como estaba diciendo, nuestro cuerpo es listo. Y tiene un último as en la manga. Y en estos días que estás desangrándote, tu cuerpo te obliga a protegerte. Sin opción a negociación.

Y, claro, esos días tú no lo sabes pero estás en modo guerrera defendiendo tu propio reino. Y llega ese compañero. Y te vuelve a gastar una broma pesada. Y tú te defiendes y le bufas en la cara. Como tenías que haber hecho desde el principio. Y ante esta autodefensa, tu compañero reacciona de malas. “¿Qué te pasa, estás con la regla?”. Y sí, tú estás con la regla, y no tienes por qué sentirte mal por ello porque no estás enfadada por nada. Estás siendo, por primera vez en todo el ciclo, consecuente con lo que te ocurre por dentro.

Porque enfadarse cuando nos tratan mal, llorar cuando estamos tristes, parar cuando estamos cansadas o desconectar cuando estamos saturadas es vital. Nuestras emociones son necesarias para sobrevivir. Si no sabes lo que te hace mal, no puedes alejarte de eso. Si no identificas lo que te hace bien, no puedes quedarte ahí.Así que no permitas que te hagan sentir mal por sacar tus emociones cuando estás menstruando. Deja que se revuelvan al verte tomar ese espacio que normalmente ni te permiten ni te permites. Defiéndete y cuídate siendo consciente de que lo haces porque lo necesitas. Y la próxima vez que te digan eso de “¿Estás con la regla?”, no te amedrentes. Sí, estoy con la regla. Y me encanta.  

Rocío Esperilla

Productora, feminista, vegetariana y bisexual. Ideal para una cena familiar.

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